Amor a los rascacielos, la odisea de una melliza

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Escena en una torre. Miguel Grinberg camina por las instalaciones relucientes de un edificio antiquísimo: el CCK de hoy, el Palacio de Correos y Telecomunicaciones de antes. No le cuesta moverse entre lo nuevo, entre eso que vino después de lo otro, porque es algo que hizo toda su vida. Destino de precursor, por las calles porteñas, por las de Nueva York; en el Parque Centenario o ahora, en este lugar del centro de una ciudad que un poco después va a volverse fantasmal. Flotantes los pisos de madera, flotante él, que en ese instante se desliza entre la novedad con un saco más o menos formal y zapatillas

Esa llegada es una especie de preámbulo para un documental que va a repasar su vida (está lleno de archivos y diálogos hermosos, se llama Satori Sur, se puede ver gratis por acá, en CineAR Play) y para un festejo: va a ser protagonista de un homenaje, está por cumplir 80 años.

Entonces se mira en un espejo, mientras una mujer le acomoda la ropa. Le ofrece un chal blanco, que él se pone sobre los hombros y alrededor del cuello. Con el fondo oscuro del resto de la ropa, ese pedazo de tela un poco ridículo se parece a una estola. Él nota el aire sacerdotal de la prenda, asume el personaje, junta sus manos y lanza una plegaria entre risas.

Salud pueblo argentino. Estamos en condiciones de cambiar las cosas. Pero si ustedes no quieren, no cambiamos nada. Es un ensayo esto”

Escena en otra torre. El año pasado estuvimos investigando con mi amigo Mariano Schuster para una nota que escribimos sobre el edificio Kavanagh en la revista que distribuye elDiarioAR entre sus socios (más información, por acá). Si hay una plasticola de nuestra amistad –como suele decir otro amigo mío del que les hablé por acá y también por acá– es, entre muchas, la de los edificios: nos gustan y también nos gustan las historias detrás de varias paredes míticas, como habrán notado por acá.

En una de sus búsquedas Mariano encontró una idea de Beatriz Sarlo en su libro La ciudad vista que me pareció encantadora y que citamos en aquel artículo. La vuelvo a traer ahora.

Para referirse al Kavanagh, la ensayista afirma que el rascacielos porteño es un “reflejo invertido” del Rockefeller Center neoyorquino. Y detalla: “El Rockefeller ocupó el corazón de Manhattan, lejos de la city pero enclavado en la Quinta Avenida, el lugar más visible, más imantado por la alta sociedad, el capitalismo mercantil, el show-business y la cultura. El Rockefeller produce ciudad (ciudad corporativa, ciudad del trabajo y de la diversión, parque temático ciudadano en el medio de la urbe); su forma es una especie de aglomerado del futuro con estilos y decoraciones que vienen tanto del modernismo como del pasado. El Kavanagh, como si cumpliera un destino agrario, no produce ciudad: es un hito cuya ubicación está paradójicamente desplazada”.

Miguel Grinberg, referente de una buena parte de la contracultura argentina, pionero de casi todo –beatnik de por acá, trotamundos de por allá– y autor de ese libro esencial sobre los orígenes del rock argentino que es Cómo vino la mano, murió en estos días, a los 84 años.

A cuento de nada o intentando frotar y que salga algo ahí donde solo hay muerte, donde solo está ese vacío absurdo –tan ridículo como un chal blanco–, se me cruzaron los rascacielos (de paso, rascacielos: una de las palabras que más me gustan). El Kavanagh primero y sobre todo el Rockefeller Center. Esas construcciones generosas que, a diferencia de otras más bien parcas, producen ciudad, como dice Sarlo. Las que dialogan sin mezquindad, las que se ofrecen a los demás como un aglomerado del futuro con estilos y decoraciones que vienen tanto del modernismo como del pasado, las que cruzan épocas o no se detienen en una noción del tiempo porque lo trascienden, porque lo inventan ellas cada día.

Pensé en Miguel Grinberg como uno de esos rascacielos nobles en medio de una ciudad que se parece cada vez más a un espectro.

Acá nomás, una nueva edición de Mil lianas. También es un ensayo esto.

1. Lucy & Desi + Being the Ricardos. En los últimos días aparecieron dos grandes excusas para revisar la historia de una de las grandes parejas del mundo del espectáculo: la de Lucille Ball, la pionera de la comedia televisiva en los Estados Unidos con su mítico I Love Lucy, y su esposo y productor del ciclo, el actor Desi Arnaz

La primera es un documental dirigido por la comediante Amy Phoeler, a quien tal vez hayan visto en Saturday Night Live, en la película Mean Girls (recordatorio: este clásico total está en la plataforma de HBO) o en la serie Parks & Recreation. Se llama Lucy & Desi y recorre, como una biografía doble, las vidas y las carreras de Ball y Arnaz, primero en solitario y luego como matrimonio, cuando fueron los protagonistas de uno de los programas de televisión más vistos de todos los tiempos.

El material que usa la directora para armar la historia, que repasa los récords, los escándalos y también los vaivenes del vínculo entre los protagonistas, se podría dividir en tres: están las grabaciones de los programas en sí y su backstage (envidiable la calidad del archivo, las texturas, los gags que seleccionan para mostrar la importancia de la actriz para la historia de la comedia), hay entrevistas muy jugosas (hablan, entre otros, Norman Lear, Bette Midler y Carol Burnett, además de los hijos de la pareja e historiadores del humor y la televisión) y, por último, aparecen las voces de los protagonistas porque la familia conservó decenas de casettes de audio con relatos y reflexiones de los actores.

La segunda entrada a esta historia se estrenó en diciembre y es una ficción, con Nicole Kidman en el rol de la comediante y Javier Bardem como su esposo. El largometraje se llama Being the Ricardos y fue dirigido por Aaron Sorkin. En este caso, la historia recupera varios momentos complicados de la pareja y se muestra comprimida de manera arbitraria como una semana en la que les pasa de todo a los artistas.

Con buenas actuaciones, aunque por momentos un poco embarullada en el relato, tiene el espíritu de una narración en plan apogeo y caída de la dupla.

Lucy & Desi y Being the Ricardos se pueden ver en la plataforma Amazon Prime Video.

2. Flora y fauna, de Leticia Rivas. “¿Gemelas o mellizas? No lo saben, la pregunta les aburre. Si son una célula que se dividió en dos, hay algo ancestral con lo que luchan. Su relación es como esa historia de los erizos: cuando se acercan mucho, se lastiman con sus púas, y cuando se alejan, sienten frío”. La cita pertenece al cuento Bosque de mellizas, un relato que abre el libro Flora y fauna (Tenemos las Máquinas, 2022), de Leticia Rivas.

Flora y fauna trae ocho relatos. Algunos de ellos tienen como protagonistas a las mellizas Pamela y Elisa y están contados en tercera persona, en otros Elisa es la narradora en primera y narra alguna de sus peripecias, su propia odisea, en algún otro no son mencionadas de manera directa, pero parecieran estar boyando por ahí.

Lo que más me interesó de estas historias es que están contadas con una sencillez tramposa (una oscuridad sutil, como el título de otro de los cuentos del libro). En un universo que podría situarse desde comienzos de los 2000 hasta hoy –de fondo: los primeros trabajos, los primeros celulares, la precariedad laboral, las citas por Tinder, la apuesta a la maternidad– todo lo que parece nítido trae una sombra, un doblez, un pliegue que tiene que ver con la búsqueda de la identidad por senderos que no hacen más que bifurcarse. Como escribió Federico Falco en la contratapa del libro, los cuentos circulan por “territorios inestables y desafiantes donde la lucha no solo es para abrirse paso en el mundo, sino también para intentar determinar con precisión (...) cuál es la propia historia y los propios deseos”.

Leticia Rivas nació en Buenos Aires, en 1981. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Además de escribir, a veces, hace ilustraciones. Tiene, en efecto, una hermana melliza y vive en el barrio porteño de Colegiales. Flora y fauna es su primera publicación.

Ya que estamos: el sello Tenemos las Máquinas cumple 10 años por estos días y vale la pena recorrer el catálogo de esta editorial para encontrar primeras obras de autores y autoras contemporáneas notables y una apuesta al género cuento que no siempre tiene el espacio que se merece.

El libro Flora y fauna, de Leticia Rivas, acaba de salir por la editorial Tenemos las Máquinas. Más información, por acá.

3. Desembarco en las Georgias, de Felipe Celesia. “La emoción de lo desconocido era apenas un complemento para la mayoría de los hombres que aguardaban en el muelle aquel 11 de marzo de 1982. Estaban ahí, asumiendo el compromiso de permanecer cuatro meses en una isla que desconocían por completo, por la paga”. La escena pertenece al libro Desembarco en la Georgias (Editorial Paidós, 2022), del periodista y escritor Felipe Celesia donde se reconstruye un episodio desconocido, casi oculto, que tuvo lugar hace 40 años, cuando un grupo de chatarreros y técnicos argentinos fue convocado por un comerciante para desguazar instalaciones balleneras abandonadas en una isla del Atlántico Sur.

Se trataba de un negocio suculento ideado por un empresario que calculaba alzarse con unos 30 millones de dólares después de una aventura difícil, pero no imposible en plena dictadura militar. Los obreros viajaron hacia las Georgias a bordo del buque Bahía Buen Suceso, perteneciente a la Armada argentina, y pronto zarpó otra embarcación, que trasladó a los Alfa, un grupo de élite comandado por el represor Alfredo Astiz, que tenía la misión de custodiar a los trabajadores en aquel lugar inhóspito.

Cuando las autoridades británicas detectaron esos movimientos, los chatarreros quedaron en medio del fuego cruzado entre dos estados. El conflicto bélico en ciernes, a partir del proyecto de la Junta Militar argentina que pretendía recuperar las Islas Malvinas ese año, escaló y ya no hubo cómo frenarlo.

Para quienes estén buscando leer no ficción de excelencia –de esa plagada de datos, pero también con momentos de profundidad, de esa que no pone en primer plano las sensaciones de quien escribe sino la historia y sus protagonistas, de esa que no se autonarra sino que cuenta–, el tono de Felipe Celesia es ajustadísimo. El autor ya había deslumbrado en sus libros anteriores (mis preferidos: La muerte es el olvido, su trabajo sobre la historia del Equipo Argentino de Antropología Forense, y La Tablada) y acá se las ingenia, una vez más, para combinar lo íntimo (desde la comida hasta las canciones que cantaban los trabajadores) con lo cruento de algunos episodios bélicos.

Hace unos días entrevisté al autor, les dejo la nota por acá. Si quieren chusmear parte del libro, en elDiarioAR publicamos por acá un adelanto.

Desembarco en las Georgias. La verdad sobre el misterioso incidente que desató la guerra, de Felipe Celesia, fue editado por Paidós. Por acá, una entrevista con el autor. Y aquí, un capítulo del libro.

¡Hasta la próxima!

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