DESDE LEJOS, CERCA

La necesidad de aburrirnos un poco

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Argentina no es un país en el que uno se pueda aburrir mucho, siempre pasa algo. Cuando no es el tipo de cambio es una invasión de mosquitos. Pero a nivel personal es diferente. Esa sensación de no poder engancharse con nada, ese tedio con lo que estamos haciendo siempre puede aparecer.

 Aburrirse es una sensación a la que tendemos a escapar, tanto que hay gente dispuesta a darse shocks eléctricos antes que no tener nada que hacer. Eso fue lo que concluyó un estudio en el que les pidieron a jóvenes que se quedaran solos en una habitación, sin estímulos, durante 15 minutos. Lo único que había era una terminal que daba descargas eléctricas. De todos los que pasaron por ahí, el 43% se dio un shock en algún momento (el 25% de las mujeres y el 67% de los hombres). Es decir, casi la mitad de las personas prefirió un poco de dolor antes que aburrirse. Y antes de que juzgues a los participantes, ¿cuándo fue la última vez que te quedaste 15 minutos quieto sin tener nada que hacer?

Hay distintas formas de aburrirse, que pueden ir desde lo forzado -estar en una reunión en la que están repasando punto a punto las acciones que ya discutieron 57 mil veces- hasta algo más interno, cuando una actividad que nosotros mismos elegimos no termina de engancharnos, pasando de posteo en posteo en una red social o cortando las películas a los 5 minutos porque no nos entretiene ninguna. Es una sensación desagradable, pero que sirve como mensaje de que nuestro cerebro está subutilizado o no se puede concentrar. Y en general eso no nos gusta. Pero relajarnos y aceptar un poco de aburrimiento puede tener sus beneficios.

Uno de ellos es mayor creatividad. En un estudio separaron a dos grupos de personas, a un grupo le pidieron que haga algo muy aburrido (tenían que copiar números de una guía telefónica) y luego les pedían que hagan un test de creatividad, en el que tenían que pensar todas las cosas que se podrían hacer con un objeto. El otro grupo pasaba directo al test de creatividad, sin aburrirse antes. Cuando vieron los resultados, los que habían pasado por el aburrimiento de copiar números resultaron más creativos. Algo del tedio anterior hizo que su mente funcionase de manera más creativa.

 “Está muy bien aburrirse de vez en cuando”, explica Andrea Goldin, investigadora del CONICET en el Laboratorio de neurociencia de la Universidad Di Tella, “pueden ser momentos de mucha creatividad. Nuestro cerebro se relaja, porque no tiene una demanda externa fuerte y eso puede hacer que la mente tome caminos que no suele tomar y pensemos en cosas nuevas o de otra manera”. Es algo que también puede ocurrir con tareas rutinarias que no nos exigen mucho, como lavar los platos o bañarnos, que permiten otro tipo de actividad mental.

El aburrimiento también es clave en la infancia. “Cuando un niño dice ‘estoy aburrido’ podemos darle algo para hacer, pero perdemos la oportunidad de que puedan resolver ellos mismos qué hacer con este tiempo y así desarrollen otras habilidades, nuevas ideas y nuevos pensamientos”, explica Goldin.

El aburrimiento no es absoluto, lo que a algunos les puede parecer tedioso, a otros les fascina. Y también tenemos distintas capacidades para manejarlo, según nuestra personalidad, nuestras experiencias y nuestra edad

Como todo, tiene que ser en su justa medida. Demasiado aburrimiento puede ser una señal de que no estamos suficientemente desafiados o que no logramos engancharnos con nada. Y puede tener algunos efectos negativos, sobre todo si para escaparle estamos dispuestos a hacer cualquier cosa. Una de las consecuencias que puede tener es que comamos más simplemente por falta de estímulos. En un estudio, pusieron a un grupo de personas a hacer tareas que eran mentalmente exigentes y otras que eran totalmente aburridas. En ambos casos dejaban galletitas sobre la mesa. Encontraron que las personas que se aburrían tendían a comer más durante el proceso. Es una salida mucho más agradable que una descarga eléctrica. Y el aburrimiento permanente, por ejemplo de un trabajo poco estimulante, puede tener consecuencias realmente negativas en la salud.

El aburrimiento no es absoluto, lo que a algunos les puede parecer tedioso, a otros les fascina. Y también tenemos distintas capacidades para manejarlo, según nuestra personalidad, nuestras experiencias y nuestra edad: hay algunos estudios que muestran que tenemos un pico de aburrimiento en nuestra adolescencia, que luego va decayendo hasta retomarse en la vejez.

Más allá de cómo lidiamos con el aburrimiento, pareciera que tendemos a escaparle sistemáticamente cuando lo sentimos cerca. Pero quizás un rato de cerebro menos estimulado, que nos permita divagar tranquilamente, podría venirnos bien de vez en cuando. Y una actualidad un poco más aburrida probablemente tampoco nos vendría mal.

 

OS/MF