Opinión

Detrás del “encanto” de Qatar, hay vidas y derechos sesgados

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Qatar logró su propósito: durante las próximas semanas, el mundo contemplará maravillado la soberbia de sus monumentales estadios y el paisaje futurista de sus rascacielos elevándose al infinito. Qatar logró su objetivo porque detrás de tanto embelesamiento, lo que no se verá son las vidas y derechos sesgados para consumar el encanto. 

Desde que la FIFA concedió los derechos de organización del Mundial a Qatar hace doce años, nuestra misión ha sido documentar y exponer la situación de los derechos humanos relacionada con este torneo para que el mundo conozca lo que otros pretenden enmascarar. No hemos llamado a un boicot porque creemos que es mucho más útil la exposición y confiamos que el foco de atención puesto en Qatar puede impulsar un cambio real y duradero si el mundo juega en equipo.

No es la primera vez que enfrentamos el sportwashing. Celebramos el orgullo que puede representar para una nación ser los anfitriones de un evento tan masivo como un Mundial pero sostenemos que el compromiso en materia de derecho y las normas internacionales de derechos humanos no pueden quedar en offside. 

Hoy le hablamos a Qatar pero nuestras campañas en torno a grandes eventos deportivos no empiezan allí, ni ahora. Hemos hablado de Juegos Olímpicos y Copas internacionales para exponer los abusos por parte del país anfitrión, los participantes e incluso los patrocinadores del evento. Y esto incluyó desde el Mundial de fútbol en Argentina en 1978 como la represión en China y el encarcelamiento de defensores de los derechos humanos antes de los Juegos Olímpicos de Pekín 2022. 

Tampoco nos hemos callado frente a la represión de la libertad de expresión en torno al Mundial de fútbol de Rusia 2018; la brutalidad policial durante el Mundial de fútbol de Brasil 2014; la violencia policial en Polonia y Ucrania durante la Eurocopa de 2012 y el patrocinio de Dow Chemical durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012 así como los desahucios relacionados con el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010.

Este Mundial incluso nos ha conducido a revisar el papel que la FIFA juega en materia de derechos humanos y cuestionar su seriedad a la hora de hacer del fútbol una fuerza motriz para promoverlos. No hay forma que la FIFA desconociera el oscuro historial de Qatar en materia de explotación de trabajadores migrantes cuando lo designó como sede en 2010. El 90% de su mano de obra es de origen extranjero, mayormente de Asia meridional.

¿A quién le correspondería preparar el país para semejante evento en tiempo récord? Pero más importante aún: ¿a qué costo?

Reformas inconclusas

En Qatar rige un sistema laboral denominado kafala que se ha traducido en abusos de diverso tipo con relación a los trabajadores y trabajadoras migrantes como tasas de contratación ilegales, salarios impagados, lesiones y, en los peores de los casos, hasta la muerte. No hay un número definitivo que dé cuenta de las muertes ocurridas en las obras de infraestructura para hacer real el sueño del primer mundial en un país árabe. En gran medida porque sus autoridades catalogan la muerte de un obrero exhausto por trabajar diez horas expuesto a temperaturas de 39 grados como “causas naturales”.

Desde 2017, Qatar avanzó en una serie de leyes que pretendieron poner fin a la kafala como tal. En 2018 y 2020, se aprobaron dos leyes para eliminar las restricciones que tenían los trabajadores migrantes para salir del país y cambiar de trabajo sin el permiso de sus empleadores. Y el país se ha convertido en parte de varios tratados internacionales que prohíben el trabajo forzoso y otros abusos de los derechos humanos, incluidos los Convenios 29, 105 y 189 de la OIT. Se introdujo un nuevo salario mínimo y se mejoró el acceso a la Justicia. 

Pero desde hace un año para acá, las reformas se paralizaron. Resurgieron las viejas prácticas, tal como expusimos en un informe titulado Unfinished Business: What Qatar must do to fulfill promises on migrant workers’ rights (Asuntos pendientes: Qué debe hacer Qatar para cumplir sus promesas sobre los derechos de los trabajadores migrantes). Varios trabajadores y trabajadoras han advertido que aún enfrentan obstáculos para cambiar de trabajo y hasta la posibilidad de una expulsión del país si el empleador no queda satisfecho. Los abusos persisten. 

Frente a ello, avanzamos con un segundo pedido, para que las lesiones, abusos y muertes no queden impunes. Un programa de reparación exhaustivo y participativo, a modo de fondo de indemnización para las víctimas y sus familias, al que debían comprometerse tanto la FIFA como Qatar para remediar, en parte, los abusos relacionados con la preparación y la celebración del Mundial. El país cuenta con enormes recursos y podría acelerar el progreso de los trabajadores con una mayor inversión en la aplicación de las leyes y, a la par, responsabilizar a las empresas y compensar a los trabajadores. Y la FIFA obtendrá unos 6 mil millones de dólares del Mundial. Recursos no faltan.

Así y todo, no hubo respuesta ni de Doha ni del secretario general de la FIFA, Gianni Infantino. Mejor dicho sí: hubo un pedido por carta a principios de este mes de noviembre del dirigente italosuizo a los 32 países competidores para que se concentren en la fiesta del fútbol y dejen de lado las “batallas ideológicas o políticas” por los derechos humanos.

Un récord pobre en DD.HH.

Las leyes qataríes no solo vulneran los derechos de los y las trabajadoras migrantes. También las personas LGBTIQ+ se ven discriminadas diariamente en aquel país al punto que las relaciones entre personas del mismo sexo están tipificadas como delito, con penas de hasta siete años de prisión en el artículo 285 del Código Penal que refiere a los actos de “sodomía”.

Se han documentado casos en los que funcionarios del Departamento de Seguridad Preventiva de Qatar detuvieron este año a personas LGBTIQ+ en lugares públicos sobre la base de su expresión de género. Es común que les registren sus teléfonos. A las mujeres transgénero detenidas incluso las obligan a asistir a “sesiones de terapia de conversión” como requisito para su liberación. 

Esta ilegalización de la homosexualidad en Qatar ha llevado a muchos jugadores a preocuparse por el trato a las personas LGBTQ+ que desean hinchar por su selección en Qatar. Y lo llamativo es que mientras la organización de la Copa ha buscado reafirmar que “todo el mundo es bienvenido”, el CEO del Mundial, Nasser al Khater, reivindicó las leyes de su país y demandó a los visitantes que “respeten nuestra cultura”.

Asimismo, la Ley de Familia de Qatar habilita la discriminación y el trato no igualitario hacia las mujeres en muchos ámbitos, incluyendo el matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos e hijas y la herencia. Deben tener el permiso de un tutor masculino para estudiar en el extranjero, viajar o trabajar en el gobierno. Del mismo modo, requieren autorización para casarse tras lo cual el deber de obedecimiento se traslada hacia su marido. Pueden perder su apoyo financiero si se niegan, por ejemplo, a tener relaciones sexuales con su esposo, sin una razón “legítima”. 

Del mismo modo, solo los hombres tienen derecho al divorcio de forma unilateral, mientras que las mujeres deben solicitarlo ante los tribunales y solo por motivos limitados. En materia de herencia, las hermanas reciben la mitad que reciben sus hermanos, con el impacto que esto implica para las mujeres. 

La razón por la que Qatar no tiene organizaciones independientes de derechos de las mujeres es que la norma que rige el funcionamiento de las asociaciones en ese país las excluye de los “asuntos políticos” bajo amenaza de disolverlas. Incluso quienes se manifiesten a través de internet pueden ser denunciados y condenados. Subsisten leyes que imponen restricciones arbitrarias sobre la libertad de expresión, como la Ley de imprenta y publicación, de 1979, y la Ley contra delitos cometidos a través de tecnologías de la información, de 2014. Y el Índice de Libertad de Prensa 2021 de Reporteros sin Fronteras ubica a Qatar en el puesto 128 entre 180 países

Así y todo, las qataríes crearon una cuenta de Twitter llamada @QatarFem luego de 2019 para difundir mensajes sobre cómo viven las mujeres en el país del Mundial. La cuenta fue cerrada a las 24 horas y una de sus responsables, citada a declarar. Sin embargo, el mensaje trascendió las fronteras y motivó a que más mujeres hagan oír sus voces en las redes sociales, pese al acoso en línea por parte de individuos o a la intimidación de las autoridades gubernamentales.

La historia de Qatar no se agota con el Mundial. De movida, también serán sede de los Juegos Asiáticos en 2030 y quiere competir por los Juegos Olímpicos de 2036. En consecuencia, toda presión que la comunidad internacional ejerza para poner fin a los abusos aún vigentes no caerá en saco roto cuando Infantino entregue la copa al ganador el 18 de diciembre. Tampoco será un mensaje al viento para la FIFA que seguirá organizando Mundiales y eligiendo sedes en países como Qatar.  En parte, fue la presión internacional la que ha llevado a la federación internacional de fútbol a establecer su primera política de DD.HH. en 2017 y anunciar una Estrategia de Sostenibilidad de la Copa Mundial de Qatar en 2020 y los criterios en materia de derechos humanos para las candidaturas de la Copa Mundial de 2026.

Todavía podemos ganar este partido.

MB