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Interna amarilla

Efecto Cristina presa: el PRO acuerdista apura la alianza con LLA, mientras Macri pide cerrar con “dignidad”

Mauricio Macri junto a Silvia Lospennato en un evento de energía dos semanas después de la derrota porteña

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“Vamos a volver”, repite Cristina Fernández de Kirchner, en un audio que sobrevuela una Plaza de Mayo colmada de manifestantes, y un referente bonaerense del PRO suspira, aliviado. “Esto es bueno para nosotros”, admite el dirigente que hace equilibrio entre propios y libertarios para fusionar al PRO con La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires. Las conversaciones diarias se sostienen, pero el Gobierno prefiere esperar a ver como se desarrolla la novela peronista, y en el acuerdismo amarillo están hambrientos de excusas que le permitan reforzar su peso en la mesa de negociaciones. Y la postal de unidad del panperonismo se presenta, así, como una oportunidad.

El razonamiento de los armadores bonaerenses del PRO es el siguiente: si la condena a CFK logra unificar al peronismo detrás de su liderazgo, el Gobierno va a estar obligado a hacer lo mismo con el PRO si desea ganar la Provincia. Sin guerra fraticida, el kirchnerismo, que es oficialismo en PBA, puede hacer una muy buena elección, incluso ganar. Los necesitan, insisten, porque Mauricio Macri, si se enoja y decide jugar solo, puede hacer daño. No mucho, pero lo suficiente para perder la elección.

“(María Eugenia) Talerico te arma una lista y te saca cuatro puntos. Y Espert pierde con Kicillof por dos. ¿Qué haces?”, provoca un dirigente amarillo con diálogo cotidiano con Casa Rosada, que apuesta a que Santiago Caputo y Karina Milei -los dos interlocutores de Cristian Ritondo y Diego Santilli- perciban en la unidad peronista una amenaza lo suficientemente grande que permita terminar de allanar las negociaciones. “El peronismo está acostumbrado a pelear, no se relajan. No hay Marcos Peña en el peronismo, estás acostumbrados a las peleas difíciles y van a poner todo”, advierte, veterano de muchas campañas bonaerenses.

La fantasía, saben, parte de una carencia: la falta de poder en una negociación con un interlocutor que ocupa el sillón presidencial, tiene vaivenes mesiánicos y está empoderado tras una serie de (estrechas) victorias electorales provinciales.“Hacemos lo que podemos, el PRO es un partido en descomposición”, confiesa un dirigente amarillo, en una flexibilidad que, por momentos, se asemeja a la resignación.

A los acuerdistas del PRO, sin embargo, les resulta más sencillo sentarse a negociar con Caputo que con el propio Macri. O con los macristas residuales que están en pie de guerra con LLA, y amenazan con rebelarse a la fusión si no cumple con el requisito mandatado por el partido. Es decir: acuerdo sin sometimiento.

Una promesa que el ritondismo no sabe si podrá cumplir.

La resignación de Macri y la rebelión de Lospennato

La misión de ustedes es salvar al PRO en sus provincias. Arreglen, pero con dignidad”, les dijo Macri a los consejeros del PRO en una cumbre nacional la semana pasada. El presidente del partido le daba, así, libertad de acción a los armadores de cada provincia para que cerraran los acuerdos que consideraran pertinentes para salvar al partido. Macri recordó que habían existido ya diversos esquemas de alianzas en lugares como Santa Fe, Salta y Ciudad de Buenos Aires, y abrió la puerta a que cada partido local trazara la mejor estrategia para sobrevivir.

El ritondismo interpretó este mensaje como una luz verde a avanzar con las negociaciones. “Mauricio, ante lo inevitable, se relaja y goza”, graficó un dirigente bonaerense, para quien las condiciones de “dignidad” todavía hay que discutirlas. Macri, por ejemplo, exige que el PRO y LLA vayan juntos en un frente electoral: no quiere una boleta pintada de violeta engrosada con nombres amarillos, como demanda Karina.

Los armadores bonaerenses, de momento, negocian una alternativa intermedia. Para la elección provincial de septiembre se irá a un frente, que llevará un nombre alegórico a LLA pero que dará cuenta de que forma parte de una alianza más amplia. En octubre, admiten, la boleta será violeta y no dirá otra cosa que LLA.

Para un sector del macrismo, sin embargo, estas condiciones encubren la sumisión del partido. En la reunión del Consejo Nacional del PRO, hubo varias voces, como la de María Eugenia Vidal o de Gisela Scaglia, vicegobernadora de Santa Fe, que exigieron que el PRO mantuviese sus valores y su historia, y no se “tiñera de violeta”. Plantearon reeditar la oferta de Juntos por el Cambio y reubicarse como una alternativa a Javier Milei pensando en 2027.

Ritondo, que escuchó en silencio, argumentó que era “tarde” para plantear una estrategia nacional, y explicó que él tenía que defender la “integridad” de los 13 intendentes bonaerenses que tiene el PRO. Ellos son, explican los armadores bonaerenses, la prioridad: la lapicera en aquellos distritos tiene que estar controlada por los intendentes y no se puede arriesgar a llenar los concejos deliberantes con otra cosa que no sea PRO puros. A cambio, argumentan, se podrá ceder espacio en otras listas.

Ritondo, sin embargo, está en una posición incómoda. Presiona para avanzar con un acuerdo con LLA y está confiado en que, pese a las tensiones con Karina, logrará cerrarlo. Cuenta, para ello, con el cariño del propio Milei, con quien tiene un vínculo personal. Pero no puede avanzar demasiado rápido sin asegurarse, antes, el respaldo de sus compañeros en el PRO. Un apuro en cerrar un acuerdo no “digno” podría acelerar una ruptura en el bloque de Diputados que preside, y se abriría, así, un nuevo frente de conflicto con LLA, que espera que Ritondo ayude a blindar a Milei en el Congreso.

El principal temor, en este caso, es el efecto Silvia Lospennato. La diputada del PRO, que se llevó la marca de la derrota en la elección porteña, está furiosa con Milei, Martín Menem y LLA. Los acusa de haber impulsado una campaña sucia en su contra, y desconfía del acuerdo que Santilli y Ritondo quieren cerrar en PBA. Sospecha que el verdadero objetivo de LLA es destruir al PRO, y se rebela ante la idea de fusionarse con el oficialismo.

La rebeldía de Lospennato, en el último par de semanas, se convirtió en un dolor de cabeza para Ritondo. Su ausencia, junto a otras ocho diputadas del PRO, en la votación en la Cámara de Diputados por el aumento de las jubilaciones despertó las alarmas. Dos semanas después, la preocupación oficialista se extiende, porque tanto Lospennato como Vidal anticipan, puertas adentro, que no ayudarán a blindar el futuro veto de Milei a la ley.

Lospennato considera que ella ya cumplió con su candidatura porteña y que ya no le debe nada a nadie. Está molesta con LLA y, al igual que una decena de legisladoras, se rehúsa a continuar votando de manera automática en el Congreso. En el ritondismo confían en que Macri las terminará ordenando, pero los más mileístas del PRO temen que la rebelión termine generando una grieta en el escudo protector que el presidente logró construir en Diputados. “Tienen razón en tener miedo”, masculla una dirigenta del riñón de Lospennato, y promete guerra.

MC

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