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El manifiesto pop de Lali Espósito

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Eran las seis de la tarde del domingo, entrábamos en la zona más oscura de la semana cuando de repente recibí un llamado en el que me avisaban que había una entrada disponible para ver esa misma noche a Lali Espósito en Movistar Arena. No hacía falta que me insistieran mucho, ver en vivo uno de los shows más comentados del año, a menos de diez cuadras de mi casa, era el antídoto perfecto contra la angustia dominical. El Movistar Arena ya me había dado muchas noches memorables a lo largo de 2022: había visto recitales de algunos artistas que sigo desde hace décadas como Fito Páez o Babasónicos y también de algunos que incorporé más recientemente como C.Tangana, Rosalía o Conociendo Rusia. Mi algoritmo de Spotify no tenía dudas que yo iba a estar en esos conciertos, era lo esperable. Ir a ver a Lali, en cambio, hackeaba al algoritmo, era un recital que no estaba en mis planes y tal vez por eso resultó el mejor plan.

Como muchos, empecé a prestar atención a la música de Lali recién este año, a partir del lanzamiento del tema DisciplinaLa propia Lali, que ya tenía cuatro discos en su haber, reconoce que algo cambió desde que salió esa canción allá por el mes de enero. Había algo en la estructura y los recursos sonoros de ese tema y en los lanzamientos que le siguieron que se volvió refrescante y bastante único dentro del clima musical imperante. Sin salirse del mainstream ni de la vocación de hacer una música que llegue a todos los públicos -lo que antes se llamaba, en forma despectiva, “música comercial”-, Lali se permitió encarar hacia un lugar diferente al que iban todos los artistas de su generación. Cuando todos elegían la transitada ruta de la música urbana, ya sea en dirección al trap o al reggaeton, Lali hizo la prueba de tirar el ancla en el pop más puro y duro, el de los 80, los 90 y los 2000. Junto a sus nuevos socios musicales para la composición y producción -Mauro De Tommaso y Galán, con quienes ha conformado el autodenominado Triunvirato del Pop- fueron lanzando en plataformas digitales canciones que funcionaban perfecto en la pista de baile con letras que rompían definitivamente con lo que podía esperarse de una chica que había comenzado su carrera en la factoría Cris Morena.

Disciplina ponía en escena la cuestión de la dominación dentro de una relación sexual. Luego, con la canción N5, aparecía por primera vez de forma tan explícita en el repertorio de Lali, una historia también muy caliente entre mujeres y ya con 2 son 3, se exploraba la posibilidad de una vínculo de tres partes. La naturalidad con la que Lali que se metió en estos temas, en las formas más diversas de vivir el sexo y el amor, combinada con la decisiones musicales que seguían esquivando el canon de la música urbana, la acercaron a nuevos públicos. En la última marcha del orgullo LGBT en Buenos Aires, Lali estuvo presente dando su apoyo a la causa, estrenando una nueva canción y selló para siempre su alianza con ese colectivo que adoptó y abrazó no solo su nueva música sino también su forma de pararse y decir lo que piensa. Por otra parte, las imágenes que habían trascendido de las primeras funciones de la gira la mostraban a Lali en un juego de seducción permanente con los hombres y mujeres de su staff de bailarines. La propia Lali anunciaba que el Disciplina Tour se había convertido en el “chape tour”. Se relajaban en este nuevo mundo que la artista había creado a su alrededor varios mandatos vinculados al propio cuerpo y al contacto físico con los demás.

Con esa foto de la nueva Lali me acerqué el último domingo al Movistar Arena, esperando encontrar sobre el escenario ese tipo de fiesta, atravesada por esa forma de libertad. Y por eso no fue poca mi sorpresa al llegar a las inmediaciones del estadio y descubrir que la mayor parte del público que venía a este show estaba conformada por padres y madres con sus hijos e hijas. Yo ya había asistido a varios recitales en este mismo lugar a lo largo del año, pero en ninguno me había tocado compartir el espacio con esta clase de público. A pesar de todo lo expuesto sobre esta nueva etapa en su carrera musical, Lali tampoco había dejado de ser una referente para niños y adolescentes que se acercan a la música por primera vez.

Promediando el show, pude comprobar la habilidad con la que la cantante y actriz había sabido combinar estos dos mundos hasta convertirlos en uno solo. Expresar en canciones la libertad para vincularse con quien uno quiera, de la manera que quiera, dentro de relaciones consentidas y adultas, no es algo que en el show de Lali deba mantenerse alejado del alcance de los niños. Por el contrario, es una información que gracias a su carisma bastante único bajaba en forma clara y natural a un público bien heterogéneo del que ahora yo también formaba parte.

La del domingo fue la última función del año del Disciplina Tour. En varios tramos del concierto, Lali agradeció al público no solo por acompañarla y haber agotado las entradas en cuestión de horas, sino por seguirla y apoyarla al momento de tomar caminos alternativos en una época en la que todo suena bastante igual. En el marco de un show bien enérgico, que nunca baja, se tomó el tiempo para señalar lo afortunada que se sentía al ser bancada en una aventura musical que -ella misma reconoce- pudo sentirse un poco rara al comienzo, pero terminó dando un nuevo impulso a su carrera. Para marzo del año que viene a Lali la espera el Estadio de Vélez, un concierto multitudinario que será sin duda una prueba de fuego, pero a la vez un escalón más en una carrera aún sin techo en la que justamente fuego nunca faltará.

HS

Eran las seis de la tarde del domingo, entrábamos en la zona más oscura de la semana cuando de repente recibí un llamado en el que me avisaban que había una entrada disponible para ver esa misma noche a Lali Espósito en Movistar Arena. No hacía falta que me insistieran mucho, ver en vivo uno de los shows más comentados del año, a menos de diez cuadras de mi casa, era el antídoto perfecto contra la angustia dominical. El Movistar Arena ya me había dado muchas noches memorables a lo largo de 2022: había visto recitales de algunos artistas que sigo desde hace décadas como Fito Páez o Babasónicos y también de algunos que incorporé más recientemente como C.Tangana, Rosalía o Conociendo Rusia. Mi algoritmo de Spotify no tenía dudas que yo iba a estar en esos conciertos, era lo esperable. Ir a ver a Lali, en cambio, hackeaba al algoritmo, era un recital que no estaba en mis planes y tal vez por eso resultó el mejor plan.

Como muchos, empecé a prestar atención a la música de Lali recién este año, a partir del lanzamiento del tema DisciplinaLa propia Lali, que ya tenía cuatro discos en su haber, reconoce que algo cambió desde que salió esa canción allá por el mes de enero. Había algo en la estructura y los recursos sonoros de ese tema y en los lanzamientos que le siguieron que se volvió refrescante y bastante único dentro del clima musical imperante. Sin salirse del mainstream ni de la vocación de hacer una música que llegue a todos los públicos -lo que antes se llamaba, en forma despectiva, “música comercial”-, Lali se permitió encarar hacia un lugar diferente al que iban todos los artistas de su generación. Cuando todos elegían la transitada ruta de la música urbana, ya sea en dirección al trap o al reggaeton, Lali hizo la prueba de tirar el ancla en el pop más puro y duro, el de los 80, los 90 y los 2000. Junto a sus nuevos socios musicales para la composición y producción -Mauro De Tommaso y Galán, con quienes ha conformado el autodenominado Triunvirato del Pop- fueron lanzando en plataformas digitales canciones que funcionaban perfecto en la pista de baile con letras que rompían definitivamente con lo que podía esperarse de una chica que había comenzado su carrera en la factoría Cris Morena.