Fue un golpe rápido, certero y nervioso. Apenas llegó el visto bueno de los cuatro diputados misioneros, que definirían el partido, la oposición avanzó a trompicones y recortó los tiempos de la votación. Habían logrado romper al PRO y necesitaban votar las insistencias de las leyes de presupuesto universitario y de emergencia pediátrica antes de que alguno se animara a cambiar de opinión. Y lo logró. Con una mayoría arrasadora, la oposición consiguió lo que antes parecía imposible: voltear dos vetos presidenciales de un solo golpe.
Los tiempos se acortaron, y las primeras columnas estaban llegando al Congreso cuando el tablero dio el resultado. Con 181 votos a favor y 60 en contra, la Cámara de Diputados insistió en la sanción de la emergencia pediátrica en el Hospital Garrahan. Javier Milei se había quedado casi sin aliados: solo lo acompañaron los propios y poco más de la mitad del PRO.
El zarpazo final, sin embargo, lo dio la insistencia de la ley de financiamiento universitario. Con 174 votos a favor, 62 votos en contra y 2 abstenciones, la Cámara de Diputados logró voltear el veto que no había logrado voltear el año pasado. La oposición estaba exultante. “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”, cantaron, eufóricos, los diputados del peronismo y la izquierda cuando vieron el resultado en el tablero.
El voto misionero
Si hubo un protagonista de la jornada palaciega, marcada a fuego por las miles de personas que marcharon en las afueras del Congreso, fueron los misioneros que responden a Carlos Rovira. Desde la tarde anterior que la oposición y el oficialismo se disputaban a esos cuatro diputados como si de ellos dependiera el resultado de la votación. Los indecisos del PRO y el MID no terminaban de anticipar su postura, y la oposición sospechaba que varios estaban aguardando a ver cómo se resolvía el partido sin ellos para tomar una decisión.
El martes a la tarde, el candidato a diputado nacional del Frente para la Concordia, Oscar Herrera Ahuad, había participado de una actividad de campaña en la que había anticipado su respaldo a la ley de financiamiento universitario: el eslabón más débil de las dos insistencias. Fue el primer guiño en favor de la oposición, pero el Gobierno no se resignaba: el día anterior, el Ejecutivo le había transferido a la provincia unos 4 mil millones de pesos en materia de ATN y estaba desesperado por esos votos. Era cuestión de seguir presionando.
La propuesta oficial, que luego verbalizaría en el recinto con torpeza el libertario Gabriel Bornoroni, era sencilla: unificar la discusión por el presupuesto universitario al debate por el Presupuesto 2026. El Gobierno le prometía a los gobernadores que todo se resolvería ahí, que se aumentarían las partidas y se negociaría más plata para las universidades y para la Salud. “Lo que tratemos en el Presupuesto, las actualizaciones, lo vamos a traer para octubre, noviembre y diciembre”, prometió, desesperado, confuso, el jefe de bloque lbertario.
Pero no fue suficiente. Los misioneros estaban en campaña y habían tomado la decisión de diferenciarse de Milei de cara a octubre. Adelantaron que votarían a favor, pero antes pidieron un favor: acortar los tiempos del debate. Los misioneros querían votar ya porque temían que, con el correr de las horas, el Gobierno terminase haciendo una oferta que Rovira no podía rechazar.
La oposición escuchó el pedido y acató. Se acordó unificar los debates, y acortar los tiempos de oradores. El peronismo, incluso, cedió casi todos sus oradores. Se daba vuelta la máxima parlamentaria: que el oficialismo se quedara con los discursos, ellos se quedarían con los votos.
La ruptura del grupo de héroes
Milei solo logró sumar unos 60 votos para blindar el veto. Atrás quedaron los 87 héroes a los que el presidente había agasajado con una cena el año pasado, luego de que lo hubieran ayudado a blindar el primer veto al financiamiento universitario. La red de alianzas se había roto, y Milei perdía aliados a mansalva.
En medio de la campaña electoral, con los armados libertarios que Lule Menem constituyó en las provincias para competirle a los gobernadores, los primeros en soltarle la mano fueron los jefes provinciales. Los misioneros fueron los últimos, pero antes ya le habían dado la espalda los salteños que responden a Gustavo Sáenz, los tucumanos que responden a Osvaldo Jaldo y los sanjuaninos que responden a Marcelo Orrego.
“La causa central de la degradación de la política es la falta de cumplimiento de la palabra. Y este Gobierno no solo falta a la palabra, sino que utiliza la mentira como herramienta para degradar la institucionalidad”, cuestionó la salteña Pamela Caletti. Días antes, su gobernador había calificado al Gobierno de “palomas de iglesia” (porque “cagan encima de los fieles”).
La verdadera sorpresa de la votación, sin embargo, fue la ruptura del bloque PRO. Hubo siete diputados amarillos que votaron con la oposición por universidades y ocho por el Garrahan. Silvia Lospennato acompañó ambas iniciativas, así como Sofía Brambilla, Alvaro González o la chubutense Ana Clara Romero. María Eugenia Vidal votó a favor del Garrahan y se abstuvo en la de universidades. El santafesino bullrichista José Nuñez, a su vez, votó a favor del Garrahan y se ausentó en la votación de universidades: todo una señal hacia al Gobierno.
Cristian Ritondo había intentado contenerlos, pero no pudo evitar las fugas. En el PRO estaban furiosos, y más de uno miraba a Lospennato con ira. El proceso de descomposición del bloque había comenzado.
“No es cierto que son kirchneristas quienes acompañan la ley como tampoco es cierto que quienes apoyan el veto lo hacen porque recibieron coimas”, intentó defenderse Lospennato de las críticas de sus compañeros de bloque, y metió el dedo en la llaga: “La gente dice 'basta de hacernos elegir entre pasta o pollo, prefiero no comer'. No me hagan elegir entre lo malo y lo peor, denme algo superior. Eso dicen las urnas”. A solo unos metros la escuchaba, irritado, Alejandro Finnochiaro, uno de los armadores bonaerenses que había ayudado a cerrar, junto a Ritondo, el acuerdo electoral con LLA.
Los radicales, mientras tanto, también le soltaron la mano. O hasta cierto punto: cuando la oposición resolvió apurar el debate, para evitar que se cayeran los votos de los gobernadores, la UCR fue el único bloque se negó a acortar su listado de oradores. “Quieren ganar tiempo para el Gobierno”, mascullaba, irritada, una diputada del peronismo.
Rodrigo de Loredo, incluso, tuvo un cruce curioso con Cecilia Moreau, que por entonces presidía la sesión. “Tengo un deja vú”, comenzó, sorprendido, cuando la vio sentada en el estrado. “Uno lindo, espero”, le respondió Moreau, quien fue presidenta de la Cámara durante los últimos años de gobierno del Frente de Todos. “Me da miedo”, declaró, sucinto, De Loredo, en un guiño indirecto a Martín Menem, quien está viendo peligrar su reelección como presidente de la Cámara baja en diciembre.
Al final, sin embargo, la mayoría de los radicales acompañaron las leyes. Los dos gobernadores aliados del gobierno, Alfredo Cornejo (Mendoza) y Leandro Zdero (Chaco), intentaron convencer a sus diputados de que acompañaran el veto, pero no lo lograron: todos votaron a favor, excepto el chaqueño Gerardo Cipolini, que se ausentó.
Hubo hasta libertarios que acompañaron a Milei en la boleta de 2023 que se negaron a blindar los vetos. El bloque Coherencia, que lideran Marcela Pagano y Carlos D’Alessandro, acompañaron las dos leyes. También el MID, que lidera Oscar Zago, votó a favor. Milei se había quedado solo.
MC