Preámbulo de una cumbre especial convocada por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para “acelerar” la lucha contra el cambio climático: la Unión Europea pasó de protagonizar un motín diplomático en la Cumbre del Clima de Egipto en 2022 para forzar más ambición a tener que emitir una inédita declaración de intenciones porque no pudo acordar el nuevo plan climático que debe presentar ante la ONU.
Este jueves el mundo debería saber cuánto está dispuesto a comprometerse para esquivar los peores impactos del cambio climático. ¿La herramienta? Los compromisos nacionales de reducción de emisiones (NDC). Esos planes debieron ser entregados para su análisis en febrero, se amplió el plazo a junio y, otra vez más, a finales de septiembre. Antes del encuentro de líderes en la sede de la ONU solo 50 de los 150 firmantes del Acuerdo de París lo habían depositado, según el recuentro de Climate Watch.
La ONU empuja, pero las resistencias crecen. “Se suponía que este encuentro en Nueva York debería ser un paso clave para avanzar en las negociaciones”, explica el coordinador del área de cambio climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. “En teoría los países deberían haber puesto encima de la mesa sus compromisos en febrero para haber podido analizarlos y llegar ahora preparados para iniciar un diálogo que se cristalizara en la COP de Brasil”, añade. De esta manera –prosigue el ecologista– “harían de pistoletazo de salida para esa nueva revisión al alza de los compromisos nacionales y conocer adónde nos llevan esos planes”.
En este contexto, el optimismo lo pone, por ejemplo, el secretario ejecutivo de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Simon Stiell, quien insiste: “En la década transcurrida desde el Acuerdo de París hemos sido testigos de cambio increíbles”. Hasta el 40% de la electricidad generada mundialmente se hace mediante fuentes renovables.
Se suponía que este encuentro en Nueva York debería ser un paso clave para avanzar en las negociaciones, pero los países han vuelto a fallar. El viraje negacionista hacia la derecha en el Parlamento Europeo pone aún más en riesgo un futuro digno
También la CEO de la European Climate Foundation –y arquitecta del Acuerdo de París– Laurence Tubiana aporta que “la trayectoria mundial ha cambiado: sin el acuerdo caminaríamos hacia un aumento del calentamiento global de 5ºC”, aunque admite que “vemos los costes de la inacción: los efectos del cambio climático nos están afectando duramente. El reto es político”, subraya.
A modo de respuesta política, el presidente de EEUU, Donald Trump, desplegó este martes en la Asamblea General de la ONU una batería acientífica y negacionista completa: llamó al cambio climático “el mayor fraude perpetrado en el mundo” y dijo que “todas esas previsiones, hechas por gente estúpida, fueron erróneas y les han costado fortunas a esos países y les ha dejado sin oportunidades para triunfar. Si no os alejáis de esta estafa verde vais a caer”.
La corriente adversa
La corriente no es favorable. “Recientemente presenciamos grietas en el apoyo popular y político a la transición climática”, afirma una reciente revisión de la literatura científica llevada a cabo por la Universidad Bocconi de Milán. Una desafección creciente relativa a “la distribución de las consecuencias de las políticas climáticas” por un lado y por otro un factor cultural “que conecta con el escepticismo hacia las elites políticas y científicas”. Lo que la nueva derecha estadounidense etiquetó y expandió como woke.
Una de las autoras de este trabajo, Valentina Bosetti, insiste en que en la base de este fenómeno está el desconocimiento: “Los datos nos dicen que los ciudadanos no tienen ni idea de qué políticas climáticas están desarrollándose, qué implican y en qué punto de la transición energética estamos. Se creen las historias que les cuentan. El relato cuenta más que los hechos”.
Los datos nos dicen que los ciudadanos no tienen ni idea de qué políticas climáticas están desarrollándose, qué implican y en qué punto de la transición energética estamos. Se creen las historias que les cuentan. El relato cuenta más que los hechos
Estos investigadores concluyeron que la reacción antiecológica entre los ciudadanos que se ven afectados por políticas climáticas –como eliminar los privilegios fiscales del gasoil– o los que tienen miedo a serlo en el futuro “benefició a los partidos populistas de extrema derecha”, que, además, pudieron utilizar este asunto –añaden– en su “estrategia para politizar mediante temas divisivos que rompan consensos sociales donde la política climática engarza con otros asuntos utilizados de esta manera como la inmigración”.
Por esas grietas se colaron –y las agrandaron– políticas como sacar a EEUU del Acuerdo de París o redoblar la extracción, venta y uso de combustibles fósiles. Una tendencia en la que están los 20 mayores productores de carbón, petróleo y gas mundiales como el mismo EEUU, Rusia, Brasil o Arabia Saudí.
En Europa, según recopilaron los investigadores de la Bocconi, se constó el “impacto adverso que el ascenso de la extrema derecha ha tenido en la acción para mitigar el cambio climático”. “Debilitó las medidas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero, incorporación de las fuentes renovables y el abandono de los combustibles fósiles”.
Y ese ambiente arrastra, por ejemplo, al mundo empresarial al que parece habérsele pasado las ganas de caminar hacia un modelo más verde y abandonó compromisos climáticos.
“Los países volvieron a fallar”, reflexiona Javier Andaluz, quien analiza que “es especialmente preocupante la postura de la Unión Europea con ese viraje negacionista hacia la derecha que hay en el Parlamento Europeo y que pone aún más en riesgo un futuro digno. El retraso de la UE en presentar su plan climático manda una malísima señal por la que Europa pierde liderazgo y se suma al ala retardista”.
Cuando los jefes de estado y gobierno se despidan este jueves, quedarán 15 días para comenzar la Cumbre del Clima en Belém do Pará (Brasil). Y así está el terreno de juego.