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La autopsia del FMI sobre el programa económico del gobierno de Mauricio Macri encontró bien parado al expresidente. Envalentonado por el triunfo electoral de noviembre, no solo se permitió, al día siguiente de conocerse ese informe lapidario, fustigar con una carta pública al gobierno de Alberto Fernández. Cinco días antes, había protagonizado una foto que describe el momento político que atraviesa, dos años después de dejar la Casa Rosada. Gerardo Morales, el radical que pretende frustrar el plan presidencial de Horacio Rodríguez Larreta, lo visitó en su casa de Acassuso para estrenar con él su título de jefe de la UCR. Conversaron en el living, durante casi una hora y media. “Ahora hay que enfocarse en el 2023. Tenemos que preparar el plan de gobierno”, le dijo Macri, con tono de mentor desinteresado, minutos antes de que empezara a circular la foto del encuentro.  

Después de meses de ostracismo y un cierre de listas que expuso su pérdida de poder en la fuerza que él mismo fundó, el expresidente recuperó terreno en el Pro, hizo campaña en buena parte del país, se permitió reivindicar sin complejos el rumbo marcado por su gobierno, meneó sus vínculos con figuras de la derecha internacional, impuso en todo Juntos por el Cambio el discurso de oposición intransigente, consiguió el respaldo instantáneo de los principales referentes opositores frente a su procesamiento por espionaje ilegal y logró recuperar una silla de peso en el dispositivo para derrotar al gobierno en 2023. Un dato coronó el resurgimiento político del expresidente: Primer Tiempo, el libro que publicó en marzo de este año, se consagró como el más vendido de 2021.

En un juego de espejos asombroso con Cristina Kirchner, Macri ensaya su propia versión de la consigna que marcó el camino de regreso al poder de la expresidenta (“Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede”). “Sin Macri no se puede”, dicen hoy, de manera más o menos explícita, todos los sectores de Juntos por el Cambio, incluso aquellos que habían intentado jubilarlo. “Si ‘con Macri no alcanza’, lo veremos en dos años”, redoblan la apuesta en el círculo de dirigentes que rodean al expresidente. Aclaran que no tiene intenciones de competir para volver a la Casa Rosada, pero no terminan de cerrar esa puerta: “Él dice que no quiere ser candidato, pero no puede decir que no va a ser. A veces el contexto te obliga”.

Antes de empezar sus tradicionales vacaciones en Villa La Angostura, Macri había elevado el ritmo de sus apariciones públicas y sus reuniones políticas. El último encuentro de Pro, hace tres semanas, se hizo en las oficinas que el expresidente montó en Olivos, cerca de la residencia presidencial. Va a ese búnker casi todos los días. Ahí trabajan también sus dirigentes más cercanos: el exsecretario general de la Presidencia Fernando De Andreis y el exsecretario privado y actual legislador porteño, Darío Nieto, referentes políticos del macrismo duro, y el encargado de prensa, Gustavo Gómez Repetto, exsubsecretario de Medios. Completan el círculo más cercano de laderos y colaboradores Hernán Iglesias Illa, exsubsecretario de Comunicación Estratégica, y el diputado Hernán Lombardi, extitular del Sistema Federal de Medios Públicos. Patricia Bullrich, presidenta de Pro, habla todas las semanas con el expresidente, pero trabaja sin jefaturas para su propio proyecto presidencial.

Miguel Pichetto es otro de los que habla seguido con Macri, al igual que varios de sus exministros, como Germán Garavano (Justicia), Guillermo Dietrich (Transporte), Francisco Cabrera (Producción) y Hernán Lacunza (Economía). Este último es uno de sus economistas de consulta habitual, junto con Guido Sandleris, expresidente del Banco Central, y el diputado Luciano Laspina, vicepresidente de la Comisión de Presupuesto. Cabrera suele organizarle encuentros con empresarios y Garavano conoce en detalle las causas judiciales en las que se investiga al expresidente, aunque la defensa corre por cuenta del exfiscal Pablo Lanusse. Los abogados del expresidente, deslizan en las oficinas de Olivos, también le habían sugerido que recuperara protagonismo. “Que no te vean solo, porque te van a venir a buscar”, cuentan que le dijeron. 

Los integrantes del pequeño círculo de macrismo duro son testigos del cambio de clima que favoreció al expresidente y partícipes de la estrategia de acumulación de política. “Quiere ser el papá bueno de Juntos por el Cambio. Se siente cómodo en el papel de mentor”, dice uno de sus laderos, y asegura que los pedidos para ver a Macri se multiplicaron en el último semestre. “No está armando para él. Quiere ser armador de equipos y promotor de figuras. Quiere que se respete a nuestros votantes e influir en el rumbo”, cuenta otro dirigente, y evalúa que la actitud de sobrevuelo de las internas le permitió recuperar terreno a gran velocidad. “Si miramos cómo le fue a Cristina en 2017, vemos que hubo una reivindicación temprana del gobierno de Macri”, celebran en las oficinas de Olivos, e insisten en que el triunfo electoral de noviembre fue, en segundo plano, un plebiscito sobre la gestión 2015-2019: “Hubo errores políticos, pero el rumbo era el correcto. Había un país integrado al mundo, que sabías hacia dónde iba”.  

Lo cierto es que el centro de poder en el Pro se trasladó en el cierre de listas a la calle Uspallata, sede del gobierno porteño. Sin escenificar la ruptura, Rodríguez Larreta estrenó su autonomía política e impuso su estrategia electoral, en contra de los deseos del que fue su jefe durante más de 15 años. “En el cierre de listas Macri no disputó poder por una razón estratégica. Si se enfrentaba a Horacio, podía quebrarse Juntos por el Cambio y su objetivo principal desde que dejó la Casa Rosada fue mantener la unidad. Él quiere ganarle al kirchnerismo y sabe que para eso tenemos que estar todos juntos”, dice uno de los pocos diputados que lo reconoce como jefe político. 

En el macrismo afirman que la ecuación de poder interno se modificó sustancialmente después de aquel cierre de listas. “Macri es el líder indiscutido de la oposición. Fue el gran ganador de las elecciones. Leyó bien y antes que nadie lo que estaba pasando en la sociedad”, dice Humberto Schiavoni, jefe del bloque de senadores de Pro. “Todos nuestros candidatos, incluso los que habían empezado la campaña con un discurso moderado terminaron con palabras casi calcadas de Mauricio”, dice un integrante de la mesa chica macrista, y recuerda que Vidal tomó en la campaña el argumento de Macri, acerca de que el gobierno de Alberto Fernández se había endeudado más que el de su antecesor.  

La exgobernadora de la provincia de Buenos Aires, símbolo de una estrategia electoral que ignoró los deseos del expresidente, fue también la primera en respaldar en público a Macri después de que el juez Martín Bava lo procesó por el espionaje ilegal a los familiares de las víctimas del submarino ARA San Juan, en noviembre. “Macri es parte del 40% que sacamos en 2019. No podés desprenderte de eso. Va a seguir habiendo gestos -explica un dirigente que trabaja codo a codo con Vidal-. La experiencia de Chile demuestra que es más fácil transitar por los extremos y después hacer gestos de moderación.” 

Cerca de Larreta reconocen el peso que ganó el expresidente en los últimos meses, pero advierten que la estrategia de 2023 no debe ser la misma que la de 2021. “Macri y Cristina siguen representando cada uno a un tercio del electorado. Pero para ganar las elecciones a presidente y para gobernar tenés que hablarle al tercio restante y para eso es mejor Horacio”, dice un diputado que junta voluntades para el jefe de gobierno. La relación entre Macri y Larreta atravesó una etapa de frialdad durante el primer semestre de 2020. “No se hablaron durante tres meses por la rigidez de la cuarentena en la Ciudad y el acercamiento de Horacio a Alberto [Fernández] y Kicillof [Axel]”, suelta un diputado macrista. Aunque Larreta cuida el vínculo con Macri no reivindica en público su gestión. 

La relación es, sin embargo, mejor de lo que podría suponerse, aseguran en los dos campamentos. “Se ven todas las semanas, o hablan. No son amigos, son complementarios”, dice un dirigente macrista, y arriesga que unos pocos gestos le bastarán al jefe de gobierno porteño para que Macri respalde su plan presidencial. La designación de Jorge Macri, intendente de Vicente López, como ministro porteño, es leída como parte de esa confluencia. “Hay toda una generación de exfuncionarios de entre 40 y 50 años, que está muy cerca de Horacio”, agrega. Otro ladero del expresidente convalida el razonamiento, pero incorpora adendas importantes: “Mauricio va a jugar al equilibrio hasta el final. No va a dejar que la ignoren a Patricia [Bullrich] ni que se repita lo del cierre de listas, y nadie puede descartar que el candidato termine siendo él.”

En el entorno de la presidenta de Pro, a quien Macri le reconoce la estrategia electoral para restarle cinco senadores al oficialismo, muestran encuestas en las que Bullrich aventaja al resto de las figuras de Juntos por el Cambio. Aunque no exponen en público diferencias con el expresidente, en privado dudan de lo que pueda hacer en 2023: “En general, los líderes políticos no regalan su capital simbólico. Si Macri no puede ser candidato, es probable que respalde a alguien que represente otra cosa, para no desaparecer”. Cerca del expresidente destacan el papel de Bullrich como presidenta de Pro y la relación que tiene con Macri, pero advierten: “Macri no controla a Patricia, nadie la controla”.

El recambio de 2023 no solo representa para Macri la posibilidad de derrotar al kirchnerismo. El expresidente repite entre sus colaboradores que, aunque en un contexto económico mucho más complejo, quien asuma dentro de dos años contará con algunas ventajas comparativas. “Hay una sensación más clara de fin de ciclo cristinista. La sociedad va a acompañar los cambios y eso va a facilitar los acuerdos”, dice uno de sus laderos. Pero no es solo una cuestión de clima político. Con los resultados de noviembre todavía frescos, Macri cree que el próximo presidente de Juntos por el Cambio va a tener mayoría en el Congreso y que la lista de gobernadores oficialistas va a sumar a las provincias de Buenos Aires, Chubut, Santa Cruz, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y La Pampa. En esos planes rebosantes de optimismo, fantasea con un segundo tiempo, al que a cualquiera le gustaría jugar.

GS/WC

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