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EL AÑO ELECTORAL La campaña hacia el 22-O

De la euforia al pánico: el subibaja emocional de los candidatos en la última semana

Sergio Massa y Axel Kicillof en el acto de Sarandí

Pablo Ibáñez

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“No tengo números, tengo fe”. Lo dice un campañólogo del peronismo y grafica, a cuatro días de la elección, el subibaja anímico que reina en el oficialismo. Es un péndulo que oscila entre los pronósticos dulces de algunas encuestas, que siembran sonrisas y oasis de calma, y su contraola: los momentos de pavor frente a la presunción de que hay algo que no se ve -o que no se quiere ver- y que puede construir en el peor domingo posible para Unión por la Patria (UP).

Esa atmósfera bipolar enturbia al oficialismo. Quizá, por razones insondables, Sergio Massa es quien se muestra menos afectado por la amplitud térmica del ecosistema PJ. El ministro-candidato transmite, en general, una perspectiva favorable, de inevitable segunda vuelta, con un resultado lo suficiente bueno para el peronismo, no solo que garantizaría que el 23 de octubre no sea un incendio de los mercados sino que, además, incomodaría a Javier Milei, el otro duelista del hipotético balotaje, que desde el domingo 13 de agosto se imagina como futuro presidente. ¿Cómo reaccionaría Milei si el 22 a la noche no tiene un resultado aplastante? Es una de las innumerables preguntas que rondan los búnkeres del poder.

No mucho tiempo atrás, en charlas relajadas con amigos de la política -una categoría en la que Massa hace un corte transversal que incluye a dirigentes opositores- el candidato presidencial ironizaba que si lograba entrar al balotaje, siendo el ministro de Economía de Argentina, eso le valdría un lugar reservado en el Guinness de la política. Pero Massa es, ante todo, un voluntarioso: sin esa voluntad irracional no estaría donde está ni, a días de la general, sería un candidato competitivo.

Las encuestas son un insumo tan adictivo como tóxico, pero la meteorología electoral no alcanza para ofrecer precisiones. “Solo tendencias”, dice un operador bullrichista que repite, desde hace 20 días, que Milei baja, Massa está estable y Patricia sube. Pero la falibilidad de los sondeos no son para “este cronista” -Wainfeld vibes- malicia de los consultores: es evidente que los estudios de opinión pública no sirven, quizás jamás sirvieron, para dar resultados precisos. Pero ante la incertidumbre las opciones son orientarse por encuestas o hablar con los dirigentes -que cuentan o entienden lo que quieren “en la calle”- o, como en el relato de Roberto Fontanarrosa, interpretar el vuelo de los pájaros.

“La elección se polarizó: Patricia está afuera y es Milei o Sergio. Eso define todo”, dice un candidato de UP que arriesga un empate pero, como cláusula gatillo, contempla una reacción subterránea que puede volcar el resultado para cualquier de los dos lados. Es decir: un empate que no puede ser tan empate. Una moneda en el aire que toma, sin embargo, un dato que desde hace tiempo sectores del peronismo temen: que la performance final de Bullrich sea floja. La tesis lineal es que la mayoría de los votantes de JxC que no van a Bullrich, tienen como destino a Milei aunque algunos sostienen que hay un voto radical que, temeroso del perfil anti estado del libertario, derivará a Massa.

En LLA bonaerense, donde Carolina Píparo es candidata a la gobernación, afirman que los dirigentes locales de JxC, incluso buena parte de los intendentes cambiemitas, reparten la boleta municipal propia junto a la boleta entera de Milei. Sobre esa teoría, fantasean con que Píparo podría producir la magia de pasar de 24 a 37 puntos y convertirse en gobernadora. Matemáticamente, parece muy difícil. En su propia incertidumbre y su subibaja anímico, cerca de Píparo se ven “competitivos” y atan eso a la posibilidad de que Milei gane en primera vuelta.

No hay, hasta acá, sondeo que contemple eso porque supondría un deterioro brusco de JxC y que Axel Kicillof no retenga, siquiera, los votos de las PASO. Pero todo es probable. En 2019, María Eugenia Vidal leía encuestas en las que ganaba por 6 puntos y perdió por 19. Entre expectativa y realidad, hubo un gap de 25 puntos. Es cierto que, en aquel caso, se trató de encuestas contra elecciones reales. El 13 de agosto, Píparo tuvo una PASO con 1.9 millones de votos mientras que Kicillof ganó con más de 3 millones. Es decir: más de un millón menos de votos sobre un universo electoral de unos 10 millones de votos.

En los últimos días, Milei hizo algunas enmiendas en su campaña: bajó la visibilidad de Victoria Villarruel y, además, archivó el show con motosierras en sus caravanas. En su último spot, volvió a poner en el foco al kirchnerismo como recurso para tratar de ganar terreno en la provincia de Buenos Aires.

Teorías

El interrogante central, que en el oficialismo no quieren ni contemplar, es si hay chances estadísticas de que Milei gane en primera vuelta. En el bullrichismo detallan, calculadora en mano, que para superar los 40 puntos debería obtener unos 11 millones de votos y como en las PASO obtuvo 7,3 millones, tiene que crecer 3,7 millones de votos. Es decir: aumentar un 50% la colecta de votos. Difícil pero no imposible. “Si viene la ola, que tendría que ser un tsunami, es imparable”, dice un libertario que zigzagea entre la convicción de que Milei gana en primera y que es imposible que eso ocurra. Según el día, según la hora.

El consultor español Alfredo Serrano Mansilla, titular de CELAG, la encuestadora que en mayo pronosticó a un Milei con 29 puntos y primero en las PASO, y 20 días atrás proyectó casi un empate entre el libertario y Massa, teoriza sobre las posibilidades de que el domingo se resuelva la elección presidencial. Serrano Mansilla hace, desde CELAG, un portfolio de encuestas -junta los resultados de 45 mediciones- y sintetiza la media. Unificadas dan a Milei algo más de punto arriba de Massa, y Bullrich tercera, bastante alejada.

Pero explora el asunto de las chances, o no, de que no haya segunda vuelta. El consultor considera “altamente probable” que “exista segunda vuelta entre Milei versus Massa”. Pero plantea dos riesgos que podrían hacer que eso no ocurra: que haya un corrimiento de votantes de Bullrich a Milei como “voto útil” anti Massa y que, al final, Massa no capture a todo el votante K. Serrano Mansilla estima, según una medición de CELAG, que hasta un 30% de votantes de Bullrich podrían migrar hacia Milei. En números, eso implicaría que JxC baje de los casi 30 que, computando solo afirmativos sacó en las PASO a cerca de 20 puntos.

Para crecer de los 31,6 -sobre afirmativos- que sacó en las PASO, Milei debe tener crecer de manera intensa y regular. Estadísticamente tiene más para crecer en la provincia de Buenos Aires, donde sacó 24% -igual que en CABA-, y no tanto en las provincias del interior que tuvo promedios más altos, con casos de hasta 50 puntos. Sobre esa ecuación, la suerte electoral y política de UP está en la provincia de Buenos Aires porque Milei depende de un gran resultado en la provincia para aspirar a ganar en primera en la Nación, y Massa necesita un buen resultado en PBA para entrar con chances a un balotaje. Además, para el peronismo, la provincia es un espacio de supervivencia y contrapeso, y eso se define este domingo.

El factor que apareció en estas horas y genera zozobra es que la recuperación del peronismo no sería la esperada en el norte del país. Un caso específico. Un sondeo sobre Catamarca refleja que si bien Massa gana por 14 puntos, Milei crece respecto a las PASO, en parte a raíz de la caída de Bullrich. Parece existir, más allá del esfuerzo de los dirigentes locales, un desdoblamiento en el voto: sobre todo en las provincias que ya votaron, y que tienen gobernadores conocidos, la dimensión de un cambio con riesgos a nivel nacional, se observa como más lejano. Casi como si se percibiera que al continuar los gobiernos locales, no mileistas, el potencial daño de un Milei como presidente estarían amortiguados.

Un operador de UP describe, en un rapto de realismo brutal, que una catástrofe electoral es posible y repasa que, en lo que va del año, las catástrofes electorales -sobre todo para el peronismo- fueron la regla: derrotas en San Juan, Chaco, Santa Cruz, San Luis y Chubut, y paliza en Santa Fe, más el tercer lugar en las PASO nacionales.

PI/DTC

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