No todo es vigilia

Tenemos vidas americanas, amores propios, cuerpos soberanos. ¿Somos conscientes de eso? La vida es sueño, diría Calderón. Aunque prefiero a Juana Inés en Primero sueño: “de orden distributivo, repartiendo a las cosas visible sus colores iba restituyendo entera a los sentidos exteriores su operación, quedando a la luz más cierta el mundo iluminado, y yo despierta”.
A veces soy metafórica, otras demasiado literal.
Soy gorda. Era gorda, Seré gorda.
La novela es el género gordo: lo admite todo. La poesía, creo que también. Nos cruzamos con la dimensión espacio-tiempo, los espejos nos deforman, nos ven y nos vemos según sea el reflejo o la reflex.
Mi cuerpo cambió. Perdí kilos. En rigor, siempre está cambiando. Me he pasado la vida oscilando de peso. Soy gorda, ¿soy gorda? Ahora, estoy más delgada, ¿soy flaca? Qué importa. Lo que importa es que mi cuerpo es mío y soy soberana en este territorio de carne y huesos. No hay nada importado en mi constitución.
Cuando comencé a escribir esta columna, hace más de tres años, propuse que se llamara Soy gorda para visibilizar el activismo y la lucha de las cuerpas, una guerra colectiva que nosotras no inventamos, sino el machismo (que nos somete) y el patriarcado (que nos desprecia). Amamos la paz, la convivencia pacífica, el bienestar de todes.
Ser gorda no es un estado de gracia en este mundo, sino de desgracia. Por eso, porque no importa el cuerpo que tengamos, las mujeres hemos sido condenadas desde algún ahora y para siempre, a -por lo menos- tener que justificarnos.
Los movimientos sociales y políticos que colaboraron en empoderarnos y reivindican la existencia de la diversidad, con los mismos derechos y obligaciones que el resto, enseñan que las cosas cambian, pueden cambiar. Como mi cuerpo, como el tuyo. Como el de los hombres, esclavos del mismo sistema opresor; como el de las personas trans, aún más oprimidas.
Pensaba anteanoche, cuando la casa que habité durante treinta años quedó sin invitados. Pensaba que se terminaba el Primero de mayo, Proletarios del mundo uníos, desde el último hasta el Primer Trabajador, peronistas, socialistas, agremiados o no, apartidarios, políticos siempre (¿o no vivimos en una gran polis acaso, incluyendo a ladrones y policías?).
A eso de las cinco de la tarde, comienzan a llegar al primer ágape de despedida. He decidido que, previo a la mudanza en la que estoy embarcada, iré haciendo pequeñas reuniones para decirle adiós a la casa. Con los parientes, las y los amigos nuevos y con quienes me acompañaron en la maravillosa experiencia de fundar una familia y sostenerla por tres décadas.
Hay amores, hijos, sobrinos, testigos. Está la reina madre que es Abuelatv en las redes. Cantamos y bailamos. Alguien me pregunta el signo del zodíaco. Cáncer, el hogar. Las paredes y la estructura ya existían, las reformas fueron resultado del marido y arquitecto. La funcionalidad, el verde de las plantas y el abrigo, conversados. La decoración, mía.
Calculo que nos iremos definitivamente a fin de mes o comienzos de junio. Mile, la hija menor, cumplirá 23 en Lisboa y festejaremos por videollamada. Pablo tendrá muy pronto su recibida. Camila recibió la semana pasada el título en el Aula Magna de la facultad de la calle Paraguay.
Pero volvamos a anteanoche. ¿Por qué soy gorda, si ya no lo estoy? Porque, pienso y no lo digo, como lo reflexionó el filósofo argentino de origen alemán, Rodolfo Kusch, hemos sido desdoblados y desconstituidos, en tanto se dispuso e instaló el “aparecer”: limpitos, prolijos, estancados, etiquetados, somos alguien. Aparecemos, y ese es uno de los tantísimos modos posibles de ser, la forma en la que emerge nuestra constitución biológica y ambiental. O, al contrario, estamos siendo, concepto clave del pensador que vivió en Maimará, Jujuy, hasta su muerte.Y en el estar siendo, se instala de manera dinámica, un cuerpo propio personal y comunitario, material y simbólico, una existencia transformadora, un nuevo sentido, una cultura americana (no la del American way of life) sino la descolonizada, dice José Alejandro Tasat, autor de Análisis situacional de las organizaciones y Teoría de las Organizaciones y Sistema de Decisión.
Ya no queremos ser como Marilyn Monroe, ni como Twiggy. Queremos ser nosotras y nosotros. Un nosotres que contenga y expanda a las multitudes en su vastedad. Una que escribe y se nutre del canto popular de las comidas, del canto general, de Gabriela Mistral que en sus flamantes Poemas selectos (Letras al sur del Río Bravo, ediciones Corregidor) dice: Ahora yo, vuelta al Oriente,/ se las voy dando por que recuerde./ Los viejos las quieren mentidas, / los niños las quieren ciertas. Todos quieren oir la historia mía/ que en mi lengua viva está muerta./ Busco alguna que la recuerde,/ hoja por hoja, hebra por hebra./ Le presto mi aliento, le doy mi marcha/ por si al oirla me despierta.
Primero de mayo de 1980. Pinky recuerda el día en que la televisión blanco y negro se hace de colores y la gente se agolpa para verla en las vidrieras. Alta en el cielo, la bandera de Belgrano con sus celestes y blanco.
Sobre Vidas americanas (La ideología argentina y latinoamericana. Colección homenaje a Oscar Terán, Universidad Nacional de Quilmes) escribe con humor e ironía Patricio Fontana. El investigador del Conicet y doctor en Letras (UBA) evoca a la generación romántica, indagando en las biografías de Sarmiento, Alberdi y Gutiérrez. No en sus vidas, sino en las que ellos produjeron como narradores. Aunque, ¿cómo evitar hablar de sí mismo, cuando se escribe sobre otres? En la elección y el recorte de los personajes, está el propio deseo, la propia historia. Y en la escritura están las relaciones afectivas y la observación de la mismidad. Fontana cita a Alberdi al comienzo de Mi vida privada: “Además de que nadie es juez ni pintor de sí mismo; los mejores pintores no ven dos veces su objetivo del mismo modo. Y así como de mi individuo se pueden hacer cien fotografías que no se parecen una a otra, sin faltar a la verdad, un mismo individuo puede ser objeto de cien biografías diferentes. Cada viviente, sin embargo, será siempre presumido de conocer su propia vida mejor que el que no lo ha hecho; salvo el derecho de los otros a corregir las fallas del egoísmo o de la vanidad contra la realidad de los hechos”.
Lo propio. Alex de la Iglesia, el director, productor y guionista de cine español, “vistos los seis capítulos de El Eternauta” dice que es “absolutamente brillante, modélica y no solo eso, sino también muy necesaria, ¿por qué? Porque a partir de El Eternauta va a ser posible en Argentina y en el mercado latino un cine de ciencia ficción: es ambiciosa, generosa, adulta, soberbiamente escrita. La sensación que he tenido al verla es la misma que tuve cuando leí el cómic”.
Ese optimismo entusiasta no es producto de un desconocimiento del ataque que el gobierno argentino perpetra contra la industria audiovisual. Tampoco de cierta pretensión de algunos espectadores de que la película sea una traducción o, peor, una reproducción de la historieta (¡son dos géneros, formatos, modos expresivos distintos, muchachos!). De la Iglesia da cuenta de las posibilidades de tener un cine nuestro, un lenguaje argentino dentro de la cinematografía mundial. No todo es vigilia la de los ojos abiertos. ¿Por qué no apostar a un estilo peculiar, uno Macedonio?
LH
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