Ariel Pennisi, ensayista: “La última soberbia del FdT fue creer que te tienen que votar porque el otro es el cuco”

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A días de la asunción del presidente electo, Javier Milei, el ensayista Ariel Pennisi realiza un balance del gobierno saliente y su responsabilidad en la victoria del líder de La Libertad Avanza. “La última soberbia del gobierno del Frente de Todos, y del kirchnerismo en particular, fue creer que iban a ganar esta elección. Con medio país hambreado y la inflación que hay, encima creés que te tienen que votar porque el otro es el cuco”, cuestionó el investigador, docente universitario y codirector de Red Editorial. Las nuevas instituciones y el realismo político, entre otros conceptos que abordó en esta entrevista.

‒Todavía estamos impactados por el triunfo de Milei. ¿Por qué más de 14 millones de personas fueron a votarlo en estas presidenciales?

‒Estamos todavía bajo los efectos que podíamos prever de alguna manera, pero no queríamos creer que esto podía pasar. Recuerdo que Jorge Asís dijo que si Sergio Massa llegaba a ganar la elección iba a ser milagroso. Lo empezó a llamar “El milagroso” y nosotros en un grupo de amistades también. Era como nuestra cábala, pero sabemos que los milagros son excepcionales y son difíciles. Tengo otro recuerdo con el que podemos tratar de pensar por qué tanta gente lo votó. Alguna vez me preguntaron cómo caracterizaba el gobierno de Mauricio Macri, y yo decía que fue un gobierno contrarrevolucionario por una revolución que nunca tuvimos. De alguna manera, el advenimiento del gobierno de este personaje, al que no voy a nombrar como en otro momento ocurría con (el ex presidente Carlos) Menem, que ahora sí lo puedo nombrar porque está bien muerto, tiene también un efecto parecido, pero más caricaturesco. ¿Y por qué digo esto? Recuerdo una de esas notas que sacaba Horacio González en Página 12 en los tiempos en los que multitudes de personas de sectores medios se manifestaban contra el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Me quedó impreso que dice algo así como estar perplejo frente a las editoriales del diario La Nación y de algunos enunciados de medios de comunicación opositores que eran tan beligerantes frente a este tibio reformismo. Con un poco de humor, decía muchachos tampoco se enojen tanto, no somos montoneros, no somos comunistas, es un tibio reformismo y ustedes lo tratan como si fuera de una especie de revolución. La derecha tiene una inteligencia en bajar los pisos de discusión. Cierta militancia del kirchnerismo se enganchó en eso y de alguna manera, funcionó en espejo. Es decir, tomó esas críticas como elogios. El gobierno de Macri funcionó con un efecto contrarrevolucionario al tomar ese piso de discusión bajo y en la que cualquier opción por izquierda se caía de la mesa, porque si la opción más revolucionaria era la que gobernaba, ¿qué le quedaba a la cultura de izquierda? Como ocurre históricamente, cada vez que bajan los niveles salariales y las condiciones de vida, estas derechas aparecen como una opción. El gobierno del Frente de Todos (FdT) fue sumiso frente a ese planteo. En su momento sacamos desde Red Editorial una nota que se llamaba Imprudente prudencia, en el que decíamos que el gobierno de Alberto Fernández, sólo por el hecho de ser identificado con una cierta raíz popular, iba a tener como desafío tomar medidas y obrar políticas que estén a la altura de los costos políticos que igual va a tener. Esta administración puede ser definida por un gobierno que tiene costos políticos por cosas que no hizo.

‒La novedad del voto de Milei es el transclasismo, que es bien diferente al votante histórico de Macri. ¿Eso responde a todas las promesas incumplidas del FdT o a lo que la izquierda no puede enunciar, convocar o representar?

‒La izquierda tienen un problema con su hermetismo, que lo mostró incluso en este balotaje. Una parte fue insensible al pedido de compañeros y compañeras que debieron atender. Es una forma de construcción también muy vieja y no da cuenta tampoco de de los emergentes y de las novedades del presente. El principal responsable de este monstruito es el gobierno del FdT. El principal responsable también es la espiral del mal menor a la que los sectores populares fueron sometidos desde hace mucho tiempo. Vos podés tácticamente en un momento, de manera muy precisa, plantearte el mal menor, pero cuando se transforma en una especie de extorsión permanente y en una forma de hacer política, el mal mayor cada vez va a ser peor. Al punto de que ahora estuvimos en una situación en la que todos considerábamos esto como un riesgo muy grande y lo seguimos considerando. La oferta por parte del peronismo fue pobre y normalizadora. Recuerdo el eslogan de Néstor Kirchner, que era un país normal. Vino alguien a sacudir esa idea. Cuando alguien que ofrece aventura, mientras nosotros lo que ofrecíamos era normalidad, es difícil competir. Pero en ese contexto era un contexto de recuperación económica y ahora es un contexto de caída libre, de recesión. Por eso en ese momento fue potente y eficaz, y en este momento todo lo contrario.

‒Escribiste una nota en mayo titulada La política ha muerto hasta nuevo aviso... y solo se avisa desde abajo en la revista Coyunturas y pensaba si hay razones para esperar ese aviso o si ese abajo está ya completamente subordinado a los tiempos de esa política muerta.

‒No podemos ser nostálgicos del 2001 a esta altura. En otra nota que saqué en Tiempo Argentino, más cercana en el tiempo, dije 2001 ha muerto. Estuve medio necrológico últimamente, pero el movimiento feminista y algunas experiencias de abajo sí siguen mostrando una vitalidad, al mismo tiempo que dejan ver la tensión entre una forma de gobernabilidad conservadora que tiende a nutrirse ahí, pero también trabaja contra eso. Cuando se presentó la elección de 2019 había una zona irrepresentable del electorado que contribuyó mucho a gana. Con el diario del lunes, no era ni siquiera necesario Alberto Fernández. Esa estrategia de la gran estratega fue muy fallida, porque en definitiva se podía ganar con una propuesta mucho más dinámica, y mucho más acorde a esa zona irrepresentable. Por eso sacamos una nota que se llamaba Puro efecto, porque decíamos que había un efecto sin causa. Es decir, no importa la causa, hay un efecto que es esta victoria contra los chetos, una impugnación a lo que había sido el gobierno de Macri y, en esa fiesta irrepresentable, había una base de sustentación para construir una audacia que era necesaria para romper la espiral del mal menor. No es la audacia de un político o un estratega, sino que es una audacia que se construye colectivamente y que es una apuesta. El primer gesto que hizo el gobierno de Fernández fue pagar deuda cuando nos habían dejado en default. Es decir, Macri ahora revivido no pagó el costo político por lo que hizo. Recuerdo que apenas se ganó la Primaria Abierta Simultánea y Obligatoria (PASO), la primera declaración de Fernández fue que no son locos gobernando y bajó totalmente la expectativa. Trabajaron para eso, aparte de mostrar la miseria política del gobierno del FdT a cielo abierto, como yo nunca había visto.

‒Se decía que Massa era un profesional. La política parece reservada para ese tipo de exponentes. Los movimientos más dinámicos pueden fluir, tener peleas puntuales y estar en la calle, pero no cortan ni pinchan en la discusión por el poder en Argentina. ¿Qué hay ahí? ¿Hay una sordera de la arriba o hay una delegación del abajo?

‒Ernesto Tenembaum entrevistó al ex presidente chileno Sebastián Piñera. A mí me sorprendió mucho un momento en el que dijo que los votantes, una vez que el gobierno que votaron asume, lo dejan solo. Es decir, lo mismo que los votantes podrían decir de los gobiernos. Eso que algunos votantes dicen, y eso que algunos gobernantes aparentemente piensan, es una ruptura estructural que no tiene solución. El gran desafío que tenemos es cómo se articulan los niveles. Hay relaciones de fuerza global, que a nivel regional también se siente como una escala muy difícil de abordar por un movimiento, pero al mismo tiempo hay una red, desde el ambientalismo hasta los movimientos que tienen que ver con el problema de la vivienda y los feminismos sin duda, en que uno puede identificar una potencia. Y podés identificar novedades sociales. Una de las cuestiones que trabajé mucho el año pasado fueron las nuevas instituciones, que tiene que ver con la apuesta de institucionalización, no a partir de la legalidad ya constituida, sino de la legitimidad desde abajo. Ese grado de institucionalización desde abajo es uno de los grandes desafíos. Las Madres de Plaza de Mayo son tal vez la nueva institución más potente con la que contamos. Son el gran ejemplo. Es una institución que no tiene que ver con la legalidad heredada, sino con una práctica concreta y con una legitimidad ganada a fuerza de sostenimiento de esa práctica, y al mismo tiempo con una capacidad de renovación y transmisión social.

‒Vos hablás del realismo político en varios de tus trabajos. Desde el poder se dice que tal planteo cuestiona la lógica del gobierno de turno es inviable y con esta idea de la correlación de fuerzas, hay que rendirse un poco o entender cómo es ese juego. Sin embargo, el realismo político también te lleva a la derrota. Esa vendría a ser ahora la constatación de esta elección también.

‒La amargura que nos corta a todos por igual es verificar que todas esas lecciones de política que recibimos de la soberbia de quienes gobernaron. Hay que decirlo de esta manera: fue una soberbia sostenida y defendida hasta último momento. La mayor y última soberbia del gobierno del FdT, y el kirchnerismo en particular, fue creer que iban a ganar esta elección. Nada más soberbio que eso. Con medio país hambreado y la inflación que hay, encima crees que te tienen que votar porque el otro es el cuco. Esa soberbia aleccionadora es el tono característico del realismo político. Este concepto lo defino como una posición enunciativa que se arroga la decisión sobre lo posible. Dice esto sí y esto no, desde un lugar fijo en el que considera que la relación de fuerza es algo ya dado, no algo por liderar. Eso dominó en los militantes, no estoy hablando de los de los referentes políticos. Eso que dijeron tantas veces: si no somos pragmáticos, nos destronan, finalmente fue pragmatismo de la derrota, lo cual es un oxímoron porque se perdió en 2013, 2015 y 2017; y fue victoria pírrica en 2019. Es decir, se ganó para perder. En 2021 se perdió y ahora se perdió de vuelta. Esta saga de la derrota destierra completamente el automatismo de ese pragmatismo y ese realismo del poder.

‒La primera impresión que tuvimos después de las PASO fue la gran remontada de Unión por la Patria, que logró imponer con eficacia que no se votaba por la realidad, sino que estaba en juego la democracia, la política y el Estado. ¿Cómo ves el debate por la democracia y la política que también está llena de promesas incumplidas?

‒La estrategia de fingir demencia mostró lo que podía. El 37%. En ese sentido, los números son duros. Lo demás fue reacción, miedo y un montón de otras cosas. Hay un gran problema y es que todo este ataque de parte de La Libertad Avanza y del macrismo o del ala más más dura al Estado es también una estafa. Así como es una estafa esa nostalgia por el Estado del siglo XX también lo es el ataque al Estado, porque lo que se está atacando es básicamente a la sociedad. Lo que se está atacando es la idea de que el otro tiene un sentido para mi vida. Es decir, la vida de cada uno de nosotros está organizada a partir del sentido que las otras vidas tienen para nosotros. Esto que Margaret Thatcher dijo muy palmariamente que es la sociedad no existe, existen los individuos y las familias. En ese momento era incipiente y no se podía realizar, hoy vuelve con toda su fuerza y, además con el componente tecnológico. Se atacan los pisos mínimos de convivencia y, después de un período en el que muchas veces se dijeron cosas que eran muy distintas a las prácticas que se llevaban adelante, no digo que siempre fue así y estuvo muy bien dar batallas narrativas que son necesarias, pero el grado de sobre simbolización de enrostramiento a los otros y de pedir el agradecimiento para mi sector político también se paga. Hoy es muy difícil apelar a una gramática que está muy desgastada y hasta estigmatizada. Es difícil retomar la construcción colectiva porque no tenemos un lenguaje que no esté atacado. (El gobernador bonaerense Axel) Kicillof, por otro lado, es el referente que queda vivo y tiene la oportunidad ahora porque ganó con su propia espalda. Una irresponsabilidad enorme del gobierno del FdT, ante la derrota de medio término, en un momento muy frágil, fueron las renuncias masivas y cambiarle el gabinete casi entero a Kicillof. Él puede construir eso que se lo empañaron cuando le rearmaron el gabinete con Martín Insaurralde y otra gente que no era necesario ver en Marbella para darse cuenta de lo que eran. Ahí hay tal vez una posibilidad desde el peronismo de mostrar otra cosa. El Estado y las instituciones tradicionales, vaciadas de su sentido originario, vaciadas de su capacidad de producir sujeto, se rompieron. Es clave pensar cuál es el Estado, qué es lo que queda y en una complementariedad con nuevas instituciones que yo llamo del común. Sería llamado comunista por esto, ¿no?

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).