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Lecturas

La gentrificación es inevitable y otras mentiras

Tapa de La gentrificación es inevitable

Leslie Kern

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A fines de la década de 1990, vivía y trabajaba al norte de Londres, sin saber que me encontraba al lado del distrito que originariamente inspirara el término “gentrificación”. Islington, según recuerdo, estaba lleno de las emblemáticas casas de estilo georgiano y tenía una calle principal ajetreada, con negocios, pubs llenos de hinchas del Arsenal Football Club, y muchos cafés y restaurantes. Los barrios municipales, un tipo de vivienda social en alquiler que cuenta con subvención estatal, y la prisión de Pentonville formaban parte de la mezcla de lo que para mí era un barrio típico del norte de Londres.

Hasta ese momento, no solo no había oído hablar de la gentrificación, sino que tampoco tenía idea de que Islington alguna vez había sido una zona insalubre, golpeada por la sobrepoblación y la pobreza. A mediados del siglo XIX, muchos habitantes pobres del interior de Londres se vieron desplazados por proyectos masivos de obra pública, como la construcción de la red de subterráneos. Una vez que fueron empujados hacia el norte, se amontonaron en pequeños departamentos dentro de lo que habían sido casas burguesas distinguidas. Hacia mediados del siglo XX, Islington, junto con otras áreas, era considerada una zona profundamente afectada por la pobreza urbana. La destrucción provocada por los bombardeos enemigos durante la Segunda Guerra Mundial llevó a que se reemplazaran extensas áreas de casas adosadas en ruinas por barrios municipales, lo cual implicó una leve mejora de las condiciones de vida.

Hacia 1960, sin embargo, las casas georgianas que quedaban, venidas a menos, pero lo suficientemente sólidas como para haber sobrevivido a la guerra, poco a poco fueron atrayendo habitantes de clase media. Ruth Glass, socióloga afincada en Londres, reparó en el lento influjo de estas familias que se mudaban a “casas mews y casas de campo modestas y en deterioro”. Las familias fueron reformando y restaurando las casas a través de la igualdad del sudor: con su propio trabajo físico. Con el tiempo, estas casas aumentaron su valor de forma significativa. En 1964, Glass acuñó el término “gentrificación” para describir este cambio económico y demográfico. La propia palabra indica lo que para ella era el aspecto más importante del proceso: un cambio de clase5. La alta burguesía no cesaba de rehacer el barrio a su imagen y semejanza, en consonancia con sus propios gustos y preferencias.

Desde el comienzo, Glass colocó el desplazamiento en un primer plano, como el rasgo distintivo de la gentrificación, debatido en muchas ocasiones. En sus palabras: “Una vez que el proceso de ‘gentrificación’ comienza en un distrito, avanza con rapidez hasta que toda o la mayor parte de la población original de clase obrera ha sido desplazada, de modo que el carácter social del distrito cambia por completo”. Glass nombró a este proceso como una “invasión” y señaló que ya había transformado sectores de Notting Hill, al oeste de Londres, una poblada comunidad de inmigrantes del Caribe. La importancia del desplazamiento y la idea de que “el carácter social” de un barrio puede ser transformado por completo continúan siendo centrales cuando hablamos de gentrificación.

Probablemente, las personas de clase media y alta siempre han tomado espacios y los han reconstruido de acuerdo a sus necesidades y deseos. Según señaló Glass, lo que parecía ser digno de atención en Islington era que se trataba de un área densa, urbanizada y de clase trabajadora, de viviendas donde había una relación inversa entre el estatus social actual, por un lado, y su valor y tamaño. En otras palabras, el estatus social era elevado, mientras que el valor era bajo y el tamaño, pequeño. Estas personas de clase media no estaban mudándose fuera de la ciudad, ni buscaban viviendas más grandes y nuevas. En cambio, se trataba de la decisión de quedarse en la ciudad o de volver a ella; buscaban algo que no era un espacio moderno ni la calma de los suburbios, algo que continúa siendo un asunto de debate. Pero a diferencia de otras tendencias como la suburbanización, la gentrificación parece haber sido motivada por un conjunto distinto de esperanzas y temores.

En aquel momento, el desplazamiento de comunidades inmigrantes, racializadas y de clase trabajadora que provenían de barrios urbanos no era un fenómeno nuevo en Inglaterra ni en otros países. Los gobiernos ya habían identificado a las denominadas zonas “en deterioro” y a los “barrios precarios” como objeto de proyectos de renovación urbana, diseñados para barrer con estas comunidades y reemplazarlas por otras completamente distintas o destinar la tierra para otros usos como, por ejemplo, autopistas, centros comerciales. No obstante, a diferencia del proceso de renovación urbana, el de gentrificación —por lo menos según observó Glass en aquel momento— no consistía en un emprendimiento verticalista financiado por el Estado; ni tampoco involucraba la demolición de los barrios previos.

En cambio, se trataba de habitantes blancos y de clase media que llegaban por voluntad propia a lo que parecían zonas menos atractivas y realizaban cambios graduales en el entorno físico a través de proyectos de renovación y paisajismo. Aunque no existen dudas de que la renovación urbana y la gentrificación están conectadas, como exploraremos más adelante en el libro, esta última parecía ser lo bastante diferente como para merecer un mote propio.

Desde 1964, sin embargo, la gentrificación, según fue definida por Glass, ha tomado distintas formas y trayectorias. En algunos casos, existen procesos de gentrificación que no se parecen en nada al escenario observado en Islington varias décadas atrás.

LK 

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