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ANÁLISIS

El repliegue de CFK abre un interrogante sobre el futuro del kirchnerismo

Cristina Fernández de Kirchner en Río Gallegos

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Las muestras de malestar de simpatizantes cristinistas en redes sociales en las últimas horas del viernes tuvieron su correlato en los grupos de chats de dirigentes y militantes. “Estamos tristes, golpeados”, filtró un diputado bonaerense, poco después del anuncio de la fórmula encabezada por Sergio Massa. La decisión fallida de ir, por fin, con un “candidato propio” había resucitado en las últimas semanas el entusiasmo en esa galaxia del heterogéneo universo peronista.

El argumento que se repite para justificar el giro en la estrategia de Cristina Fernández de Kirchner, “ahora sí se puede ganar”, no bastó para acallar los rezongos y reacomodar del todo el discurso interno. Es cierto, nadie sacó los pies del plato y no hubo cuestionamientos en público a la decisión. No es poco. Pero se abrió un debate sobre el futuro de la fuerza que conduce la vicepresidenta. O que conducía, incluso eso es parte de la discusión. Y si ella abandona la conducción, ¿seguirá existiendo el kirchnerismo? ¿O habrá que buscarle otro nombre? ¿Tendrá los mismos contornos? Preguntas que se hacen dirigentes que le responden en charlas que tienen bastante de desahogo. 

Hay unas pocas miradas optimistas. “Cristina sigue estando en el centro. La estrategia se definió en su despacho”, dijo un funcionario nacional alineado con la conducción operativa de Máximo Kirchner. El presidente del PJ bonaerense jugó como delegado de la vicepresidenta en las negociaciones secretas para llegar a una fórmula de unidad y es quien retiene más poder interno por debajo de Cristina. Pero hay dirigentes que no se subordinan a sus mandatos: Axel Kicillof aparece primero en esa lista, que también integran Andrés Larroque, exsecretario general de La Cámpora, y, en menor medida, Eduardo “Wado” de Pedro.

En el sector cristinista ordenado debajo de la jefatura de Máximo Kirchner, el futuro tiene la forma de una alianza con el resto del peronismo, en la que el kirchnerismo procure subsistir como un ala izquierda e influyente. “Con Massa podemos tener otra dinámica, con reglas de funcionamiento más claras, algo así como el Frente Amplio uruguayo”, analizó un dirigente de la primera sección electoral. Desde esa óptica, el kirchnerismo se mantendrá vigente, en torno del núcleo de ideas que desarrolló en estos veinte años.

Entre los dirigentes de primera línea del cristinismo, incluso de La Cámpora, se imponen miradas más pesimistas. Interpretan que la decisión de ir detrás de Massa fue una apuesta a la “supervivencia” y que el repliegue del espacio empezó y avanzó de manera inevitable hace seis meses, el día en que Cristina anunció que no sería candidata. “Entramos en una etapa de debilidad. La única forma de pasar a la ofensiva era con ella”, dice uno de los dirigentes que pobló el escenario en el acto del 25 de Mayo. Esa debilidad la obligó a la vice a sacrificar a “Wado” de Pedro y a ceder ante las presiones de los gobernadores y de Alberto Fernández. 

La experiencia fallida del gobierno de Alberto Fernández demostró que para ser candidato hay que ser jefe. El poder menguante de Cristina completa la frase: para ser jefe hay que ser candidato. 

Desde la perspectiva de los pesimistas dentro del universo kirchnerista, el cristinismo, ya sin esa conducción omnipresente, podría entrar en un proceso de disgregación o de disolución dentro del peronismo. Está por verse.

GS

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