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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Exiliada del deseo, condenada a la tragedia: maternidad y discapacidad

Daiana Travesani

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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Estaba junto a mi ahijado en casa de mi abuela tomando unos mates, entre charla y charla –en un tono risueño y vergonzoso– me pregunta: “¿Madrina, vos estás embarazada?”. Sorprendida y tentada le digo que no y por qué pensaba eso. Dijo que le pareció verme panza. En ese momento, con un tono melancólico, mi abuela le dijo: “Querido, la madrina pobrecita no puede ahora con sus piernitas así”.  Yo no pude evitar tentarme y escupir el mate, enseguida cuestionar su afirmación diciendo que eso no era verdad. Le pregunté por qué lo creía con tanta certeza.

Ella fue cambiando mucho su pensamiento en estos casi 8 años desde que yo misma pase a ser usuaria de silla de ruedas y bastones canadienses, pero sé que esa idea es la que tiene gran parte de nuestra sociedad: una mirada lastimosa sobre la discapacidad. 

Luego del accidente, la primera vez que hablé sobre maternidad fue meses después, mientras seguía internada en el centro de rehabilitación. Yo aún sin ninguna deconstrucción hecha sobre mi nueva corporalidad ni sobre la concepción de la discapacidad.