El rascacielos de Nueva York que estuvo a punto de derrumbarse por un error oculto

Ángeles Oliva

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En Manhattan hay un rascacielos que se construyó en 1977 cometiendo un fallo de cálculo. El error, que se ocultó durante meses, estuvo a punto de destruir barrios enteros y matar a miles de personas. De eso habla la novela de Pedro Torrijos La tormenta de cristal (Ediciones B, 2023) que se basa en dos hechos reales: la construcción del edificio Citicorp y el apagón de Nueva York de ese mismo año, que el autor mezcla y ficciona para escribir un thriller de ritmo trepidante.

“Es real que el rascacielos se construyó con un error, que una estudiante lo descubrió y llamó al estudio del arquitecto para comunicarlo, que lo comprobaron y era cierto, y que se decidió ocultarlo aunque había ciertas posibilidades de que el edificio se derrumbara y matara a miles de personas. Yo he añadido ahí al huracán Ella, que iba en dirección a Nueva York, aunque no llegó a tocarla. He cogido ese huracán, le he cambiado el nombre, y hago que entre en la ciudad, desate un apagón y ahí cojo el gran apagón de Nueva York y todos los disturbios y el despliegue policial que provocó, para crear un final que es un clímax apoteósico”, explica Torrijos, arquitecto y periodista cultural que desde 2013 utiliza su cuenta de Twitter con gran éxito para contar historias de arquitectura.

Todos los jueves publica, en forma de hilos, relatos sobre ciudades, edificios o curiosidades urbanas con el hashtag #LaBrasaTorrijos. Tiene una comunidad de cientos de miles de seguidores que cada semana siguen sus hilos, que publica a las ocho y media de la tarde y casi siempre en directo. En uno de esos hilos contaba la historia del Citicorp que ahora desarrolla en este thriller, un género para él es “el único verdadero”. “Para mí todo es un thriller, desde la Anábasis de Jenofonte, hasta las maravillas que hace Aaron Sorkin, que te coge la creación de Facebook, que a priori no puede haber nada más aburrido que eso y te lo transforma en un thriller fascinante”, señala.

Una torre sostenida en cuatro pilares

El Citigroup Center es hoy uno de los rascacielos más reconocibles del skyline de Manhattan. Tiene 279 metros de altura, con una cubierta que tiene un ángulo de 45 grados y parece volar a 30 metros del suelo. Es un prodigio arquitectónico que el banco más poderoso del momento, Citibank, encargó en los años 70 al arquitecto Hugh Stubbins y el ingeniero Bill LeMessurier, para los que fue un desafío tremendo. Explica Pedro Torrijos que el edificio es muy interesante, no tanto por su cubierta inclinada, sino por su estructura. La torre, de 59 plantas, toma contacto con el suelo a través de cuatro enormes soportes situados en el centro de cada una de las caras del prisma, algo poco común. Pero además, esas columnas están en los centros de las caras y no en las esquinas. La razón es que el rascacielos tenía que elevarse por encima de una iglesia, que está justo debajo y que no podía derribarse.

Un rascacielos la fuerza más peligrosa siempre es el viento, que golpea horizontalmente y al final el rascacielos se comporta como una especie de estaca, de palo que tiene que resistir el esfuerzo horizontal

“La inmigración alemana, a mediados del siglo XIX, construyó una iglesia luterana en ese solar, y tiempo después al lado se instaló la sede central de City Corp. El banco compró ese solar, pero los luteranos no querían vender la iglesia de San Pedro. Al final, el banco se quedó con el solar, derribó la iglesia antigua y les construyó otra nueva. Y así el rascacielos no podía llevar los pilares en las esquinas, que sería lo habitual, sino que se tuvieron que colocar en el centro de las caras, y el edificio sobrevuela literalmente la iglesia”, detalla Torrijos.

Esto creó una complicación importantísima, porque, explica el arquitecto, lo más peligroso para un rascacielos no es el peso ni la gravedad, es el viento: “Al no estar esos grandes pilares en las esquinas sino en el centro de las caras, hacen que el edificio reciba más viento de lo que se pensaba. Y en un rascacielos la fuerza más peligrosa siempre es el viento, que golpea horizontalmente y al final el rascacielos se comporta como una especie de estaca, de palo que tiene que resistir el esfuerzo horizontal”.

Un error, un huracán y un apagón en una Nueva York violenta

Los cálculos utilizados para anticipar y atenuar los efectos del viento tenían un error. Un año después de inaugurarse el Citicorp, una estudiante de Ingeniería de la Universidad de Princeton, Diane Hartley, que hacía su tesis sobre el rascacielos, se dio cuenta. Llamó al despacho de LeMessurier y le comunicó que un cálculo mal hecho haría que el edificio se cayera si los vientos eran muy fuertes. El ingeniero comprobó que el error era real y, aunque pensó que solo una tormenta extrema podría derribar el Citicorp, decidió que había que asegurar inmediatamente el edificio. Cientos de soldadores, a los que habían obligado a firmar un acuerdo de confidencialidad, trabajaron a destajo y a escondidas todas las noches durante dos meses para soldar todas las juntas del edificio.

Entonces es cuando en la novela aparece la amenaza del huracán Ella con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, que pueden derribar el grandes edificios y las autoridades de Nueva York, bomberos y policía establecen un protocolo de emergencia por el peligro de derrumbe.

En medio de esa ficción, Pedro Torrijos ha querido contar el contexto social, político y económico de Nueva York a finales de los años 70. “La ciudad estaba inmersa en una crisis económica brutal. Por un lado, porque el dinero del país estaba yendo hacia la guerra de Vietnam y por otro, porque la propia ciudad era un foco de criminalidad como nunca se ha visto en Estados Unidos y en casi ningún país occidental. Era casi una ciudad sin ley. Ahora Nueva York es una ciudad muy limpia y muy sofisticada, como dicen en inglés, pero en ese momento era una ciudad muy sucia, muy peligrosa, con 200 robos y 40 asesinatos a la semana. De ahí son todas esas películas del Nueva York sucio que hemos visto, como Taxi Driver”, cuenta el escritor, que añade que en medio de esa crisis económica, el banco no quería hacer alarde de derroche. “El otro edificio emblemático de la época son las Torres Gemelas, pero digamos que pertenecen a la ciudad, a la Autoridad Portuaria Mayor, mientras que este un rascacielos enteramente privado y el banco, que sé que tiene mucho dinero, intenta hacer el rascacielos más ecológicamente sostenible. Estamos en la época de las primeras crisis del petróleo y ecológica. Todo esto hace que el ingeniero reciba el encargo de hacer el rascacielos más barato posible”, añade.

Los egos de la arquitectura

Dos de los protagonistas del libro son el ingeniero LeMessurier y el arquitecto Stubbins, que tienen unos egos desmedidos y quieren tallar sus nombres en la Historia con la construcción del Citicorp. Pedro Torrijos cree que hoy ya no es tiempo de grandes arquitectos de edificios emblemáticos. “Haberlos haylos, pero ojalá no los hubiera. Después de la crisis inmobiliaria y financiera de 2008, el mundo de la arquitectura ha cambiado en el mundo occidental. El famoso 'queremos un Calatrava', ya no está a la orden del día, ya no existe tanto esa obsesión por tener un edificio emblemático, que era lo que dominaba el mundo en los 90 y principios de los 2000. Todo el mundo quería tener un edificio emblemático, es algo que también quería reflejar en la novela”, sostiene el arquitecto.

Es urbanísticamente una aberración que en el centro de Madrid haya un estadio del tamaño del Bernabéu, más ahora que acaban de reformarlo para hacerlo más grande

Torrijos no descarta que esos intereses vuelvan: “Está más diluido, por suerte, pero algo queda, y no sé si volverá a resurgir. Desafortunadamente, al gran público le siguen gustando mucho las catedrales. Y cuando hablo de catedrales, es porque los rascacielos y los estadios siguen siendo catedrales y a veces no se paran a pensar lo que significa hacer un rascacielos o un estadio, lo que significa en términos de dinero, de ética, de molestias, de infraestructura…”.

Y pone un caso concreto. “Yo entiendo que el Real Madrid probablemente sea la entidad deportiva más importante del mundo, y entiendo que la masa social del Real Madrid jamás pensaría sacar su estadio del centro. Pero es, urbanísticamente, una aberración que en el centro de Madrid haya un estadio del tamaño del Bernabéu, más ahora que acaban de reformarlo para hacer un estadio más grande. Desde el punto de vista urbanístico, es una locura pero al final a la mayor parte de la gente le gusta eso y, desde las esferas políticas y económicas, se va a intentar que siga haciéndose. Pero desde luego ya no está tan ferviente y tan febril la cosa, porque el dinero es más escaso que hace 20 años”, reflexiona.

Explica Pedro Torrijos que, si bien la arquitectura es una disciplina endogámica que, a menudo, habla para sí misma, él no pretende formar a la gente, sino contar historias, ya sea en formato podcast, como el que ha hecho para el Museo ICO, en hilos de Twitter o en una novela. “No considero que haya unos conocimientos elevados, que haya que acercar al mundo. Lo que a mí me gusta es hacer corrillo, es decir, contar una historia y que a la gente le guste y pase un rato divertido. Yo de lo que más sé es de cine, luego de música, y luego de arquitectura. Si hablo de esto es porque estudié arquitectura y es un lugar del cual se habla menos, pero yo no describo edificios. Yo no quiero escribir divulgación y menos divulgación seria, aunque cuando cuento algo y entro en cuestiones técnicas, voy a intentar que sea lo más preciso posible, las cifras que aparecen en el libro, si no son exactas, son casi exactas. Pero lo que yo quiero es contar una historia divertida y que la gente se lo pase bien”, concluye.