1.Hermeto Secreto
“No sabía lo que pasaba en el resto del Brasil”, me contó hace años Hermeto Pascoal. “Para mí la música era la del lugar donde vivía, entre los árboles y escuchando los pájaros de la laguna”. Había nacido en 1936 en Olho d’Agua y se crio en Lagoa da Canoa, en esa época parte del Município de Arapiraca, en el estado de Alagoas. “Recién cuando estuvo en Recife y, más tarde, en Río de Janeiro y San Pablo supe del tropicalismo. Tampoco sabía nada de la bossa nova”, contaba. Y esa distancia se convirtió en su estilo y en su firma.
“Mi música no tenía nada que ver con la de ellos y será por eso que ellos desconfiaron de mí y me hicieron a un lado. Yo no quería hacer música comercial ni ninguna clase de concesiones, así que tenía a todos en contra”, decía ese músico de imaginación notable, que murió a los 89 años el 13 de septiembre pasado. Sus comienzos como músico habían sido junto a su hermano mayor, José Neto, en forrós y fiestas de casamiento. Se mudó a Recife en 1950 y se ofreció para trabajar en Rádio Tamandaré, a partir de lo cual, gracias a la ayuda de Sivuca (ya en ese entonces un exitoso intérprete de sanfona, el acordeón típico del nordeste brasileño), fue convocado para integrar la orquesta de Rádio Jornal do Commercio. Acompañó a Geraldo Vandré y grabó con Edú Lobo, integró varios grupos de jazz –o sus satélites–, deslumbró a Miles Davis, que incluyó dos temas suyos en Live-Evil, –“Little Church (Igrejinha)” y “Nem um talvez”–, y colaboró con Opa –el grupo con el que los hermanos Fattoruso grabaron en los Estados Unidos–, con Airto Moreira y Flora Purim y con Stone Alliance –el trío del saxofonista Steve Grossman–.
Fue, no obstante, poco conocido en Brasil. Y, en cambio, una celebridad en Buenos Aires. O, por lo menos en ese círculo que lo descubrió con su primer disco editado en esta ciudad –el segundo como solista, Misa de esclavos– y que, en 1987, salió en procesión detrás del músico, al final de su show en el Teatro Coliseo, para continuar la fiesta en la plaza de enfrente. Su obra menos transitada es, precisamente, la anterior a esa Misa de esclavos en que parte de la percusión estaba provista por la grabación de los gruñidos de unos cerdos: el trío Sambrasa, donde tocaba piano y sanfona, el notable Brazilian Octopus y el Cuarteto Novo, que integró junto a Airto Moreira, el guitarrista Heraldo do Monte y el bajista Théo de Barros. En 1970 publicó su primer disco como solista, A musica livre de Hermeto Pascoal –reeditado como Hermeto– y ese fue el comienzo de su segunda biografía. Las plataformas muestran algunas omisiones importantes en su obra, como la grabación del concierto en Montreux con Elis Regina, en 1979, aunque lo compensa un extraordinario video en YouTube. Y aquí va una selección de parte de esa primera historia y de sus colaboraciones posteriores, incluyendo, claro, aquellos maravillosos cerdos percusivos.
2. Constantino Gaito. El olvidado
Nació en 1878 y en diciembre de este año se cumplirán ochenta de su muerte. Las lamentables –o inexistentes– políticas oficiales en relación con el patrimonio cultural argentino, han sumido a la obra de uno de sus compositores más importantes en la virtual inexistencia y en la niebla del poco valorado nacionalismo musical. Lo cierto es que Constantino Gaito fue mucho más que “un coya franckiano”, como el ensayista y compositor Juan Carlos Paz anatemizó a toda esa corriente, caracterizándola por las mezclas poco felices entre un indigenismo pintoresquista y las influencias de César Franck. De hecho es el compositor de una de las mejores óperas argentinas, Ollantay (estrenada en 1926), que bien podría reponerse alguna vez –la última representación en el Teatro Colón fue hace 49 años–. Y su música de cámara y para piano, de texturas casi transparentes e inspiración considerable, está entre lo más importante compuesta en este país en la primera mitad del siglo XX. Una de las personas que más ha hecho por el rescate de esta obra es Agustina Herrera, pianista notable y bisnieta del compositor, que ha grabado para el sello alemán CPO, junto con el Cuarteto Sarastro, el trío y el quinteto con piano, además de una sonata para cello y piano, y para Virtuoso Records, la totalidad de su obra para piano, en tres volúmenes. El Cuarteto Petrus, conformado por Pablo Saraví y Hernán Briático en violines, Denis Golovin en viola y Cecilia Slamig en cello, acaba de registrar, por su parte, el Cuarteto para cuerdas Nº 1 de Gaito y completa su disco con el Cuarteto de Cuerdas en do menor de Héctor Panizza, el autor de la ópera Aurora.
3. Un lugar fuera de un lugar
Liliana Herrero nunca fue solo una cantante. Su proyecto estético –que es a la vez un proyecto ideológico y una reflexión acerca de la cultura y la tradición, esas cosas distintas que suelen confundirse– estuvo, y sigue estando, en la superficie. Y debajo, en su manera de decir, hay una cierta idea acerca del dolor. Después de una pérdida desmedida, Herrero vuelve con un disco llamado Fuera de lugar. Hay un dato insoslayable, el acompañamiento minimista del piano y la percusión envolvente. Hay un repertorio alejado de la obviedad, que incluye a Charly García y a Luis Alberto Spinetta. Y está la presencia de Lidia Borda (ella y ese contrabajo en “Asilo en tu corazón”). Pero, sobre todo, hay un nuevo lugar. Un lugar que no se sabía que estaba allí. Esperando.
DF/MF