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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Poca data y muchas preguntas: por qué la ciencia sabe tan poco sobre los cuerpos femeninos

Existen 2.000% más estudios sobre el pene que sobre el clítoris, lo que refleja la marginalidad de la sexualidad femenina en la ciencia.

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En el mundo hay 92 países en donde aún se registran mutilaciones genitales femeninas. En Colombia, por ejemplo, existe una tribu (Emberá) que mutila a sus mujeres y el clítoris ni siquiera tiene nombre. En consecuencia, ellas asocian ese órgano sin nombre sólo al dolor. 

Durante décadas el cuerpo femenino fue un terreno vasto y desconocido en el que anidaron miles de mitos y rituales. Mitos que postergaron avances científicos claves para mejorar la calidad de vida de más de la mitad de la población mundial.

Pero la mutilación femenina no es la única aberración cometida, el desconocimiento respecto a cómo funcionan nuestros órganos, los ciclos hormonales, un cuerpo femenino en movimiento, la estructura ósea, el corazón, los infartos, las mamas, la ovulación, el cáncer, el deseo y el placer tienen larga data. 

En esta nota repasaremos junto a la licenciada Cecilia C., la psicoanalista Débora Tajer y la premiada investigadora del CONICET Adriana De Siervi, cómo avanza la ciencia a la hora de hablar de los cuerpos femeninos y porqué hay cosas que todavía no tienen siquiera nombre.

La ciencia ¿tiene cara de varón?

Cuando se realizan estudios clínicos, investigaciones sobre vacunas, ingeniería de remedios o cualquier cosa que implique análisis sobre los efectos de tal o cual droga, las mujeres, las disidencias y nuestra anatomía no entran en la ecuación. 

Las razones son principalmente dos: la primera es que somos más variables y menos constantes ya que tenemos otro tipo de ciclo hormonal y eso dificulta los estudios. La segunda está atada a la primera ya que al ser más complejo, es más caro pero, ¿se puede medir en dinero la salud de un país e inclusive de un planeta entero? 

La respuesta es que no y es por eso que hoy la ciencia, o mejor dicho las científicas, intentan recuperar todo ese tiempo perdido y se realizan cada vez más investigaciones que tienen a la anatomía “femenina” como protagonista.

“Obviamente, decir que la ciencia desconoce el cuerpo de las mujeres, considerando todos los avances en materia de salud hasta el año 2024, sería absurdo. Sin embargo, al investigar en profundidad este aspecto nos damos cuenta que no es tan así. Un ejemplo son los ensayos clínicos. Según NIH Inclusion Outreach Toolkit: How to Engage, Recruit, and Retain Women in Clinical Research en el año 1977 la FDA recomendó excluir de los ensayos clínicos Fase I y Fase II a las mujeres en edad fértil, o que usaran métodos anticonceptivos, o que eran solteras o incluso aquellas cuyos esposos habían sido vasectomizados”, indica la investigadora Adriana De Siervi.

Excluir de estos ensayos a las anatomías de millones de mujeres fue contraproducente y retrasó descubrimientos importantísimos. “Esto provocó falta de información acerca de cómo los medicamentos afectan a las mujeres. En 1985 un reporte del Grupo de trabajo del Servicio de Salud Pública recomendó una investigación a largo plazo sobre cómo el comportamiento, la biología y los factores sociales afectan la salud de las mujeres”, sostiene.

Desde hace más de cuarenta años que en el mundo de la ciencia existen resistencias respecto a políticas que dejaban afuera de investigaciones claves a las mujeres. Es recién en 1991 que la primera directora mujer del Instituto Nacional de Salud (NIH), la Dra. Bernadine Healy, lanzó una iniciativa para enrolar mujeres en ensayos clínicos. 

En 1993, el Congreso de EUA redactó la política de inclusión en la ley federal a través de una sección titulada “Mujeres y minorías como sujetos de investigación clínica”. “Este hito tan tardío es clave para garantizar los medicamentos adecuados para todas las personas”, agrega De Siervi.  

Hasta en los más mínimos detalles 

Si bien la palabra “patriarcado” en esta última década fue tan nombrada que muchas veces parece carecer ya de significado, lo cierto es que el ordenamiento del mundo estuvo anclado al varón heterosexual promedio y eso, aunque parezca que sí, todavía no cambió. 

“Cuando nos referimos al patriarcado como un sistema nos referimos a que el machismo se encuentra en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Existe en nuestras casas, en las escuelas, en el trabajo, etc. y, en la mayoría de los casos, sin que nos demos cuenta. La ciencia no es una excepción. El hombre se encuentra en un lugar central, aún se entiende al cuerpo masculino como neutro, estereotípico”, explica la especialista.

Si hablamos de estudios científicos y de cómo afectó a nuestra vida cotidiana quedar fuera de ellos, podemos irnos a la década de los 80 cuando comienza la crisis del HIV. “Inicialmente era una enfermedad que se entendía como exclusiva de hombres homosexuales, por lo que no se tenía en cuenta desde la ciencia la investigación del HIV en mujeres”, ejemplifica la investigadora. 

Otro ejemplo pueden ser los síntomas de los ataques cardíacos. “Estos síntomas son distintos a los del hombre. Sin embargo, en un mundo diseñado por y para hombres, comúnmente esto se pasa por alto, causando el diagnóstico erróneo en muchas mujeres”, dice y agrega De Siervi: “Algo similar ocurre en el autismo en mujeres, que muchas veces no es diagnosticado ya que los síntomas son otros y eso puede causar grandes problemas para el acceso al tratamiento”.

En 2020 las mujeres policías de Neuquén tuvieron por primera vez sus propios chalecos antibalas RB3 femeninos externos. Los que utilizaban hasta ese momento estaban diseñados para un cuerpo de varón promedio y la incomodidad era total. 

Estos desequilibrios van desde chalecos antibalas hasta los aires acondicionados. El estándar de los 24 a 27 grados como temperatura ideal, por ejemplo, fue establecido en los años 60 y toma como referencia el metabolismo de un hombre de edad media de unos 40 años y 70 kilos de peso. Fórmula que deja afuera y con mucho frío a las mujeres, mujeres que en los 60 casi no habitaban oficinas y no utilizaban estos electrodomésticos. 

Traducido a grados, la temperatura ideal para el hombre es de 22º y para la mujer es de 24º. Ahí tenemos la explicación de esa pelea diaria en la oficina con tus compañeros y ese bucito en la cartera en pleno enero. 

Además, según un estudio realizado por la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles (Estados Unidos) y el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín (Alemania) el cerebro de las mujeres funciona a mayor rendimiento que el de los hombres en una temperatura ambiente más alta.

Por otro lado, podemos mencionar las consecuencias psíquicas que genera crecer en un mundo en el que es el cuerpo anatómicamente masculino el que prima. Tanto en los libros de biología de la escuela como en los documentales. 

De hecho, el documental “El cuerpo humano” de Netflix emitido en el 2020 tiene por primera vez en la plataforma mainstream la silueta de una mujer para demostrar cómo funcionan nuestros órganos. Esa decisión, aunque parezca un detalle, es revolucionaria ya que el todo se compone de las pequeñas cosas y son esas pequeñeces las que conforman cómo hoy miramos el mundo y a nuestro cuerpo.

¿Y qué pasa con el placer?

El ejemplo de la tribu de Colombia que no tiene nombre para el clítoris y que lo asocia directamente con el dolor, sirve para entender cómo la información es, en todos los sentidos, poder. 

Al postular eso es imposible no nombrar a la Educación Sexual Integral como columna vertebral de todos los derechos sexuales y reproductivos. Dicha política que ya tiene más de una década en vigencia en nuestro país logró, entre otras cosas, reducir la cifra de embarazos en la adolescencia un 48%. 

Una de las claves a la hora de hablar de ESI es hacer foco en la I de Integral. Desde hace ya más de diez años la idea de que la salud mental interfiere en nuestro organismo se acomoda como nueva escuela para tratar cualquier tipo de problema tanto físico como mental.

Entender que además de cuerpo somos mente, que los procesos de trauma y de aprendizaje condicionan nuestra vida y nuestra salud, es clave para poder analizar problemáticas sociales cada vez más avanzadas. 

Durante la época victoriana del siglo XIX, las mujeres que padecían problemas uterinos, hormonales o emocionales eran diagnosticadas con una enfermedad llamada “histeria femenina”. La misma no tenía remedio y solo se calmaba por medio de masajes de clítoris hasta llegar al orgasmo. En ese momento y hasta hace no mucho tiempo, para la medicina nuestro deseo sexual era nada más y nada menos que una patología. 

En 1998, la uróloga australiana Helen O’Connell describió por primera vez la anatomía completa del clítoris con todos sus elementos. Desde ese momento hasta hoy, la ciencia fue acercándose a un estudio más completo y justo. Aún así falta muchísimo: según un artículo publicado en marzo en la revista The Journal of Sexual Medicine, hay en el repositorio de 2002 a 2022 de PubMed 53.312 estudios del pene frente a 2.571 sobre el clítoris. 

Tan poca es la data que recién durante el año 2023 se realizó por primera vez una investigación respecto a cuántas terminaciones nerviosas tiene éste importante y menospreciado órgano: 10.000. Es, de hecho, el órgano con más nervios de todo el cuerpo. 

Somos lo que pensamos

Para hablar de placer decidí entrevistar a la Licenciada Cecilia C. Sexóloga que investiga desde hace años este tema e intenta desarmar los distintos mitos y creencias erradas alrededor del clítoris, la vulva y nuestro sistema reproductivo.

Si bien se sabe poco o por lo menos muchísimo menos del clítoris que de la disfunción eréctil, por ejemplo, ese dato no parece ser el más importante. Para la licenciada Cecilia C, no podemos hablar de conocimiento si no profundizamos en un ítem complejo, incómodo y real: los abusos sexuales. 

“Para mí lo más tremendo y lo que hoy ya se empieza a hablar en la psicología más moderna, es el trauma y experiencias adversas en la infancia. Dentro de eso está lo que es abuso sexual, hoy ya la ciencia sabe que una persona que sufrió experiencias adversas en la infancia como el abuso, tiene alterada la respuesta de estrés y eso le genera una vulnerabilidad hacia la depresión y hacia las enfermedades autoinmunes”, sostiene. 

Según UNICEF, una de cada cinco mujeres sufrieron algún tipo de abuso en la infancia. Este dato que podría ser meramente descriptivo, tiene otra contundencia al leer a la licenciada. “Está demostrado que se empeora el tránsito en la menopausia porque tenés el circuito del estrés roto. Entonces, básicamente, si a eso le sumamos la violencia de género cotidiana, la violencia económica, la violencia estética, lo que nos pasa es que vivimos en alerta y como vivimos en alerta, nunca nos vamos a sentir seguras en nuestro propio cuerpo”, indica. 

Las cuestiones que tienen que ver con la psiquis nunca parecen ser verdades absolutas pero los estudios pueden acercarnos a números que marquen, al menos, algunas tendencias. Que la ciencia sepa recién en esta década que los traumas atrofian el proceso natural del cuerpo es un gran avance para la humanidad. 

Y si bien traumas hay millones y parecen no distinguir géneros, la cuestión del abuso sexual sí lo hace. En nuestro país nueve de cada diez mujeres sostienen haber sido abusadas o acosadas al menos una vez en su vida. Si entonces la mayoría tuvo o tiene algún momento sexual traumático y según nuevos estudios eso interfiere en nuestra vida, ¿no hay salida?

Para tratar de entender más al respecto, la psicoanalista Débora Tajer profundiza: “Todas tuvimos alguna situación de abuso o acoso y eso tiene que ver con el patriarcado. En el consultorio vos ves que el tema del abuso sobre los cuerpos femeninos o disidentes es algo muy común. Tiene que ver con la apropiación de los patriarcas y las masculinidades criadas patriarcalmente. Tiene que ver con los cuerpos como objeto, con una sociedad criada sobre esos estándares, entonces hoy lo pensamos como abuso, pero en realidad existía el derecho porque las mujeres éramos objeto”. 

Un estudio publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine indica que las mujeres que vivieron cuatro o más situaciones adversas en la infancia tenían casi el doble de probabilidades de ser sexualmente inactivas y el doble de probabilidades de tener disfunciones sexuales en la mediana edad. El estudio define la disfunción sexual femenina como un trastorno que implica problemas persistentes con el deseo sexual, la excitación, la lubricación, la satisfacción, el orgasmo o el dolor sexual.

Para Tajer, estos descubrimientos no son una novedad aunque sí la forma de abordarlos en las distintas disciplinas. “Hace mucho tiempo sabemos que los abusos condicionan la vida sexual y que son las mujeres las más perjudicadas porque son, estadísticamente, las víctimas. Lo que tiene de nuevo esto es que agregan este condicionante dentro de los protocolos. O sea, los dispositivos de todas las especialidades médicas o de salud ahora tienen que averiguar este tipo de cuestiones y hacer recomendaciones a los ginecólogos. Eso tiene un valor importante ante el tratamiento de estas disfunciones”, resalta la especialista. 

ESI, llave de todas las puertas

Si bien los movimientos feministas hicieron y hacen historia en cada ola, la quinta, que estuvo encabezada por el aborto legal y los derechos reproductivos marcaron un antes y un después respecto a los abusos sexuales en particular.

La cuenta es simple y los números acompañan la realidad de una problemática compleja, recordemos: nueve de cada diez mujeres admite haber sufrido alguna vez algún tipo de abuso o acoso sexual. El silencio, clave para la impunidad, funcionó durante décadas como fiel aliado pero en nuestro país, durante el 2018 cuando la actriz Thelma Fardin denunció al actor Juan Darthés, ese pacto se rompió. 

La revolución y nuestro me too caló profundo y sucedió en un país con ESI, ley que generó también herramientas dentro y fuera de la escuela para combatir los abusos. El 80% de los abusos en la infancia que son denunciados, suceden luego o durante algún espacio de Educación Sexual Integral. 

Cuando el slogan “Con mis hijos no te metas” se hizo público y la militancia en contra de la ESI se transformó en campaña política, se evidenció una incómoda sospecha: hay gente adulta a la que no le conviene que sus hijos e hijas tengan información y herramientas.  

“En estos años aumentó la denuncia de casos de abuso en las infancias porque los chicos y chicas empezaron a darse cuenta sobre algunas cosas que pasaban en la casa y no estaban bien. Y eso es gracias a la ESI. Ha sido muy desigual en todo el país y no se ha implementado de la misma manera, pero aún funciona. Ahora está en riesgo y es realmente un problema porque la ESI es importantísima. Es el lugar en donde se pueden hablar cosas, que si no existe ese espacio, no se van a poder siquiera nombrar”, sostiene preocupada Tejer. 

Cuando hablamos de género hablamos de muchísimas cosas. Todo lo que nos incluye (y excluye) de forma histórica, política y social se encuentra atravesado por esta perspectiva. No existe disciplina ni vínculo que no se encuentre condicionado por este factor y las investigaciones científicas aún carecen mayoritariamente de esta mirada. 

Tanto para el diagnóstico por autismo como para las enfermedades cardiovasculares o los chalecos antibalas, el mundo estuvo y continúa planteado y formulado por y para los varones promedio. La diferencia se realiza en estos espacios y en donde las voces de distintas disciplinas responsables aplican en sus análisis al género como una variable importante.

Una variable que todavía lucha por ser visible pero que condiciona todo lo que hacemos, pensamos y hasta sentimos. “Trabajo hace más de 30 años en clínica y en salud y te puedo decir que he visto un cambio muy interesante fundamentalmente en Argentina. El género no es sólo la sexualidad porque todos los temas de salud están atravesados por esa perspectiva. Veo modificaciones en cardiología, pediatría, ginecología. Hay cambios muy buenos y hay que sostenerlos”, sostiene.

“Hay un ataque a la ciencia, no solamente en Argentina, se vivió durante la pandemia con gobiernos como Bolsonaro y Trump que son negacionistas científicos. En este momento se desarrolla un ataque a la ciencia y a la salud pública fuertísimo. Me parece que los feminismos se tienen que unir con la ciencias en un nuevo pacto porque tienen muchas más cosas en común de lo que pensamos”, finaliza Tejer.

PG/MA

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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

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