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Opinión

Toyota no está solo: la necesidad de una educación que se adapte al cambio tecno-económico

La industria automotriz en Argentina

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“Se perdió el valor del secundario”, afirmó el presidente de Toyota Argentina, Daniel Herrero, cuando en una charla en el Rotary Club planteó las dificultades para incorporar 200 empleados más a la plantilla. Terminó su diagnóstico, de acuerdo con el manual de estilo PISA, indicando que los postulantes tenían graves problemas de comprensión lectora.

La movilización de especialistas educativos opositores amplificó luego la idea de que “la enseñanza pública es un gran simulacro”, una noción retuiteada por el expresidente Mauricio Macri. ¿Se referían a la misma enseñanza pública de los colegios universitarios, el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Carlos Pellegrini? ¿Sugieren que la solución está en la enseñanza privada, quizá? ¡Spoiler Alert! Ya se probó y no lo soluciona. 

En cualquier caso, las generalizaciones no ayudan a entender el problema de recursos humanos de las industrias exportadoras avanzadas ni por qué miles de postulantes de la base de la pirámide social no tienen posibilidades laborales formales. No solo porque los problemas educativos son complejos, sino también porque ni siquiera son exclusivamente educativos. Si los egresados del secundario del conurbano aprobaran con los niveles que estipula PISA en muchos casos no darían tampoco con los estándares de Toyota. 

¡Es el cambio tecno-económico, estúpido!, diría Clinton. No se trata solo de la “caída” de la vara de la calidad del sistema educativo argentino, sino de la elevación de los requerimientos cognitivos para los trabajadores en sectores exportadores globales. Las industrias exportadoras le corren el arco a los colegios secundarios, en todo el mundo. 

No se trata solo de la “caída” de la vara de la calidad del sistema educativo argentino, sino de la elevación de los requerimientos cognitivos para los trabajadores en sectores exportadores globales.

Constantemente se incrementa el nivel de complejidad de los puestos de trabajo. Ya no se trata de atornillar partes cual Chaplin en Tiempo Modernos. Además de cargar datos en planillas de normas de certificación, requieren controlar máquinas con sensores, interactuar con algoritmos, tomar mediciones y elegir criterios para ejecutar decisiones. Tareas que a usted, señor lector, que hace tiempo dominó el arte de leer y escribir, le resultan imposibles cuando se enfrenta, por ejemplo, a su televisor inteligente.

Y eso que todavía no pusimos sobre la mesa los últimos avances del Machine Learning. El nivel de automatización de los sistemas ciberfísicos de producción, que traen tecnologías de la industria 4.0 como la inteligencia artificial, ya no puede emplear solo a chicos despiertos sin educación formal como sucede en industrias sustitutivas. 

Por otra parte, la aceleración desproporcionada del incremento de requerimientos cognitivos sólo se da en una parte minoritaria de la industria. Es como el fenómeno de Messi en el fútbol francés. Como si de repente, para ser competitivos, a todos los jugadores de los equipos promedio del fútbol galo les pidieran jugar como Messi. No estaría mal, siempre y cuando los chicos del conurbano que no consiguieran trabajo en la multinacional tuvieran buenas oportunidades en PyMEs, algo que no sucede en absoluto.

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La realidad de los que calzan zapatillas de L-GANTE antes de ser Elegant es muy diferente. Saben que para trabajar en una industria plástica del conurba no hace falta tener el secundario completo, no solo porque la carga cognitiva del trabajo no exige sofisticación, sino porque la paga no lo amerita. “Si nos ponemos en la postura de exigir gente que haya terminado el secundario, no tendríamos empleados”, dicen los empresarios PyMEs en la otra vereda del mercado de trabajo.

Asistimos a la elevación de la educación como tema de agenda pública con los peores modos de la comunicación política del escándalo y el sesgo de los terraplanistas educativos de PISA: sin reflexión ni debate. A trazo grueso y sin precisión. Solo gritando “verdades” con papers en una mano y megáfonos en la otra, cada vez más fuerte. Sin historia ni contexto. Sin la perspectiva del cambio tecno-económico que todo lo atraviesa como una maldición y el desconcierto del cura sin suerte de exorcista.

Para entender el caso hay que recordar que esta no fue la primera vez que un funcionario de Toyota se manifestó al respecto. En el mismo momento en que la empresa abrió su planta de Zárate en 1997, incorporando sus primeros 800 operarios, hubo manifestaciones sobre su problema para abastecerse de recursos humanos. En ese entonces, Toyotismo ya era sinónimo de cambio de paradigma de la segunda revolución industrial “fordista”. Un problema de larga data, que no para de crecer y que debería estar entre las prioridades del Ejecutivo. Porque si no se resolvió hasta ahora, no quiere decir que no tenga ni deba tener solución.

Herrero no sólo preside la compañía japonesa en Argentina, también está al frente de la cámara automotriz ADEFA y es vicepresidente de IDEA. Su voz no es la de un simple gerente con problemas de reclutamiento. Representa a los empresarios de las industrias exportadoras, un grupo social relevante interesado en el tema educativo desde hace mucho tiempo. Grupo no tan visible como “Padres Organizados”, el emergente de pandemia por el #AbranLasEscuelas, pero muy activo en el área desde la década del 90.

Con la apertura exportadora noventista las empresas del nodo industrial Zárate-Campana cerraron convenios con el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires para desarrollar programas de mejora del sistema educativo. En el contexto de la descentralización del sistema educativo y el desmantelamiento de la educación técnica, que pasó del 18% del nivel secundario en 1955 a solo el 3%, invirtieron copiosas sumas en la mejora de la infraestructura, que se sumaron a la inversión pública.

La primera automatización de las líneas de producción que exigían las exportaciones agudizó las diferencias entre las industrias exportadoras y el resto de las industrias sustitutivas, que hicieron síntoma en la demanda al mercado de trabajo. Empresarios, ministros y especialistas en educación fueron testigos de fracaso tras fracaso a pesar de los intentos de mejoras. De alguna manera, era de esperar, solo intentaron tunear un Ford T con 200.000 kilómetros.

Un hito en los esfuerzos público-privados por la mejora de la educación pública del enclave exportador Zárate-Campana fue la inauguración en 2014 de la Escuela Técnica Roberto Rocca en Campana. Una institución de educación media técnica de vanguardia a nivel global, de inspiración sueca y de gestión privada, a cargo del conglomerado exportador Tenaris.

Desde el Congreso Pedagógico de la primavera democrática para acá, las voces críticas de la educación le apuntan al sistema reclamando eficiencia disciplinaria. Se repite el mantra de las estadísticas: sólo el 52% de los jóvenes de más bajos ingresos terminó la secundaria, o el 47% de los estudiantes de las escuelas de gestión pública no alcanzan nivel satisfactorio en lengua. Como si al sistema solo le faltara mantenimiento y un poco de aceite. 

Sin políticas que marquen el norte tecno-económico en la cultura y la ciencia, superando el industrialismo de la sustitución de importaciones, no hay cambio educativo. Lo digital no es solo un cambio de formatos y lenguajes, es epistémico, cognitivo.

La peor herencia del menemismo no fue el corralito ni el 2001. Lo más dañino fue que la doxa naturalizó la idea pro-mercado de que el desmantelamiento de la educación técnica no tendría consecuencias. Fue haber dejado a los jóvenes y docentes que aún apuestan por la educación secundaria pública solos y a la intemperie frente a las tempestades del cambio tecnológico. Mientras en España están reformando ahora mismo la secundaria para desterrar el aprendizaje memorístico con mezcla de asignaturas (cambio epistémico), acá solo pedimos que se enseñe a leer y escribir.

El problema no lo tiene Toyota, la cual está en niveles de productividad nunca antes alcanzados, aún en pandemia. El problema está en las miles de PyMEs que no piden chicos con secundario completo, ni escuelas técnicas como a las que asisten el 50% de las y los jóvenes de Finlandia. Está en políticas públicas nostalgiosas que no terminan de despedir el modelo de sustitución de importaciones, que siguen pensando o en la mano invisible o que con netbooks educativas y una internet-servicio público zafan hasta la próxima disrupción digital.

AA

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