Era el cuarto acto público de Javier Milei en España y el segundo en que se iba a sentir en su salsa. En los anteriores participó en un encuentro de Vox y recibió un premio en la sede de La Razón y una medalla oficial de manos de Isabel Díaz Ayuso. Lo de este domingo era la clausura del Madrid Economic Forum, un evento en el que la mayoría de los oradores y del público le profesan auténtica devoción. Por tanto, no tenía que ser el presidente de Argentina, sino el león que ruge, al menos como le pintan sus seguidores.
Entró en el recinto como un boxeador. El Palacio de Vistalegre estaba más lleno que en la jornada anterior. Muchos de los en torno a 7.000 asistentes habían pagado 122 euros para verlo sólo a él. Milei ya estaba levantando los brazos cuando aún no lo había visto todo el público. Fue aparecer en las pantallas y la gente se volvió loca y él, todavía más. Sobre el escenario, Milei continuó agitando los brazos como un participante en lucha libre mexicana. El público no dejaba de gritar y él hizo honor a otro apodo menos adulador: “el Loco”.
Era la coreografía habitual del comienzo de los actos de Milei en campaña. Sonaba con fuerza 'Panic show’, una canción del grupo La Renga que de entrada te pone a cien. “Hola a todos. Yo soy el león”, es su comienzo. En realidad, es una canción del año 2000 contra la violencia que ejerce el poder. Primero, el león intenta atraerse a la gente haciendo ver que no tiene que temerle –“por favor, no huyan de mí”– y luego ofrece su verdadera cara, “soy el rey y te destrozaré, todos los cómplices son de mi apetito”. Esa es la parte que más le debe de gustar a Milei.
Milei comenzó a emplearla en sus actos al entrar en política en 2021. La banda mostró su malestar: “Lo que está mal, legal y moralmente, es tomarse la libertad de usar esas canciones para una campaña política y beneficio propio”. Como no presentaron una demanda en los tribunales, el presidente siguió usándola. Es un poco como el PP, que utiliza en sus actos desde hace tiempo la canción 'People Have The Power' de Patti Smith. Cuenta con que el público no conozca la letra y con que la cantante no se entere.
Todo ese espectáculo inicial culmina con el grito de rigor de Milei cuando se coloca frente al micrófono: “¡Viva la libertad, carajo!”. Tres veces con un “¡muerte al socialismo!” incluido. Tras el derroche vocal, el hombre se queda casi sin aliento y necesita un breve descanso. Un buen motivo para que el público le dé una mano. “Si quieren, para que recupere el aire, pueden castigar al bandido local”, propuso. Es muy probable que supiera qué es lo que le iban a responder.
Cómo desaprovechar tal invitación. Una gran parte del auditorio aceptó el ofrecimiento y empezó a aullar: “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”, que se convirtió en el himno oficioso de estas jornadas. La pasión que el público demostró por el argentino confirmó que en la conferencia eran muchos más los votantes de Vox que del PP.
Pasado ese momento inicial, Milei se aprestó a ofrecer su menú de costumbre. No fue muy diferente a otras conferencias que pronunció en varios países, donde hace un largo relato de la situación económica argentina que se encontró y presume de los logros conseguidos. Evidentemente, elige las cifras que más lo favorecen, como es el caso de la inflación.
Milei puede entrar en disquisiciones técnicas sobre la deuda y el tipo de cambio que el público profano entiende a medias o menos que eso. De vez en cuando, lanza un hueso más digerible para calentar al personal con su estilo de comenzar la frase en un tono normal y acabarla gritando con el mensaje que quiere dar.
Durante una pausa algo prolongada, algunos en el público intentaron que les diera carne fresca, algo a lo que pudieran hincar el diente. “¡Hablá de España!”, gritaron varios. Milei se rió y les complació, pero muy brevemente, sólo con una frase: “Contra los socialistas de mierda, yo siempre voy a estar de su lado”. Y luego siguió con la conferencia que traía preparada.
Además de presidente, Milei es su mejor jefe de prensa. Llegó a decir que deberían pensar en darle el Premio Nobel de Economía. En la intervención, describió las cifras de las que está más orgulloso. “Hicimos un ajuste de cinco puntos del PIB en un mes”. “Bajamos treinta puntos de gasto público”. “Bajamos la inflación al 2,5% mensual y confiamos en que esté por debajo del 2% al final del año”. “Hemos bajado los impuestos en dos puntos del PIB”.
Como dice que los impuestos “son un robo”, no es extraño que prometa seguir bajándolos hasta llegar a cifras que quizá estén en el campo de la ciencia ficción. “Aspiramos a devolver a los argentinos 500.000 millones de dólares” en el resto de su mandato a un ritmo de más de un punto del PIB al año.
Milei sólo se mueve en el terreno de los superlativos. Sobre los asuntos más complicados, no tiene problemas. Los ignora. El descenso de la inflación es real, pero Argentina ya está acostumbrada a que grandes éxitos en ese campo no tarden mucho tiempo en darse la vuelta. El durísimo programa de ajuste fiscal tiene este tipo de efectos. Hay otro tipo de consecuencias de las que Milei no habla tanto. El Gobierno canceló todas las inversiones en obras públicas y él está muy orgulloso de eso y lo destacó en Vistalegre. ¿Quiere decir eso que Argentina no volverá a invertir en infraestructuras? Probablemente no, pero de momento no parece que su presidente esté pensando en cambiar de rumbo.
Se ocupó también de insultar a sus enemigos, entre los que los periodistas ocupan un lugar estelar. El periodismo argentino tuvo un lado corrupto a lo largo de muchos años a causa de los intereses económicos de medios de comunicación totalmente ligados a los gobiernos de cada época. De ahí que Milei hable constantemente de periodistas “ensobrados”, es decir, que reciben sobres. Ahora él utiliza esa realidad anterior para cargar contra cualquier crítica que reciba, incluso cuando viene de medios que siempre apoyaron a la derecha.
En el encuentro de Madrid, volvió a utilizar la frase que demuestra que su idea de libertad sólo vale para lo que digan sus partidarios. Cada vez que aparece una información en la que aparecen reseñados comentarios críticos o escépticos con Milei, una horda de usuarios de redes sociales se lanza desbocada contra su autor con insultos y amenazas, algunos de los cuales son retuiteados por el propio presidente.
“No odiamos lo suficiente a los periodistas”, dijo con unas palabras que dejan claro el nivel de su respeto a la libertad de expresión. Prácticamente, no se lo oyó, porque el público estaba dando una respuesta atronadora a la frase anterior en la que se refería a “la basura mediática y los corruptos de los periodistas”.
Presumió de que rompió un mito, el de que este tipo de cura de caballo destruye la reputación de un político. “El ajuste no supone pérdida de imagen”, dijo muy suelto de cuerpo al contar que sus índices de popularidad son ahora “más altos que al principio”.
Eso no es cierto, porque partía de un punto muy alto, el 56% que ganó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Perdió varios puntos en las encuestas y recuperó algo de vuelo. Según un sondeo reciente, su nivel de apoyo ha subido casi tres puntos hasta llegar al 49%. Su nivel de rechazo es también muy elevado y está en el 48,3%. Ahora mismo el país está partido por la mitad.
Su predilección por la hipérbole llega al punto de que hace promesas que suenan delirantes. “En 40 años, Argentina va a ser la primera potencia mundial sin lugar a dudas”, dijo. A cualquier economista que diga que sabe cómo será la economía mundial en cuatro décadas y qué países estarán al frente deberían cambiarle la medicación con urgencia y estudiar si necesita ser internado. Pero Milei labró su carrera política sobre esa clase de locuras. Con “El Loco” no hay medias tintas en Argentina. Lo amás o lo odiás. Premio Nobel o demente peligroso.