La directiva que había llegado al Senado desde Casa Rosada, minutos antes de que comenzara la sesión, fue sencilla, conservadora. Un debate corto, que no se extendiera hasta la madrugada, y una defensa inexpugnable de la media sanción de Diputados. Patricia Bullrich no podía permitir que el peronismo, que está juntando votos radicales para voltear el capítulo que elimina los pisos de inversión en ciencia y educación, modificara una coma del proyecto. La ley tiene que sancionarse el viernes, a como dé lugar.
El dolor de cabeza del Gobierno tiene nombre y se llama Capítulo 2 del Presupuesto nacional. Específicamente los artículos 12 y 30, que incluyen una serie de trabas y recortes al financiamiento de la ciencia y educación pública. El artículo 12, por ejemplo, autoriza a la Secretaría de Educación a congelar el envío de fondos a las universidades si considera que es insuficiente la información que le dieron sobre el uso de ese dinero.
El artículo 30 del Presupuesto, mientras tanto, es más complejo aún. El artículo deroga cuatro leyes: la que garantiza que el financiamiento de la educación debe representar el 6% del PBI; la que obliga a incrementar progresivamente la inversión en ciencia y tecnología hasta llegar al 1% del PBI; la que crea el Fondo Nacional para Escuelas Técnicas; y la que fija la inversión programada en defensa nacional (FONDEP). Acompañado, en otro punto, de un recorte real de las partidas destinadas a las universidades nacionales, el artículo 30 sintetiza el desfinanciamiento a la ciencia y educación en el Presupuesto 2026.
El problema del Ejecutivo, que quiere terminar la sesión con el Presupuesto sancionado, es que los aliados radicales se resisten a votar el ajuste en educación. “Yo quiero que el Presupuesto se apruebe, pero no puedo convalidar estas cosas. Estoy dispuesto a discutir eficiencia y transparencia, lo que no estoy dispuesto es a seguir leyendo los resultados de las pruebas Aprender, que son cada vez peores”, advirtió, una vez comenzado el debate, el catamarqueño Flavio Fama.
Fama no fue el único. Minutos antes, el radical bonaerense Maximiliano Abad anunció que tampoco votaría el ajuste en Educación. “El oficialismo sostiene una tesis falsa y peligrosa, que el conocimiento y la innovación no tienen nada que ver con el desarrollo”, cuestionó Abad.
En el Gobierno se despertaron las alarmas. Desde temprano que la jefa del oficialismo en el Senado, Patricia Bullrich, está intentando convencer a los senadores radicales de que no introduzcan cambios en el proyecto. No había quedado conforme con la devolución del jefe radical, Eduardo “Peteco” Vischi, quien le había anticipado que el bloque votaría dividido.
El titular del bloque de la UCR intentó unificar postura más temprano, pero fue imposible: a las presiones de las universidades se les habían sumado las presiones de muchos compañeros de partido, por lo que garantizar una defensa uniforme al Presupuesto era impensado. Inevitablemente, una parte del bloque votará en contra de los planes del oficialismo.
Negociaciones contrarreloj
Antes de comenzara el debate, Bullrich pudo ofrecerle una primera victoria al Ejecutivo. La votación, tal como quería La Libertad Avanza, sería por capítulos, no por artículos. Así se votó, con el apoyo de casi todos los aliados, pese a la resistencia del peronismo.
El objetivo era acelerar el debate y dificultar el rechazo en la votación en particular, pero era un regalo tramposo. La experiencia del fracaso en Diputados así lo demostraba porque, si los radicales insistían en votar en contra de los artículos educativos, ya no se caerían solo un par de puntos, sino todo el capítulo 2 (que incluye el financiamiento para Bosques Nativos y el acuerdo de coparticipación).
El fantasma de la derrota se instaló en las filas libertarias. Bullrich abandonó el recinto y pasó gran parte de la tarde encerrada en su despacho, en diálogo permanente con Casa Rosada y los senadores de la oposición. Cuando iban cuatro horas de debate, el ministro de Interior, Diego Santilli, llegó al Senado y se instaló en el despacho de Bullrich. Un par de horas después lo siguió el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem.
En paralelo, Santiago Caputo también dialogaba con senadores radicales y peronistas para intentar convencerlos de que no votaran en contra del capítulo 2. El Gobierno se volvió a jugar al todo o nada de la votación por capítulos y, ahora, hay que hacer control de daños.
El deja vú de la previa al fracaso en Diputados está presente en la cabeza de todos los armadores libertarios. Necesitan evitar que no más de 3 radicales voten en contra del capítulo porque, si no, se cae. Y, con ello, se concretaría el mayor temor de Javier Milei. Es decir: una victoria a medias, con un Presupuesto aprobado, pero que tiene que volver a Diputados para su sanción definitiva.
MCM/CRM