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El dilema del Cancerbero

Director Ejecutivo y Economista Jefe de Vectorial
La sola expectativa de una devaluación del tipo de cambio, en una Argentina de rápidos reflejos remarcatorios, provocaría una suba de precios que sería seguida por un segundo fogonazo inflacionario una vez convalidado el nuevo valor del dólar.

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Habiendo hecho explícito el doble objetivo de equilibrio fiscal y de acumulación de reservas (con el fin de dolarizar), consideramos que el Gobierno se encuentra actualmente ante, al menos dos, dilemas de política económica. 

  1. Los recortes de gasto, aunque suene paradójico, pueden eventualmente poner en peligro el target fiscal.
  2. El cumplimiento estricto de la meta cambiaria choca con la necesidad de acumular reservas.

Estos dilemas bien podrían representarse ya no con la figura de “el perro que se muerde la cola”, sino con la de un cancerbero, el perro que –para la mitología griega y romana– poseía tres cabezas y cola de serpiente.

¿A qué nos referimos con esto? Veamos.

Motosierra

Enero registró por primera vez en más de una década no sólo un resultado primario positivo, sino que, luego de pagar los intereses de deuda obtuvo un superávit financiero. En otras palabras, los ingresos del Gobierno fueron superiores al gasto y al pago de intereses. Por supuesto que esto se logró por la vía “fácil”, mas costosa, de una reducción abrupta del gasto público. Enero registró una caída en términos reales de 40 puntos del gasto primario y un paralizante recorte del gasto de capital que en algunos rubros alcanzó hasta el 90%.

Aquí notamos una primera contradicción en la estrategia económica. De mantener este sendero que “no se negocia” (Milei dixit), la contracción del gasto público, en los hechos, repercutirá más pronto que tarde en una disminución de la recaudación tributaria vía el achicamiento de las bases imponibles (producidas a su vez por la caída en la actividad económica que genera el recorte del gasto), sobre todo los gravámenes de mayor peso en el recaudo de AFIP, aquellos vinculados a la actividad y el consumo. Una de las cabezas del can mordiendo su propia cola.

Pero es más, esta dinámica se desarrolla en un contexto inflacionario en donde prevalece el efecto Olivera-Tanzi (descontada la inflación, el gasto siempre es mayor a la recaudación) lo cual debería ser una señal de alerta para el gobierno ya que se aleja de su proclama fiscalista.

En los hechos, la contracción del gasto público de enero trajo aparejada, lógicamente, una caída profunda de la actividad económica. Los indicadores del mes tales como ventas minoristas, patentamientos de autos y motos, construcción y despachos de cemento –sumados al arrastre negativo que deja diciembre– no sólo dan cuenta de la caída que advertimos sino que hacen prever un año en el que pensar una reactivación económica se torna difícil, por no decir imposible. Sumado a esto, en términos reales los ingresos del Gobierno tuvieron en enero un crecimiento cercano a cero. La cosa no termina allí. Antes de la caída de la denominada ley ómnibus el Gobierno ya había eliminado el capítulo fiscal de la misma con el fin de habilitar su debate. A la postre, con la ley vuelta a foja cero, el Gobierno razona que la única forma de compensar esos 1,5 puntos del PIB que suponía de aumento de presión tributaria deberá restarlo de un gasto público que, antes del traspié legislativo, ya prometía ser hiper ajustado.

Licuadora

La regla cambiaria (crawl de 2%) recientemente ratificada por el ministro Luis Caputo atenta contra el objetivo de acumular reservas y, de esa manera, propiciar un equilibrio en las cuentas externas. Con una inflación que entre noviembre 2023 y febrero 2024 habrá acumulado cerca del 100%, se está produciendo un nivel de apreciación cambiaria que dificulta la liquidación de divisas del agro y resta competitividad al ya bajo dinamismo de las exportaciones industriales.

Considerando el mix 80/20 del dólar agro, desde la devaluación cambiaria llevada a cabo el 13 de diciembre de 2023 hasta la fecha la apreciación del peso ronda el 25% en términos reales. Con una inflación para marzo y abril que no descendería de los dos dígitos, la regla del 2% mensual de devaluación no pareciera ser atractiva para liquidar las divisas provenientes de la cosecha gruesa. Sin una baja en las retenciones o sin una modificación cambiaria, liquidar a este tipo de cambio se hace cada vez menos rentable. Por otro lado, llevar el crawl mensual al 5% o al 10%, para ir frenando el atraso cambiario, ponen en peligro la “desinflación”, sobre todo en meses como marzo que contienen una marcada estacionalidad al alza. Entonces, mantener el ritmo del crawl atenta contra la acumulación de reservas, pero aumentarlo conspira contra un sendero de desaceleración inflacionaria. En este contexto cabe advertir que la sola expectativa de una devaluación del tipo de cambio, en una Argentina de rápidos reflejos remarcatorios, provocaría una suba de precios que sería seguida por un segundo fogonazo inflacionario una vez convalidado el nuevo valor del dólar. Algo así ocurrió entre fines de 2015 y principios de 2016 ante la expectativa devaluatoria y la “unificación” cambiaria gestionada por las autoridades económicas del gobierno entrante. Hete aquí el otro dilema que enfrenta el gobierno o, volviendo a nuestra metáfora, el can con múltiples hocicos mordiendo sus múltiples colas.  

En esta coyuntura de motosierra y licuadora (y, luego de los números fiscales de enero, también freezer), cabe agregar un factor más que incide y puede ser decisivo en la estrategia económica del Gobierno: los precios internacionales vienen jugando una mala pasada. Luego de la fuerte sequía experimentada en la campaña 2022/2023, se esperaba que la siguiente fuera resarcitoria en cantidades manteniendo los buenos precios observados. Si bien el “q” de la campaña 2023/2024 pareciera retornar a los niveles pre-sequía (aún con alguna incertidumbre respecto a las condiciones hídricas de una temporada con pocas lluvias), los precios, el “p”, que acompañarán la cosecha hoy se encuentran a la baja. El precio de la soja en Rosario se encuentra 10% en dólares abajo de los valores registrados en diciembre y ya orilla los 300 dólares. En conclusión, de mantenerse esta tendencia decreciente en los precios, y en caso que la campaña -aun siendo mucho mejor que la anterior- se vea afectada por una coyuntura climática desfavorable, nada asegura que la mejora en el “q” será suficiente para compensar la caída en el “p” respecto a la campaña anterior. Pareciera que dios ya no es peronista, pero tampoco es anarcocapitalista.

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