Octubre de 2020. La pandemia de Covid-19 apenas comenzaba a amainar cuando Silvina Moschini, una argentina radicada en Estados Unidos, anunciaba con bombos y platillos que, gracias al empujón de los cambios de hábitos generados por el confinamiento en todo el mundo, su empresa de gestión de trabajo remoto TransparentBusiness se había convertido en un “unicornio”. Es decir, había alcanzado una valuación privada de US$1.000 millones y se había colocado en la misma liga de –por entonces– Mercado Libre, Globant, Despegar, OLX y Auth0–. Y lo presentaba así, como un “unicornio rosa” porque era liderado por una mujer.
Después del entusiasmo inicial, la noticia comenzó a generar discusiones en el propio mundo emprendedor por la manera en que la empresa había levantado su inversión y las dudas respecto de si el valor que anunciaba era real o no. “Son estafadores haciendo public solicitation a inversores desprevenidos en Facebook. Deberían ir en cana”, publicó en su cuenta de Twitter el emprendedor tecnológico Santiago Siri, el primero en llamar públicamente la atención sobre la empresa.
Las mismas personas que estaban detrás de ese supuesto “unicornio rosa” quedaron ahora bajo investigación de la Securities and Exchange Commission (SEC, el organismo regulador de los mercados financieros en Estados Unidos) por otro emprendimiento, que en realidad es el mismo pero tiene otro nombre y está centrado no ya en una plataforma de gestión del trabajo remoto sino en el negocio crypto: Unicoin. “Cambió de nombre porque cambió el mercado”, apuntó Moschini en diálogo con elDiarioAR.
Ahora, tal como publicó inicialmente Hugo Alconada Mon en La Nación, tanto Moschini como el actual CEO y presidente del directorio de Unicoin, Alex Konanykhin, y el ejecutivo a cargo del área de Inversiones, Alex Domínguez, están acusados de engañar a los inversionistas con afirmaciones y promesas sobre supuestas inversiones y activos que “eran ilusorios”. Concretamente, por cometer fraude contra ellos por más de US$100 millones.
Algo que resuena con las sospechas que circularon cinco años atrás y que, del mismo modo que ahora, Moschini atribuyó a motivaciones políticas o enconos personales e intentó detener con denuncias. Siri, por caso, fue demandado por difamación en Estados Unidos, algo que no prosperó judicialmente –fue sobreseído por la Corte de Nevada seis meses después– pero que fue efectivo para amedrentar a medios argentinos sobre los riesgos de difundir el caso.
Cómo se construye un unicornio
El camino de los emprendedores para desarrollar una compañía y crecer tiene una serie de pasos bastante estandarizados. Luego de recabar fondos entre familiares y amigos para instalar las bases de su negocios, los emprendedores buscan inversores dispuestos a desembolsar dinero a cambio de participación en la empresa. Son los llamados inversores ángeles, que suelen ser personas físicas con cierto recorrido en el mundo de los negocios.
Luego se realiza una primera ronda de inversión, la serie A, donde participan fondos de inversión de riesgo profesionales (venture capital), institucionalizados, que hacen un análisis minucioso sobre el plan de negocios de la empresa, proyectan una evolución, y ofrecen pagar determinado monto de dinero por determinada cantidad de acciones de la empresa, lo que arroja la valuación de la misma. Por ejemplo, si están dispuestos a pagar US$100.000 por el 10% de la compañía, eso quiere decir que el 100% de la empresa vale US$1 millón.
La compañía puede repetir las rondas de capital –la serie B, la serie C, la serie D–, en la que se da el mismo proceso, hasta que –entre otras posibilidades– hace una oferta pública inicial (IPO, por sus siglas en inglés) y sale a la bolsa.
“La valuación de las compañías es un cálculo teórico; nadie paga el monto total de dinero, pero es así como se valúan”, explica Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE Business School. “Un unicornio es una compañía que en una ronda de inversión validó mediante fondos de inversión profesionales su valor de US$1.000 millones”, sintetiza. Cuanto mayor reputación tengan los fondos que invierten –por haber participado de la capitalización de otras startups exitosas, por ejemplo– más sólida es esa valuación.
En el caso de TransparentBusiness, fundada en Estados Unidos por Moschini y Konanykhin, el proceso se dio de otro modo. Según explicó en su momento Moschini, decidió utilizar un instrumento “desconocido por la mayoría de los emprendedores” que le permitió “hackear” el sistema y capitalizarse sin recurrir a los fondos de inversión profesionales ni transitar el camino mencionado anteriormente. Según su explicación, decidió hacerlo así por dos motivos: porque los fondos “raramente invierten en mujeres emprendedoras” y porque tiene un interés en “democratizar el acceso a oportunidades de inversión para más gente alrededor del mundo”.
En efecto, la particularidad de TransparentBusiness era que –fuera de Estados Unidos– sus inversores eran “personas comunes” que podían concretar la compra de acciones simplemente ingresando a un link. Una de las formas en que esta invitación llegaba a los potenciales inversores era a través de anuncios publicitarios en redes sociales como Facebook donde TransparentBusiness se presentaba como una “unicorn opportunity” y sugería un posible retorno del 22.500%.
Inversores profesionales versus inversores inexpertos
El instrumento legal de financiamiento que utilizaba la empresa es la Regulation D 506c de la Securities and Exchange Commission (SEC), que entró en vigencia en 2013 con el objetivo de facilitar el levantamiento de fondos para startups. Esta regulación eliminó la prohibición para publicitar abiertamente la venta de acciones en internet, medios y otras vías (general solicitation) antes de salir a la bolsa. Sin embargo, señala que los compradores deben ser inversores acreditados (accredited), lo que quiere decir que tengan una experiencia en inversiones respaldada por un determinado nivel de ingreso y patrimonio. Pero esa condición aplica solo en Estados Unidos. Según Moschini, la Regulation S les permitía que en el resto del mundo cualquiera pueda comprar acciones, sin necesidad de tener conocimiento del tema.
Mediante este sistema de oferta abierta la empresa ofrecía sus acciones a US$1. En octubre de 2020 tenía 1000 millones de acciones autorizadas y de esos dos números deducía la valuación que le daba el supuesto estatus de unicornio. “La valoración se estima multiplicando el precio de las acciones por el número de acciones de la corporación. En nuestro caso tenemos autorizadas la emisión de mil millones de acciones de la compañía y el mercado está comprandolo a US$1 por acción, por lo que pone a la compañía en una valuación post-money de facto de mil millones de dólares”, argumentaba entonces Moschini.
Pero si quienes compran esas acciones son inversores inexpertos, que no realizan un análisis del plan de negocios como el que hacen los fondos en la instancia de las rondas antes de hacer su oferta, el punto problemático era quién validaba el valor de esas acciones y, por lo tanto, el valor proyectado de la compañía.
En la página 13 del documento al que se accedía cuando cualquier persona avanzaba en el proceso para invertir en la empresa, dentro del apartado de “factores de riesgo”, decía: “El precio de oferta por acción fue determinado arbitrariamente por nuestro management”. Y detalla que “no fue el resultado de ninguna negociación entre la empresa y ninguna firma de banca de inversión y no guarda relación alguna con los activos, el valor en libros, los resultados de las operaciones, patrimonio neto u otros criterios de evaluación aplicables a la empresa” y que “no debe considerarse una indicación” de su valor real o el precio futuro de sus acciones.
“Desconozco si la compañía vale lo que dice o no, tal vez sí lo vale. Pero si ese número no está respaldado por su producto, su equipo y su potencial, va a tener problemas, porque significa que le vendió acciones caras a personas que no saben de esto, a 'gente común' que no conoce de inversiones en venture capitals y que tal vez se dejaron seducir por un retorno que está muy lejos del retorno al que aspira un inversor en estadío temprano”, opinó en ese momento Manuel Tanoira, socio a cargo del área de Venture Capital del estudio jurídico Tanoira Cassagne.
Para Fernando Terre, experto en valuaciones de First Capital Group, promocionar un retorno del 22.500% más que atraer a un inversor experto, lo “retrae”. Primero, porque poner un rendimiento astronómico como este, muy lejano incluso de lo que exigen los fondos de capital de riesgo, debería generar una sospecha muy fuerte. Segundo, porque las empresas nunca publican cuánta rentabilidad esperan, simplemente porque no pueden garantizarlo.
De TransparentBusiness a Unicoin
En 2022 Transparent Business se transformó en Unicoin, la empresa ahora investigada por la SEC. “Convertimos a los inversores de TransparentBusiness a la nueva compañía –solo cambió el nombre y le emitimos también dividendos— con los tokens para que tengas más oportunidades de exit”, explicó Moschini en diálogo con elDiarioAR desde Miami. “Cambió de nombre porque cambió el mercado”, apuntó.
En concreto, Unicoin vende certificados que otorgan a los inversores el derecho a acceder a tokens (criptomonedas) de la empresa, una vez que realice el lanzamiento en un exchange o mercado, un proceso llamado ICO o initial coin offering. La empresa de Moschini promete que ese token estará respaldado por activos reales, pero la SEC señala en su demanda que los certificados vendidos no estaban registrados en la Comisión de Valores y que su valor estaba por debajo de lo que señalaban.
“Alegamos que Unicoin y sus ejecutivos explotaron a miles de inversores con promesas ficticias de que sus tokens, una vez emitidos, estarían respaldados por activos reales, incluyendo una cartera internacional de valiosas propiedades inmobiliarias”, declaró Mark Cave, Director Asociado de la División de Cumplimiento de la SEC. “Sin embargo, los activos inmobiliarios valían una fracción de lo que la compañía afirmaba y la mayoría de las ventas de certificados de derechos de la compañía eran ilusorias”.
Para Moschini, la investigación es “100% política”, impulsada por funcionarios del SEC que buscarían obstaculizar el desarrollo del negocio cripto en el país. Asegura que la SEC “tergiversó la información” sobre el valor de sus propiedades y que la reacción del organismo estadounidense deviene de que lo “desafiaron” con una propuesta de negocios audaz. “Quiero llegar al fondo de esto, que creo que puede ser el SECgate”, siguió la empresaria, que en un mensaje enviado por redes sociales a sus inversores se mantuvo firme en su postura: “A nuestros accionistas, seguidores y creyentes en la verdadera innovación: nuestra lucha continúa. La verdad prevalecerá”.
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