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El cónclave papal: un “retiro” en el que 100 personas eligen al líder de 1.300 millones y figura mundial

Raúl Rejón

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El papa se elige en un cónclave desde los tiempos de Gregorio X en 1274. La idea fue evitar elecciones larguísimas como la suya propia que tomó 34 meses de sede vacante.

Todo empieza por la mañana con una misa llamada Pro eligendo pontfice. Luego, por la tarde, una procesión lleva a los cardenales hasta la Capilla Sixtina, con la invocación veni creator. Allí, el maestro de ceremonias dice el famoso Extra omnes.

El cónclave se encarga de votar un nuevo pontífice romano, que es obispo de Roma y por eso papa. Así que los cardenales menores de 80 años se enclaustran en una especie de retiro sagrado. Anteriormente, los electores residían justo al lado del lugar de las votaciones, pero ahora cada día van y vienen de la Capilla Sixtina, que está en el Palacio Apostólico, a la residencia de Casa Santa Marta. En la Sixtina votan y en Santa Marta hablan o discuten mientras comen o pasean.

Cada jornada hay cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Hacen falta dos tercios de los votos para salir elegido papa. Si el cónclave se alarga más allá de tres días, se hace una pausa en la que hay una exhortación del cardenal decano de los diáconos antes de otras siete rondas. Si no hay elección, se repite ese proceso con diferentes exhortaciones. Al llegar a la votación 33/34, se pasaría a la fórmula extraordinaria por la que se votan los dos nombres con más apoyo en la última votación. Estos dos pueden hablar, pero no votar.

Durante las votaciones hay tres escrutadores y tres enfermeros encargados de recoger la papeleta de enfermos que no pueden estar en la capilla. Es el caso que puede afectar al cardenal bosnio Puljic, que podría votar en Santa Marta. Las papeletas se dejan en un plato encima de la urna y luego se introducen en ella. Al acabar, los escrutadores recogen las papeletas, cuentan el número de votos y anotan los resultados.

Unos revisores repasan el recuento. Si no hay mayoría y todavía queda otra votación de la mañana o la tarde, se aguarda a ese momento para quemar todas las papeletas juntas. Si hay mayoría, la estufa emite la famosa fumata blanca.

Además de los cardenales, en la residencia hay asistentes durante la duración del cónclave que deben haber sido autorizados por el camarlengo y prestar un juramento de secreto. En caso de quebrarse, las normas eclesiásticas prevén una excomunión automática.

Entre ese personal pueden estar: el secretario del colegio cardenalicio, el maestro de celebraciones litúrgicas, el asistente del decano cardenal, confesores en varios idiomas, dos médicos, el servicio de comedor y limpieza o los conductores que llevan a los cardenales de Santa Marta a la Capilla Sixtina.

El cónclave acaba realmente cuando el elegido acepta el cargo y ha escogido su nombre de papa. La cabeza de 1.300 millones de personas católicas.