Análisis

Blanqueo permanente o cómo inyectar liquidez en una economía con mucho ahorro informal y pocas reservas

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El Gobierno anunció esta semana un “blanqueo permanente”: reducir las preguntas sobre el origen de los pesos y los dólares de las familias y las empresas, en pos de que estos se vuelquen más fácilmente al consumo y la inversión.

En primer lugar, vale destacar que la Argentina necesita simplificar su régimen tributario. Montos nominales fijos a partir de los cuales informar y fiscalizar en un país con inflación persistente, formularios duplicados en un mundo de constante avance informático, entre otros, son reformas necesarias. Ahora bien, este no es el núcleo -macroeconómico- de las medidas, sino que estas apuntan a i) incrementar el “dinero transaccional”, sin la necesidad de emitir pesos y ii) que el Banco Central acumule dólares, sin la necesidad de ajustar el tipo de cambio o los valores importados. O sea, digamos, a reforzar el consumo sin acelerar la inflación.

En relación con el primer punto, la economía cayó 1,8% en marzo y no habría mejorado en abril. Aunque la política monetaria se flexibilizó un poco en las últimas semanas -a fines de abril, el Tesoro Nacional usó $2 billones de los $20 millones de utilidades que le había girado el Banco Central, “emitiendo” por primera vez en la gestión Milei-, el crédito en pesos se desaceleró en la primera mitad de mayo, afectado por la menor demanda de las familias y moderó el rebote de la actividad.

En la búsqueda por “poner plata en la calle” sin bajar la tasa de interés, lo que podría traer desequilibrios por el lado cambiario, el Poder Ejecutivo flexibilizó los requisitos legales para hacer transacciones. Además, vale decirlo, que el Banco Central asista al Tesoro con pesos, tal como lo hizo a fines de abril, no está permitido en el acuerdo con el Fondo.

En segundo lugar, las menores exigencias para comprar en dólares en la diaria buscan aumentar la circulación de esta moneda y por tanto sus depósitos. Si así fuera, de la misma forma que durante el blanqueo de fines de 2024, la mayor liquidez incentivaría a los bancos a prestar más dólares, reforzando las Reservas del Banco Central -o, mejor dicho, la oferta de divisas en el mercado, ya que ahora sin intervenciones de la autoridad monetaria el crédito privado en dólares presionaría contra el tipo de cambio-. Nuevamente, una herramienta que busca aumentar el circulante sin flexibilizar la política monetaria.

Hasta acá los argumentos a favor. Sin embargo, hay un costo de oportunidad importante: la credibilidad -o en economista: la reputación-, del Gobierno, ya que las empresas y las familias se verán más tentadas a evadir impuestos. En esta lógica de un blanqueo cada seis meses, el costo de incumplir se reduce, y la tentación de no formalizar ingresos aumenta.

En 2016, según los registros de INDEC, los argentinos teníamos US$150.000 millones fuera del sistema financiero formal. A fines de 2024, este número había saltado a US$250.000 millones, incrementándose un 60% -un 45% se concentró entre 2016 y 2019 y el resto fue entre 2020 y 2023-. Oferta para que funcione este esquema hubo y hay de sobra. El desafío es generar la demanda.

Para eso, los argentinos deberíamos desandar esta dinámica, trayendo los dólares de nuevo al sistema formal. Ahora bien, en esta oportunidad, el objetivo no es solo que los dólares se registren, sino que además se gasten. En este caso, no alcanza con confiar en el sistema financiero y el registro tributario, sino que además hay que creer en la estabilidad cambiaria: que desprenderme de mis dólares hoy sea mejor que hacerlo mañana, o después de las elecciones por ejemplo. Y acá radica uno de los grandes desafíos del programa.

El “blanqueo permanente” podría ayudar a la compra de algunos bienes durables, como vehículos, computadoras o celulares, donde la alta incidencia de componentes importados provoca que sus precios se muevan muy en línea con el tipo de cambio, y por tanto comprarlos en dólares podría ser tentador. En un sentido similar se movería la demanda de inmuebles. En contraste, el segmento de consumo masivo, alimentos, bebidas y artículos de higiene, entre otros, no se beneficiarían de manera directa con la medida, ya que será difícil que sus operaciones no se hagan en pesos.

Hasta acá las implicancias macro del blanqueo permanente, o cómo inyectar liquidez en una economía con mucho ahorro informal y pocas reservas y margen de emisión. A vivir que son dos días, descolgalos del laurel, cantan Los Redondos; a gastar que son dólares, retiralos del colchón.

MR/DTC