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Sobre este blog

A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

Autora: Victoria De Masi

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Nadie se sienta a escribir con lo que no es

Portada del libro "Biografía del Silencio"
14 de marzo de 2022 12:05 h

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Pasé unos días en Córdoba, la provincia de la Mona Jiménez y de Vicente Luy. Daría coordenadas exactas pero no puedo. Un poco por respeto a quienes decidieron vivir allí e intervenir la naturaleza lo menos posible. El otro poco es porque ni Google Maps ofrece coordenadas precisas. Recurriré al lugar común y diré que pasé unos días en medio del monte. Sin energía eléctrica salvo que el sol llegara a abastecer la batería del panel solar -y eso solo aseguraba una hora y piquito de luz-; con una conexión a Internet débil, intermitente, caprichosa. 

En esos días aprendí a diferenciar un roble de una acacia y una acacia de un nogal. Asistí al nacimiento sorpresivo de una flor de pasionaria. No manejé dinero, ni virtual ni físico. Me llevaron a conocer una cascada a la que solo saben llegar los lugareños y no me impresionó tanto la caída de agua sino darme cuenta de que todavía hay rincones inalcanzables para la industria del turismo. El monte huele a fernet puro después de horas y horas de lluvia, ese fue otro descubrimiento. 

El insomnio que padezco desde hace unas semanas me compensó con una experiencia sobrenatural: por la madrugada, los animales nocturnos se organizan y emiten sus sonidos al mismo tiempo, dejando un impass de silencio entre un arranque y el que sigue. Me senté en la cama, a oscuras, y me dediqué a escuchar esa orquesta ciega y en loopSobre esto diré que ahora sé cómo respira la noche.

En el trailer que me convidaron para (no)dormir había una pequeña biblioteca. Cuando terminé el libro que había llevado, tomé uno del estante. Era Biografía del silencio, un ensayo sobre el acto de meditar escrito por el sacerdote Pablo d’Ors. A la luz de una vela entendí en las primeras páginas que el autor no iba a explicarme cómo meditar, sino que rodeaba el acto con todas sus complejidades y todos sus beneficios. No soy una recién llegada a la meditación, lo que no tengo es constancia. Pero aún conocedora de la práctica la lectura era nueva. Y era cómoda, porque funcionaba como un anti-posteo de Instagram. Quiero decir, no era un texto imperativo hecho con frases cortas que sólo buscan un golpe de efecto. Era un relato modesto sobre una experiencia personal.

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Leí de corrido hasta que los ojos no me dieron más. Una línea resonó al despertar: “Nadie se sienta a meditar con lo que no es”. Me autorizo a reformularla: “Nadie se sienta a escribir con lo que no es”. El insomnio y otros malestares que vengo sintiendo tienen origen en una tristeza cuyos motivos prefiero reservarme. Cuando me siento a escribir, esa tristeza está a mis espaldas, como una sombra. O echada a mis pies como los perros negros de Winston Churchill. Cuando me siento a meditar, la tristeza se sienta conmigo.

Adonde vaya irán los perros negros, vendrán mis fantasmas. El monte dice: “Ah, ¿querés sol? No, mirá, acá tengo toda esta tormenta para vos”. La meditación dice: “Seguís apuntando hacia afuera, pero todo ese ruido es tuyo, querida”. La quietud es la línea que une al monte y a la meditación. Cuando todo está quieto, los perros ladran, los fantasmas asoman entre los pulmones de la noche

Escribo esta entrega recién llegada de Córdoba, todavía de vacaciones y en la tarde de #8M, mientras miles, millones de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries toman el espacio público y reclaman derechos que a esta altura deberían estar asegurados. El llamado general es a la huelga de mujeres. Me resulta contradictorio que las trabajadoras de prensa nos pleguemos al paro. Creo que es el espacio que nos ganamos (¡y lo que cuesta sostenerlo!) para difundir el mensaje, para comunicar con argumentos basados en estadísticas, para reafirmar nuestras consignas, muchas de ellas relacionadas con el periodismo y la precarización. Este #8M decido quedarme en casa y escribir. Más que mi forma de parar es mi forma de “pararme”: ponerme de pie en las circunstancias que me tocan.

Cuando logro conectar con el texto -éste, por ejemplo- siento que hay algo de meditación en el acto de escritura. Concentrarse en las palabras, tener-algo-para-decir, casi nunca es fácil. Pero si sincronizo respiración y tecleo el asunto fluye, y entonces medito. Debe ser parecido a bordar. Vuelvo a una marca que hice en el libro de d’Ors, Biografía del silencio“Tanto más se piensa, tanto más se debe meditar: esa es la regla. ¿Que por qué? Pues porque cuanto más llenamos la cabeza de palabras, mayor es la necesidad que tenemos de vaciarla para volver a dejarla limpia”.

En la entrega anterior de Gracias por venir, tomé unas líneas de El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Es que vengo pensando en los duelos, en el gran proceso mental y físico que implican los finales de las cosas. A veces el duelo duele tanto que más que duelo es luto: negro, quieto, muerto. Escribe Didion: “No podemos conocer por anticipado la ausencia interminable que vendrá después, el vacío, que es justamente lo contrario del sentido, la sucesión implacable de momentos durante los cuales afrontaremos la experiencia del sinsentido mismo”. “Pérdida” es preguntarse cómo llenar ese espacio que ha dejado vacante algo o alguien.

En el libro primero del TaoEl camino, hay una referencia a la utilidad de la nada: treinta rayos se unen en el centro de una rueda, pero es el vacío del eje lo que le da su utilidad a la rueda; porque la taza está vacía en el medio es que puede llenarse y ser útil; lo útil en una ventana es, justamente, su nada. Quienes nos dedicamos a escribir podríamos decir que “el terror a la página en blanco” más que paralizarnos abre una posibilidad, la posibilidad de llenar ese blanco con colores propios.

Ese podría ser un final optimista. 

Sí, es.

Pero hoy no puedo.

VDM

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A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

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