La discusión de Fernández y Larroque que marca el pico de desconfianza entre el gobierno y La Cámpora
A seis días de la votación en Diputados que escenificó la división en el Frente de Todos y generó un ruidoso pase de facturas interno por los piedrazos en el despacho de la vicepresidenta, el futuro de la alianza oficialista sigue gobernado por interrogantes de todo tipo. Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner no hablan, tal como lo confirmó la vocera del gobierno Gabriela Cerruti en su conferencia de prensa semanal.
Alberto Fernández apura la sanción del acuerdo con el Fondo en el Senado y trata de calzarse un traje de fajina para ir a la guerra contra una inflación que no reconoce límites ni fronteras. Pero por dentro nadie arriesga a responder cómo ni cuándo se reactivará la unidad de un frente que está roto en los hechos.
Sin abandonar el perfil bajo en el que se recluyó después de su renuncia a la jefatura del bloque del Frente de Todos, Máximo Kirchner no recuperó el diálogo con el Presidente y toma distancia del gobierno. El ministro del Interior Eduardo De Pedro aparece como el más cercano a las posturas del Ejecutivo, pero a un lado y al otro entienden que ese comportamiento solo se explica por su rol en el organigrama de gobierno. El mensaje de La Cámpora lo expresan el comunicado de tono opositor que difundió la agrupación la semana pasada con un diagnóstico hipercrítico sobre lo que implica el acuerdo con el Fondo y mensajes como el de Andrés “Cuervo” Larroque con cuestionamientos al gobierno por el silencio oficial ante el ataque al despacho de Cristina Fernández.
El último cruce de La Cámpora con Fernández no fue público sino privado. Sucedió el sábado pasado, cuando el ministro de Desarrollo de Axel Kicillof y secretario general de la organización mantuvo una discusión telefónica durísima con el Presidente. Ese día, Larroque sacudió la paz precaria del gobierno cuando escribió en las redes sociales un mensaje que por supuesto no expresaba apenas un pensamiento personal sino que era compartido por todo el cristinismo. “Aturden el silencio y la parsimonia del gobierno frente al ataque al despacho de la Vicepresidenta”, afirmó. Apenas lo vio, el propio Alberto fue el encargado de llamarlo por teléfono para reprocharle la crítica y explicarle que se había preocupado en forma personal por escribirle a Cristina y a Mariano Cabral, su secretario privado y mano derecha, sin recibir ningun tipo de respuesta.
Que se trató de un charla de lo más tensa no es un secreto. Larroque mismo lo admitió en la entrevista que le concedió a Victor Hugo Morales en AM 750. “El presidente me llamó el mismo día sábado. Tuvimos una larga charla muy frontal, donde le expliqué que más allá de las comunicaciones internas o privadas, lo que estábamos reclamando era una postura pública. No podemos dejar pasar eso. Hay un mensaje en atacar a Cristina, de carácter mafioso”, dijo. Larroque apuntó a la doble vara del gobierno y comparó el silencio ante los piedrazos en el Senado con la rápida respuesta del oficialismo ante el ataque con bombas molotov que recibió el Grupo Clarín en noviembre pasado. Fernández le reprochó la comunicación pública y la conversación escaló en torno a la contradicción interna en el FDT.
En ese punto, terminan las coincidencias. Al lado del Presidente, dicen que el ministro de Kicillof bajó el tono de sus críticas en privado y pidió apenas un mensaje público del gobierno. En el camporismo, en cambio, sostienen que la discusión fue bastante más allá de los vidrios rotos y rondó también las diferencias de fondo entre albertismo y cristinismo. Es lo que Larroque expresó en la entrevista con Morales, cuando afirmó que se está viviendo “un momento de peligrosa autoproscripción” del “sector mayoritario” de la fuerza. El dirigente camporista retomó las críticas de Máximo Kirchner en su carta de renuncia y se preguntó: “¿Qué hicimos los dos años previos (al acuerdo con el Fondo)? ¿Se convocó a la sociedad a movilizarse? ¿Se generó conciencia? El gobierno regaló mucha iniciativa y además venimos de perder las elecciones. Tenemos que reaccionar rápido antes de que sea tarde”.
La discusión de Fernández con Larroque fue el último contacto entre los dos sectores principales de la coalición gobernante. En Casa Rosada, dicen que esta vez el enojo del Presidente es mayor al de otras veces porque los últimos episodios de la saga ya no pueden circunscribirse al rubro “diferencias políticas”: piensan que ahora desde el cristinismo desliza la idea de una zona liberada para atacar a la vicepresidenta y potencia la desconfianza más allá de lo pensado. Los cañones por el rol de las fuerzas de seguridad durante la marcha de repudio al acuerdo con el Fondo apuntaron incluso a Aníbal Fernández, un funcionario que hasta hace muy poco tenía una excelente relación con Cristina.
Larroque no solo es el secretario general de La Cámpora y suele expresar el pensamiento de Máximo. Además, es el único de los dirigentes importantes de la organización que no es funcionario nacional y no depende del Presidente. Por eso, es uno de los pocos que puede hablar ante el silencio del resto del camporismo ejecutivo.
Al menos hasta hoy, la postura pública de los seguidores de Kirchner hijo es que nadie duda de la necesidad de la unidad y dicen que nadie quiere romper. Sin embargo, los habitues de Olivos tienen cada vez más dudas. Lo cierto es que el lugar de la agrupación se redefine y, si las diferencias se mantienen o profundizan, su protagonismo en el gobierno seguirá licuándose.
Según dicen en Casa Rosada, Larroque siempre tuvo buena relación con el Presidente y fue uno de los que no estuvo de acuerdo con la renuncia de Máximo a la jefatura del bloque. En La Cámpora algunos lo definen como el “sismógrafo” que asume el rol de anticipar escenarios de conflicto. Esta vez, la crisis está sobre la mesa y nadie sabe cuándo ni de qué manera podrá saldarse.
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