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ENTREVISTA

Guillermo Solovey: “No nacemos equipados con la habilidad del pensamiento crítico: la tenemos que aprender y ejercitar”

Guillermo Solovey, investigador en ciencias cognitivas y del comportamiento.

Elizabeth Maier

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Si bien la desinformación no es un fenómeno nuevo, como especie aún estamos aprendiendo a discernir lo verdadero de lo falso en el mar de información al que hoy tenemos acceso. Además, la recompensa social es mayor al ganar un debate y persuadir a los demás que al encontrar la razón última de las cosas —la verdad—, dice Guillermo Solovey, doctor en Física e investigador. La mejor solución disponible es entablar conversaciones con personas que piensan diferente, propone.

Profesor visitante de la Universidad Torcuato Di Tella, profesor de la Universidad de Buenos Aires, investigador en el Laboratorio de Neurociencias (UTDT) e investigador de CONICET en el Instituto de Cálculo (Exactas-UBA), su trabajo se centra en las ciencias cognitivas y del comportamiento, con especial foco en la toma de decisiones, el rol de la incertidumbre y la metacognición. En sus investigaciones, combina experimentos, modelos estadísticos y computacionales. En 2023, publicó dos estudios sobre el tema en Scientific Reports, del grupo Nature. En uno observó que las personas tienden a creer más en las declaraciones si están de acuerdo con el político que las dijo (partidismo). Por otro lado, quienes piensan más analíticamente son un poco más escépticos y tienden a cuestionar más las declaraciones. En un segundo estudio analizó si era posible usar la sabiduría colectiva para chequear información.

“Sabiduría colectiva significa que le puedo preguntar a un grupo grande de personas que no saben si algo es cierto o falso y la respuesta que gane, si están bien dadas las condiciones, va a ser mejor que preguntarle a una sola persona. Es una forma más rápida de acercarnos a la respuesta verdadera”, explica Solovey.

—¿Para qué podría servir la sabiduría colectiva?

—Si uno quiere saber si una frase que circula es verdad o mentira, podríamos acudir a chequeadores. Pero probamos un camino alternativo. ¿Qué pasa si le preguntamos a un grupo grande de personas que no están entrenadas y vemos qué responde la mayoría? Lo hicimos y dio similar a la respuesta de un fact-checker. Entonces, quizás, podríamos pensar el método como una herramienta adicional para verificar información.

—¿Cómo lo probaron?

—Le dimos a un grupo de personas frases que tenían que catalogar como verdaderas o falsas (nosotros sabíamos cuáles eran). Vimos que el método funcionó mucho mejor si, cuando se equivocaban, les dábamos la oportunidad de charlar con otra persona que había respondido diferente. Después de esa conversación, su capacidad de identificar frases falsas mejoraba, sobre todo cuando esas dos personas que se ponían a conversar tenían posiciones políticas opuestas. Sobre un dicho de un político, sin saber qué opinaba el otro políticamente, terminaban llegando a un acuerdo. A la larga, la sabiduría colectiva funcionaba porque cada uno de ellos era capaz de disminuir su sesgo ideológico. En cambio, cuando ponías personas de la misma ideología a hablar, se reforzaban los sesgos y las opiniones iniciales.

—¿Cuál es la limitación del estudio?

—Sigue siendo un hallazgo individual de un paper nuestro, al que yo le confío un montón, pero nunca queda demostrado algo hasta que realmente otros encuentran algo parecido, lo confirman, lo replican, lo revisan. En la ciencia no hay principio de autoridad, sino que funciona por consensos.

—¿Creés que podríamos aplicar la idea de conversar con otros que piensan distinto a la práctica?

—La conversación con gente diversa es beneficiosa, pero en la práctica muchas veces no funciona porque tenemos prejuicios sobre lo que piensan los demás sobre nosotros o sobre lo que pensamos. Estamos segregados, tanto online como offline. En mi caso, por ejemplo, llevo a mis hijos a una escuela en Buenos Aires y, a una cuadra, hay otra escuela muy grande. Jamás, ni ellos ni yo, conocimos a alguien que fuera a esa otra escuela. Eso se llama polarización de grupos, es decir, nos juntamos con gente parecida para reforzar nuestras ideas y prejuicios.

—¿Cómo escapar de esta dinámica que nos impulsa a la polarización?

—No tengo una respuesta definitiva, pero lo que muestran nuestros estudios es que fomentar espacios donde sea posible la conversación entre diversos, con otros que no piensan como nosotros, siempre es ventajoso. Y también para entender que, de alguna forma, somos todos iguales y tenemos que construir un país entre todos, no solamente entre quienes piensan parecido a nosotros.

Por otro lado, en una sociedad en la que votamos por nuestros políticos, tenemos que estar bien informados y, si eso no está garantizado, difícilmente vamos a llegar a una buena decisión. Para eso hay algunos antídotos, como controlar el flujo, la generación y la difusión de información falsa a través de las redes sociales. También hay estrategias más a largo plazo, como enseñar habilidades de alfabetización, en lectura crítica de la información, en pensamiento crítico, para al ciudadano, niños, adolescentes y adultos.

—¿Es correcto decir que ejercitar este pensamiento crítico es antiintuitivo?

—Sí, porque no nacemos equipados con la habilidad de pensamiento crítico, la tenemos que aprender, ejercitar. Imaginate qué poco innato que es ese pensamiento crítico, que una de las maravillas del sistema científico es que se autoimpuso reglas para que los hallazgos tengan control entre pares. Necesito que alguien diferente a mí lo lea, lo examine, critique. Tampoco los científicos, que estamos tratando de saber cómo funcionan algunas cosas en el mundo, estamos salvados de cometer este tipo de errores por el sesgo de confirmación.

—¿Por qué es tan difícil escapar del sesgo de confirmación?

—La capacidad de razonar es un fin adaptativo que tiene que ver con ganar debates, ganar estatus social, imponer y persuadir a los demás. Con ese fin, lo mejor que podés hacer no es cuestionarte a vos mismo, sino encontrar la evidencia que te convenza para poder comunicar y para que los demás digan “sos un crack, te seguimos”. Y cuando un grupo te admira, te quiere, te sigue, la recompensa social es mucho más elevada que la recompensa que tendrías siendo crítico y buscando la razón última de las cosas.

—Desde que empezaste a estudiar estos temas ¿notás alguna tendencia? ¿Hay más desinformación ahora?

—La desinformación siempre existió. Ahora el flujo de desinformación circulante es mayor, pero también el flujo de información cierta. Por otro lado, somos más conscientes de los riesgos que tiene la desinformación, porque hay enfermedades que habían sido totalmente desterradas gracias a las vacunas, pero aún hay quienes creen que las vacunas causan autismo y se enferman. Con nuestro equipo cognitivo limitado, tenemos que lidiar en un mundo donde hay mucha más información que antes.

—¿Te parece que la actitud del presidente de compartir noticias falsas tiene un correlato con una tendencia global?

—En estos tiempos, cada político le habla mucho a su tribu y, para su tribu, a lo mejor algo que no es cierto termina funcionando. La Argentina no es el único caso, es mundial. Lo que se busca es aumentar la afinidad que tiene la gente que te vota, solidificar esos grupos. Entonces se vuelven más difíciles las soluciones, porque entrenar habilidades educativas, de consumo de información, de pensamiento crítico, y de escucha es un ejercicio muy lento y arduo.

¿Puede ser la propuesta de conversación con otros una estrategia anti grieta?

—Si podemos tener unos acuerdos mínimos de convivencia, fantástico, pero no es que la conversación entre distintos tenga que lograr un consenso absoluto. Me parece que lo que pasa últimamente, más allá de la polarización en temas políticos, es la polarización afectiva. Es decir, no solamente opinamos diferente, sino que hay emociones negativas hacia los que piensan diferente. Y eso me parece más difícil de resolver porque, aunque no vamos a disolver todas las diferencias, sí podemos aceptar que, en el fondo, somos todos iguales para la convivencia democrática.

EM/NS

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