Massa-Kicillof, la “boleta completa” que nutrió al PJ ante una oposición rota
Si se excluyeran los votos bonaerenses, la elección del 22-O hubiese terminado en un empate casi exacto entre Sergio Massa y Javier Milei. Apenas 70 mil votos, en un país distópico sin la provincia de Buenos Aires, separaron al candidato peronista del libertario el domingo último: 32,9 para UP, 32,5 para LLA. Patricia Bullrich, en el subsuelo histórico de JxC, mantendría un estándar en ese mapa trunco: tercera y con 23 puntos. La ecuación, además de cristalizar la trascendencia que PBA para la victoria de Unión por la Patria (UP), explicita el repliegue de JxC y la migración del voto opositor hacia Milei.
La lectura obvia, con el diario del lunes, es que fue acertado -quizá inevitable- sostener la simultaneidad electoral. En 2015, cuando decidió competir por la presidencia, Massa dio un argumento que puede leerse como mandamiento: “los problemas de la provincia se arreglan desde Casa Rosada”. Puede, desde ahí, derivar la afirmación -muy verificada y ahora reforzada- de que la elección nacional se define en la provincia pero, a la vez, que la suerte de la boleta del peronismo necesita de una buena empatía entre la presidencial y la de gobernador. Hay un dato, poco recordado, que lo confirma: en 2015, Daniel Scioli ganó las tres elecciones en el tramo presidente en Buenos Aires a pesar de lo cual Aníbal Fernández perdió con María Eugenia Vidal.
El “doble click” sobre el resultado en la provincia el 22-O aporta otra profundidad. Massa, que repitió casi con exactitud la cantidad de votos que sacó Axel Kicillof, protagonizó un fenómeno poco habitual en el peronismo: superó en muchos distritos el caudal electoral de los candidatos locales de UP, incluso de intendentes propios en territorio históricamente del PJ como La Matanza, Florencio Varela, Merlo o José C Paz. En las PASO, la mayoría de las boletas locales superaron a la nacional, el último domingo apareció un “corte de boleta inverso”, de arriba hacia abajo.
Nacionalización
Se traduce, en esencia, como un registro de nacionalización/provincialización de la elección y refleja que existió, aunque de manera periférica un votante que fue a Massa -o fue, quizá, un voto anti Milei- y que no derramó hacia las candidaturas municipales del peronismo. En dominios no peronistas, como Tres de Febrero y San Miguel, esa distancia fue notable: ganaron los intendentes de JxC mientras que Massa y Kicillof ganaron en el segmento nacional y provincial. El dato obvio es que los dirigentes locales cambiemitas se desprendieron de Bullrich y de Néstor Grindetti pero, además, existió un voto cruzado.
Ocurrió, además, en Lanús y La Plata, distritos que -en el segundo caso se debe confirmar en la Justicia- el peronismo le ganó a JxC. En ambos casos, las boletas de Massa y Kicillof estuvieron por encima de las de Julián Álvarez y Julio Alak. En esos, como en muchos otros municipios, un arrastre positivo de arriba hacia abajo: la “boleta completa” que militó Kicillof fue eficaz y, en datos, no solo terminó con Massa con más votos que muchos intendentes sino que permitió que las boletas locales del peronismo se impongan en distritos opositores que, padecieron, además la boleta yunque de Bullrich y Grindetti.
En el universo conurbano se dio otro registro: como si no hubiese pasado una gestión terrible como la del FdT, entre crisis económica, internas feroces y pandemia, el peronismo tuvo resultados que en algunos casos estuvieron extrañamente cerca de la bomba electoral que fue el Frente de Todos (FdT) en el 2019. En municipios como San Martín, de Gabriel Katopodis, o en Avellaneda, de Jorge Ferraresi, los números del 22-O son menores pero muy aproximados a los de la general del 2019. La consultora Ad Hoc toma una foto de los diez distritos más poblados del conurbano. El resultado es sorprendente: mientras en 2019, el FdT sumó 2.1 millones de votos, en las PASO 2023 había tenido casi la mitad de aquel número -1,1 millones- y el último domingo rozó los 1,8 millones.
El milagro Massa, que en PBA estuvo soldado al de Kicillof y sus 45%, derivó en un crecimiento territorial del peronismo que en la provincia ganó en 84 de los 135 municipios. Operó, claro está, otro factor: la irrupción de Milei como tercera fuerza que dividió el voto opositor y abrió una hendija para que el voto peronista resulte más eficaz. La victoria de UP en lugares como Bahía Blanca y Olavarría, distritos que hacía mucho tiempo estaban en manos de opositores, es producto de ese doble proceso: la división opositora y la “boleta completa”.
Kicillof hizo, como nadie, campaña a favor de la boleta entera. Es lógico pensar que sin la tracción de arriba hacia abajo, sumado a la fragmentación opositora y a la bajísima performance de Bullrich-Grindetti, el peronismo pudiera ser competitivo en distritos como Bahía Blanca. Pero ocurrió y al final del domingo, UP amplió su poderío territorial.
PI /DTC
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