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La mayoría de los economistas calcula que la inflación fue alta en febrero, sube más en marzo y apenas se moderaría durante el resto del año

La carne vacuna lideró los aumentos de precios de febrero.

Alejandro Rebossio

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Quizá la ola de calor afloje este anoche, pero no la inflación. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que dirige Marco Lavagna, anunciará hoy el índice de precios al consumidor (IPC) de febrero y la mayoría de los economistas prevén que sea tan alto como en enero, de alrededor del 6%, lejos del 4% con que soñaba Sergio Massa. Y el de marzo, según ellos, resultaría aún peor, del 7%, el doble que el 3% anhelado por el ministro de Economía. El resto del año apenas se moderaría por efecto de la recesión que traerá la caída de la cosecha gruesa, la de maíz y soja, por la sequía. Veamos qué opinan algunos de los analistas que más aciertan en sus pronósticos relevados por el Banco Central y la firma española Focus Economics.

Orlando Ferreres, ex viceministro de Economía de Carlos Menem, vaticina un 6,3% en febrero y lo atribuye sobre todo a aumentos de precios atrasados como el de la carne vacuna, que se disparó 29%, según midió el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que encabeza Hernán Letcher. No bastante los descuentos pactados por el Gobierno para los cortes en supermercados y carnicerías. Para marzo, Ferreres prevé un 7% por la corrección de otros valores demorados en sus subas y por el incremento estacional del sector educativo en el inicio de clases de marzo. Si se anualizaran estos niveles del primer trimestre de 2023, el IPC finalizaría diciembre en el 110%. Sin embargo, el consultor proyecta una inflación apenas por encima de 2022, no del 95%, pero de poco más del 100%. ¿Por qué? “Hay que tener en cuenta que el déficit fiscal se achicó -responde Ferreres- y eso va a tener un efecto positivo, pero el Banco Central sigue estando sin dólares y lo que puede emitir es pesos, lo que genera inflación.”

Hernán del Villar, de la consultora Alpha, calcula un 6% en febrero, por la carne, “lo que implica que otros rubros subieron menos”, un 6,5% en marzo por la estacionalidad y 110% en el año. Es decir, no bajará la inflación a partir de abril. “La mayoría de la variables, como agregados monetarios, devaluación del peso oficial y gasto público, irán a ritmos del 5,5/6,5% mensual”, predice Del Villar. La sequía reduce la cantidad de exportaciones e ingresos de divisas, acota aún más las importaciones al dólar oficial y puede obligar al Central a acelerar el ritmo devaluatorio actual, aunque otros analistas especulan con que se busque anclar el tipo de cambio para contener la inflación.

Juan Miguel Massot, profesor de la Universidad del Salvador, presagia entre 5,9% y 6,1% en febrero, entre 7% y 8% en marzo, más cerca del 8%, y entre 110% y 115% en el año. “Lo de marzo es preocupante porque hay aumentos que vendrán en lo que resta del mes. Habrá que ver si hay acuerdos para postergarlos. A principios de año pensábamos que el Gobierno iba enfriar la economía en el primer trimestre para bajar la inflación no a 3% pero a 4,5%, pero no pudo ser porque hay una dinámica de precios, por excedentes monetarios, por el impacto de la sequía en frutas y verduras, por el salto de la carne, por aumentos de costos que se trasladan a precios, como salarios, tarifas, tasa de interés, dólar. La alta tasa cuando la inflación es alta te enfría el crédito, pero te sube el costo financiero y entonces no se ve que pueda bajar el ritmo de suba de precios. Además hay problemas de abastecimiento de insumos y bienes finales importados, que se compran a cualquier precio con dólar paralelo”, analiza el docente, que se sorprendió hace pocos días cuando encontró naranjas españolas en la frutería, que vinieron a reemplazar las argentinas, ausentes por la seca.

Massot no cree que en este contexto alguien gane con la inflación, pero sí identifica quién pierde: el asalariado, que no logra aumentos tan altos como el IPC. “Si bien la economía se va a enfriar por la sequía, debería ser una recesión brutal para bajar la inflación. Tenés el dólar financiero que subirá, no por expectativas, sino porque se usa para importar. Subirá el combustible -señala el profesor, después de que la estatal YPF prometiera la semana pasada a los inversores que seguirá remarcando-. También afectan los precios regulados -están previstos nuevos aumentos de tarifas de luz y gas-. Si la sequía se extiende, habrá problemas con los granos, que alimentan al ganado vacuno, lo que encarece carne y lácteos. Como no tenés pastos y sacrificaste animales, sube la carne.”

El consultor Hernán Hirsch predice entre 6,3% y 6,5% para febrero, 7% para marzo, pero 100% en todo 2023. “Tengo previsto que van a intentar bajar la inflación, con apreciación cambiaria y Precios Justos, que transitoriamente pueden tener efecto. De fondo, la política económica se destartala. La moderación fiscal es mínima, el Central emite pesos por todos los frentes, la economía está cada vez más indexada, hay inercia, las expectativas económicas están desancladas, hay más restricción a la importación”, describe Hirsch.

Nicolás Zeolla, de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), pronostica 6,3% en febrero, dado el encarecimiento del 7,7% en alimentos y bebidas, lo que daña sobre todo el bolsillo de los más pobres. Habrá que ver cómo evoluciona el índice de pobreza, que hasta 2022 era del 37%, menos que el 42% que se tocó en 2020 por la pandemia, pero más que el 35% que dejó el gobierno de Mauricio Macri en 2019 y que el 27% con el que terminó en 2015 la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidenta. Para marzo, Zeolla proyecta entre 5% y 6%, más cerca del 6%, y a lo largo de todo 2023, casi 80%, es decir, más que el 60% de meta de Massa pero bastante por debajo de la mayoría de sus colegas.

El investigador de la FIDE, la fundación donde se desempeñaba Mercedes Marcó del Pont, admite “dificultades para perforar el piso de inflación y para cumplir el anuncio del 3% ni en abril ni en el resto del año”. “No hay un sendero de desinflación, pero va a moderarse aunque menos que lo esperado por el Gobierno. Quizá debió ser más modesto en su objetivo. La estrategia oficial, incluso para encarar estos meses más altos de inflación, está bien. Porque forzar la inflación para abajo llevaría a desatender la meta fiscal con más subsidios para retrasar aumentos de tarifas, o sacrificando más actividad económica. Con una estrategia de shock podés terminar peor que como estamos. El Gobierno seguirá con la regulación de precios. Descarto un salto brusco del tipo de cambio. Para desinflacionar, la política económica necesita tener más suerte del mundo. De hecho, se están moderando los precios de alimentos, energía y fletes, convergen a valores similares a la preguerra. Hay un componente inercial y habrá que ver cómo el Gobierno administra y modera presiones sobre costos, precios y salarios. Las paritarias cierran a mitad de año. En la segunda mitad de año se terminan los aumentos de tarifas. Hubo una señal con el precio del gas, con licitaciones de importaciones a precios más convenientes. A su vez, si la actividad económica es más chica, habrá menos traslado a precios”, evalúa Zeolla, que igual prevé que la sequía reducirá el crecimiento al 1%. En cambio, otros de sus colegas vaticina una contracción fuerte, del 3%.

AR

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