Elecciones 2021
Myriam Bregman, la trotskista que pone nerviosa a la derecha
Era lunes cerca de las 9 de la mañana. Myriam Bregman tenía que confirmar el horario de la última charla para esta nota. “Ya te digo”, puso en el Whatsapp y a partir de ahí no volvió a escribir. Al rato, un nuevo mensaje, intenta una respuesta. Clava visto y nada. “Bancá, me están llamando todos porque acabo de recibir un mensaje antisemita”. El ex miembro del Consejo de la Magistratura Alejandro Fargosi había publicado un tuit con una foto de Bregman. “No canto el himno porque no me representa y porque soy de izquierda. Myriam Bregman, militante judía del Frente de Izquierda”, sugiere que dijo ella y se pregunta: “¿Vos votás estas ideas?” La fake news no pasa. En pocos minutos llueven los repudios y Fargosi intenta justificar, patina de nuevo y borra el posteo. Fargosi es ahora candidato del partido “Valores para mi país”, donde comparte lista con la antiabortista Cynthia Hotton. El teléfono de Bregman sigue sonando.
“Están tan enloquecidos porque sus modelos eran Colombia, Chile, y se les desmoronaron. Dedicaron su vida a que las mujeres no avancemos con el aborto y lo conquistamos en la calle. Por eso están así, porque la izquierda reivindica esas movilizaciones y las pone como ejemplo”. El mensaje de Whatsapp llega después de que Bregman corta con Radio 10. Recién son las 11 de la mañana. Mal día para agendar un encuentro con una candidata que ya tenía una agenda complicada de antemano. Periodistas, diputados, actores y decenas de desconocidos le llenan el Twitter. Por la noche hasta Alberto Fernández se solidariza con ella.
El episodio le detona el comienzo de semana. Hace más de un mes que Bregman no tiene domingos. Repasa las actividades para no prometer un horario que después deba cambiar. En los últimos días tuvo marcha por los humedales, encuentro con gente de la cultura, el acto de la juventud del PTS, zooms para discutir estrategias en los días que quedan, visitas a la redacción de La Nación, Crónica y C5N, actividad con los telefónicos que apoyan la candidatura del FIT-Unidad, encuentro con docentes. Dirigente trotskista, abogada de derechos humanos, Myriam está en plena campaña para que por primera vez la alianza de izquierda meta un diputado nacional por CABA.
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Era el 18 de septiembre de 2006. Esa mañana Julio López no se había presentado ante el Tribunal, en La Plata. Lo habían visto caminar por su barrio y después nunca más se supo de él. López había declarado contra el represor Miguel Etchecolatz. Bregman lo representaba en el juicio y tenía que dar su alegato. No había dormido casi nada, estaba angustiada. Alrededor suyo, sus compañeros de querella, miraban los teléfonos tratando de saber algo de López. Se hizo silencio en la sala, tomó el micrófono y solo se escuchó la voz de la abogada rubia con campera de cuero. Delante tenía la gélida mirada del ex director de la Policía de la Provincia.
“Venimos a solicitar un cambio de calificación, que en la sentencia se condene al señor Etchecolatz por el delito de genocidio. Vamos a demostrar en estos alegatos que los hechos aquí tratados no son delitos aislados sino que son parte de un plan sistemático de exterminio”. Lo que siguió hasta el final de su alocución no fue solamente la fundamentación para el pedido de condena sino un extenso alegato político sobre la dictadura. Todo este relato ocurrió durante el primer juicio después de que se anularan las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Etchecolatz recibió una condena a prisión perpetua. Julio López nunca más aparecería.
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En el estudio de canal 9 están sentados Fernando Iglesias, el Chino Navarro y Bregman. Ella está en el medio. El tema es la gestión de la pandemia. Iglesias se entusiasma con las críticas de Bregman al gobierno, pero la sonrisa se le borra al toque cuando ella le recuerda su agite en las marchas antivacunas. “En los lugares en los que gobiernan, ustedes no hicieron nada de lo que le reclaman al Gobierno nacional”. El tono sube, Iglesias se siente cómodo con el exabrupto, pero ella no pierde el hilo. No lo mira, pero le contesta todas. Responde con tono firme, pero cuando Iglesias entra en modo combustible ella frena y sale de ahí. El que se enoja pierde. Bregman propone expropiar a las empresas que producen vacunas e Iglesias le tira: “¿Sabés dónde anda bárbaro lo de las vacunas? En Venezuela y Cuba, donde expropian todo”. Bregman responde entre risas: “¿Qué tengo que ver yo con Venezuela? Por favor, leé un libro”. Los conductores se ríen con ella.
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Myriam nació en 1972 en Timote, una localidad de Carlos Tejedor, en el oeste de la Provincia. La historia de los Bregman en ese lugar se remonta al comienzo del 1900, cuando su abuelo llegó de Bielorrusia y comenzó con su negocio de venta de ropa. En ese pueblo que está a más de 400 kilómetros de Buenos Aires Abraham y su esposa Cirila eran de los pocos judíos del pueblo. El el papá de Myriam, estudió magisterio pero luego, cuando su propio padre murió heredó el local familiar. Myriam y su hermano crecieron en ese pueblo que tardó en ser asfaltado, con vacas y pollos alrededor.
A muchos les suena Timote porque hasta allí llegó, en 1970, el grupo inicial de Montoneros para esconder y asesinar a Aramburu. El sótano del campo La Celma, donde enterraron al teniente general, era un lugar tenebroso para los chicos del pueblo. No entendían muy bien quiénes eran los personajes de la historia pero sabían que ahí había muerto un hombre y con eso era suficiente. Años después Myriam descubriría lo que en ese sitio había pasado.
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Recién en 1996, Myriam se acercó a la primera mesa del PTS en la facultad. “Había algo de la consigna que decía: ‘Trabajador vota trabajador', que me atraía. Eso de no votar a los partidos que perjudican a los laburantes. Y que el que lo dijera fuera el delegado de un astillero me llamó la atención”, explica. Al año siguiente comenzó su militancia. Junto a otros abogados organizaron el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH). En poco tiempo se sumó a la defensa legal de los movimientos de desocupados, de los piqueteros Emilio Alí y Raúl Castells. De fábricas recuperadas como Zanon y Brukman. “Eran momentos muy bravos y Myriam hacía sus primeros pasos defendiendo a luchadores. La acompañamos a las cárceles a sacar a los presos, pero a la salida no solo discutíamos lo que había que hacer legalmente sino también en términos de la movilización que había que organizar. Esos años forjaron mucho de lo que hoy es Myriam como dirigente”, explica una de sus primeras compañeras de militancia, Ana Laura Lastra. Las dos trabajan en la zona de Plaza de Mayo. Ana, en el Indec y Myriam, en el Banco Hipotecario.
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Durante el juicio contra Etchecolaz, su defensa pidió que se citara a Raúl Alfonsín para que explicará las denominadas Leyes de Perdón. El ex presidente llegaba en una posición incómoda. Al entrar, integrantes de organismos de derechos humanos se dieron vuelta. Frente al tribunal, Alfonsín justificó su decisión en el “delicado momento” que vivía la democracia. Cuando terminó el abogado del represor, le llegó el turno a la querella. Bregman y otra de las abogadas, Guadalupe Godoy, se sentaron frente a Alfonsín. “La verdad que estuvimos un poco maleducadas. Le insistíamos en si no estaba arrepentido. Nos respondió y seguíamos. En un momento Alfonsín dijo: ‘Quizás los que tienen menos de 30 no se acuerdan lo que pasó o niegan la historia’. Ahí La Rusa le dijo: ‘Queremos recordarle al testigo que en esta sala hay jóvenes de 30 años hijos de desaparecidos y que conocen con su vida la historia nacional’. No sabés cómo se puso Alfonsín y los radicales que estaban en la sala. Quedaron re calientes”, recuerda con una sonrisa Godoy.
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Los amigos de Myriam le dicen “La Rusa”. “En los pueblos, los que tenemos apellido polaco, judío o alemán son los rusos. Yo de chiquita tenía el pelo casi blanco y, por supuesto, era La Rusa”. En la casa de Timote no había un pasado de militancia política. En la vuelta a la democracia, su papá se había entusiasmado con el candidato radical al que su hija años más tarde haría enojar en el Tribunal de La Plata. Así llevaba a la familia a las caravanas que Alfonsín hizo en esa primera campaña en la que competía con Italo Luder.
En la llegada a Buenos Aires para estudiar Derecho, Myriam no se encontró con ideas de izquierda en la facultad. Allí abundaban liberales y radicales. Pero aprovechó esos tiempos para entender lo que había pasado en los 70. “Me acuerdo que me devoré La Voluntad, de Anguita y Caparrós y A todo o nada, de María Seoane”, relata. Algo de lo que había sucedido en ese sótano de su pueblo le repicaba en la cabeza. Por primera vez pensó que no le interesaba ser abogada de los que podían pagarle.
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Un sábado de hace casi dos años se lanzaba la campaña del PTS en un boliche de San Telmo. Bregman venía en ruta desde Timote luego del velorio de su mamá. A pesar de que Nicolás del Caño era el principal orador, habló primero para darle tiempo a que llegara. Esa tarde Bregman subió al escenario y dijo lo que le salió. “Vengo de viajar muchas horas, acabamos de despedir a mi mamá. Pero quise estar acá. Porque en estos momentos nuestras convicciones se refuerzan. Mi mamá tuvo que dejar la escuela en cuarto grado y desde los 9 años tuvo que trabajar, cuidando chicos y limpiando casas. Trabajó en el comercio familiar y en el último tiempo con una magra jubilación de las que llaman ‘ama de casa’”. Con la emoción en la garganta, criticó a las mujeres de otros partidos que habían votado el cierre de la moratoria para que esas amas de casa se pudieran jubilar. “Nosotras, que somos feministas socialistas no vendemos nuestros ideales, no votamos contra las mujeres”, llegó a decir tapada por los aplausos.
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Ahora es otro sábado, el sábado pasado, en Parque Centenario. Un joven rapero canta en una tarima. “Bolsillo frágil, gatillo fácil”, arenga desde una tarima negra y recuerda con una rima que solo él puede hacer entrar en tempo sobre los crímenes impunes en los barrios. Hay dos enormes pantallas que pasan protestas de Colombia, Palestina, Myanmar, Francia, Perú, Ecuador, Argentina y el movimiento Black Lives Matter de Estados Unidos. El video cierra con una enorme frase que dice: “El futuro que deseamos es el futuro que peleamos”. En otra parte del acto Myriam sale por un canal de cable y dice que piensa ser la tercera fuerza nacional.
-¿Creés que van a ser la tercera fuerza?
-Queremos serlo, igual es más ambicioso que solo lo electoral. Una tercera fuerza política para disputarle a todos los sectores que hoy gobiernan.
-¿Creen que hoy pueden captar el descontento que hay con esos sectores?
-Hace mucho tiempo que le dicen a la gente que hay que votar al mal menor para que no gane otro mal peor. Nosotros le planteamos que hay que pelear por nuestra ideas, las de los trabajadores.
El locutor la llama con el micrófono. Le toca hablar una vez más. Se sube al escenario justo cuando desde abajo los chicos prenden bengalas rojas. Ella se los queda mirando. “¡Mandale, Myriam!”, le dice el del micrófono. “¿Cómo los voy a cortar? Mirá ese agite”, retruca ella. “La Rusa tiene rock”, grita una chica de pelo azul y pañuelo verde, recordando el cruce de hace años entre Bregman y el ahora candidato de Juntos, Martín Tetaz, a quien la dirigente trotskista cargó por no reconocer en un tuit una canción del grupo Todos tus Muertos.
“Muchos se preguntan cómo puede ser que gobierne Larreta en la Ciudad. ¿Saben por qué? Por complicidad. Porque los que dicen que se oponen, le votan todas las leyes que Larreta quiere. ¡No le voten más las leyes a Larreta! Por eso la importancia de ganar bancas para la izquierda. ¡Solo la izquierda se opuso a Larreta!”, grita desde arriba, también con campera de cuero pero con capucha.
La actividad tiene 99% de jóvenes, pero justo abajo hay tres abuelas que se emocionan como si fuera la nieta de todas. Se lo van a hacer saber cuando termine el discurso. El mal de la campaña, las selfies con los candidatos también ataca en la izquierda. Bregman terminó de hablar pero ahora le toca poner la cara para el celular de los compañeros. “Te escribo el lunes temprano, que va a ser un día más tranquilo”, dice y se va, sin ninguna sospecha del comienzo de semana que iba a tener.
AM
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