En la Argentina de los años 30, cuando se impuso el primer control de cambios, el mercado paralelo de divisas se llamaba “bolsa negra” y las operaciones de compraventa en ese mercado se cubrían en la sección policiales de los diarios. En 1939, el teatro Maipo inauguró la temporada con una obra llamada El dólar está cabrero, y una década después repitió con La risa es la mejor divisa. Más tarde, los medios bautizarían a la inflación como “carestía de la vida”, y el cine casi estrena en los 80 una película llamada Qué verde era mi dólar, aunque finalmente se conoció como Plata dulce.
Esta trama de billetes, humor, publicidad, cultura popular y política es la que reconstruyen los investigadores Ariel Wilkis y Mariana Luzzi en El dólar, historia de una moneda argentina; un libro que no mira los balances del Banco Central para entender la penetración del dólar en la economía doméstica, sino costumbres de época.
Lejos de ser solo un fenómeno económico, el dólar es, para Wilkis, un “artefacto de interpretación”: una herramienta que usan los argentinos para tratar de entender lo que pasa y puede pasar. Y no es una novedad. Desde los primeros controles cambiarios de 1931 hasta los influencers financieros de TikTok, pasando por el pase de Diego Maradona a Boca por un millón de dólares, el libro que reeditó este año la editorial Siglo XXI reconstruye cómo una divisa extranjera se transformó en una obsesión nacional.TAG
En diálogo con elDiarioAR Wilkis repasa las claves de esa historia: cuándo y cómo el dólar desbordó el ámbito de las elites, qué papel jugaron los medios, por qué el mercado paralelo nunca pudo ser eliminado y por qué, gane quien gane las elecciones, el dólar sigue funcionando como una institución informal de la democracia argentina.
-La primera regulación cambiaria que marcan en el libro es en 1931. ¿Cuál es la diferencia con la famosa de 2011, de 2019 o el actual cepo?
-La historia que narramos en el libro empieza en 1931, que es cuando se implementan los primeros controles y hay ciertos debates públicos en torno al mercado cambiario en Argentina. En ese momento el dólar no es el centro, sino las divisas en general; es una regulación para la libra, el dólar, el franco. Otro rasgo importante es que no fue una innovación ni exclusivo de Argentina. Es una medida que implementaron muchos países del mundo para controlar los efectos de la crisis de 1930. A pesar de que en 2011 el debate público pasó de largo esta larga historia de controles cambiarios en Argentina, lo cierto es que desde la década del 30 hasta ahora el país estuvo más años con controles cambiarios que sin ellos.
-¿Es ese primer control el principio del fin, de todo este recorrido que hacen en el libro del vínculo dólar-sociedad argentina?
-En la periodización que reconstruimos, ese momento pone al mercado cambiario en el centro de la conversación pública, de una manera que no estaba previamente. Pero no especialmente al dólar, sino al mercado de divisas. A ese período que va desde los 30 hasta fines de la década del 50, lo llamamos la prehistoria de la popularización del dólar en Argentina. Con dos rasgos distintivos. Por un lado, que el dólar no es una moneda dominante en la conversación. Todavía faltarán algunos años para que el dólar se instale como moneda central en las preocupaciones públicas. Además -en diálogo con la historia global del dólar y el antes y después de Bretton Woods-, el dólar era en ese periodo una moneda de élites económicas, financieras, vinculadas al comercio exterior. No estaba presente en la conversión pública, en los medios, o en la cultura popular.
-¿Y qué momento ubica al verdadero punto de inflexión?
-Durante la década del 60, tras la gran devaluación que aplicó Arturo Frondizi, el dólar desborda en los dos planos que investigamos en el libro. Es decir, hacia la esfera pública en los medios, en la publicidad, en el humor gráfico y televisivo, y empieza a ser una moneda de referencia más allá de las elites. Ese doble proceso nos lleva a identificar a la década del 60 como la primera etapa de la popularización del dólar en Argentina. Y es un hallazgo importante, porque normalmente se colocaba ese quiebre a fines de la década del 70 con el gobierno militar, por condiciones estrictamente económicas.
-Una de las constantes del libro es la bolsa negra, que hoy llamamos mercado blue o paralelo. ¿Cómo fue su evolución?
-Nace con los primeros controles cambiarios. En los 50, el economista Raul Prebisch alertó sobre la “bolsa negra”. En ese momento, aún se vinculaba a las operaciones en ese mercado al delito, que de hecho se cubría en la sección policiales de los diarios. Se empieza a naturalizar en la década del 60, cuando su cotización ocupa el mismo lugar en los diarios que la oficial, como un mercado más. Ese mercado paralelo sigue madurando hasta que en 1971 se promulga una nueva ley penal cambiaria para reprimirlo, pero ya era tarde. El mercado cambiario ilegal tiene un grado de plasticidad y resistencia mayor a los intentos de querer domesticarlo de manera represiva.
-En el libro definen al dólar como una moneda popular. ¿Qué significa eso?
-Nos referimos a la cultura popular no como a la de las clases populares, sino a la cultura de masas. Y lo definimos de esa manera por el espacio que ocupa en la esfera pública. La comunicación en todos sus formatos, desde la prensa escrita hasta TiKTok, pasando por el cine, la literatura, el humor gráfico, el televisivo y otras redes sociales, permitieron reconstruir la presencia del dólar en la cultura popular. Le prestamos atención especialmente al efecto pedagógico que tiene, la necesidad de interpretar al dólar al ser argentino. La otra dimensión del dólar como moneda popular es estrictamente sociológica, que interpreta su expansión entre cada vez más amplios sectores sociales que, como mínimo, se interesan sobre lo que pasa en ese mercado y, como máximo, participan en él.
-¿Y qué rol cumple el relato periodístico?
-La prensa fue el archivo que nos permitió reconstruir en el largo plazo, y es la infraestructura en la cual se transmite conocimiento. Para mí hay una relación entre la prensa especializada de la década del 60, que empieza a escribirle en un lenguaje menos técnico a una sociedad más amplia sobre lo que pasa en el mercado cambiario, y un influencer financiero de TikTok. En ambos casos son formas de enseñar a diferentes segmentos de la sociedad lo que pasa en ese mercado. Lo mismo el teatro, las películas son leídas en esa clave de instrumentos pedagógicos que le enseñan al público a prestarle atención.
-Además de las funciones tradicionales de la moneda, como ahorro, unidad de cuenta e intercambio, en el libro agregan una cuarta, que ubica al dólar como artefacto de interpretación ¿Qué significa y qué importancia tiene para la toma de decisiones?
-Efectivamente. Y es porque esta historia está reconstruida desde lo que pasa abajo, en la calle, y no desde arriba. Si analizás los últimos meses sólo desde la historia oficial, se puede narrar un gobierno que impuso medidas para alentar la dolarización de la economía. Ahora, si lo mirás desde abajo ves que esas medidas son resistidas incluso por sectores que acompañan a este gobierno. Y eso es porque el Gobierno no está viendo esta cuarta función del dólar, como artefacto de interpretación. Es decir, la moneda que permite interpretar lo que está pasando en las coyunturas económicas y políticas en Argentina, que se generaliza antes que las otras funciones tradicionales de la moneda. Es más generalizado que la sociedad argentina adopte al dólar como un termómetro sobre lo que está pasando o va a pasar en la política, que la moneda que tengo guardada bajo el colchón.
-En los diarios de época aparecen prácticas comunes atadas a la regulación cambiaria similares a las de hoy ¿Cuáles son los patrones que más se repiten?
-Las prácticas más comunes son importadores que adelantan y exportadores que retienen exportaciones. Comportamientos inherentes en términos de lógica económica y sociológica a la vinculación con ese mercado, sin maldad presupuesta de ningún actor económico por fuera de un contexto de sacar provecho de la situación. Otro patrón común que recorre esta historia es la idea de que todo político, vocero de gobierno, ministro de economía le dice a la sociedad que el mercado cambiario ilegal es pequeño, que no hay que prestarle atención. Puede ser que, en efecto, ocupe una parte menor en términos estrictamente económicos, pero no desde el punto de vista sociológico. Es que la sociedad le presta atención a ese mercado que se disputa el significante de valor real, e incluso guía decisiones y expectativas.
-Con tanta historia detrás ¿hay posibilidad de que este vínculo se transforme, se rompa?
-Esta pregunta tomaba más sentido durante la primera publicación del libro en 2019. En este contexto resulta más complicado porque, salvo excepciones, la historia política de la Argentina con el dólar es una relación que la mayoría de los gobiernos -sean radicales, peronistas, militares o democráticos- han tenido voluntad de romper. Incluso la convertibilidad no significó una dolarización. Pero estos últimos años todo cambió, a partir de que un candidato, Javier Milei, gana la primera vuelta y el balotaje con la propuesta de dolarizar. La pregunta entonces muta en cuál va a ser el legado de este gobierno en torno a la dolarización o desdolarización de la economía argentina. Y está abierta aún, porque aún no hay resultados concretos del modelo económico en este sentido.
-El Gobierno tomó algunas medidas en esta clave, que aún no tuvieron mucho efecto
-Por lo menos, no por ahora. Evidentemente no se modificó esa relación de protección de los argentinos frente al Estado en temas vinculados con el dólar. Es eso mismo lo que está en juego, lo que debería revertirse para que funcione lo que pide el gobierno: que saquen la plata del colchón y confíen en la economía. Independientemente de quién esté en el poder, durante los últimos cuarenta años prevalece una relación regular de autonomía en relación al Estado. Esto convierte al mercado cambiario en una institución informal de la democracia.
-En este vínculo, ¿qué dimensión adquiere mayor jerarquía, la económica o la cultural?
-La reacción inmediata al contenido de este libro siempre es “acá vienen los culturalistas”, que se oponen a una explicación económica. Esta es una explicación sociológica que coloca a la dimensión cultural para dar cuenta de los procesos de aprendizaje y familiarización con este mercado. En nuestra explicación, no es suficiente apelar a la historia inflacionaria. La verdadera jerarquía la adquiere la dimensión política de esta historia. El mercado cambiario es una gran institución informal de la democracia, que no se la conceptualiza en el lugar que tiene realmente en los procesos eleccionarios. Incluso la sociedad argentina se vincula con el mercado cambiario en la lógica de derechos. En el 2001, el Estado incumplió la promesa de la paridad cambiaria y la gente se movilizó reclamando ese derecho. Reaparece esa forma de protesta de 2011 en adelante, como una idea que jerarquiza la demanda y oferta política al punto que parte del pacto de Cambiemos en 2015 era devolverle a esa parte de la sociedad su derecho a volver al mercado cambiario. Y Milei también.
-El libro está lleno de rarezas y curiosidades en torno al mercado cambiario, ¿qué fue lo que más te sorprendió?
-Hay un capítulo hermoso esparcido en diferentes momentos del libro, que es el mercado de jugadores de fútbol. Accedimos a un archivo de contratos de jugadores y pudimos identificar el momento en el cual se empieza a dolarizar, en los 80. La primera gran transferencia en dólares de un jugador local es la de Diego Armando Maradona a Boca en el 81. Esa transferencia aparece en revistas, no solo deportivas, y lo más simbólico es un cantito de la hinchada de Boca que dice “Vale un palo verde, se llama Maradona”. O sea, cantando que el jugador más importante de la Argentina lo tiene su club y un indicador de relevancia de ese jugador es su valor, y en dólares. Ese es un granito de la cultura popular sobre el lugar que está teniendo el dólar en la sociedad argentina.
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