A poco de asumir el mes pasado como presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Martín Rappallini y el resto de la cúpula de la entidad visitaron al secretario de Coordinación de Producción, Pablo Lavigne, que les prometió que ya no habría más rebajas arancelarias para abrir la importación. Los empresarios desconfiaron porque ven que cada vez que sube algún precio y amenaza el plan electoral de desinflación, el gobierno libertario lo intenta solucionar metiendo competencia extranjera. Lavigne les insistió con que a partir de entonces se comenzaría a aplicar la nueva reglamentación de las medidas antidumping (contra las ventas por debajo del costo, que son catalogadas de desleales en el comercio internacional) y que lo que venga con valores inferiores a los vigentes en Brasil será rechazado.Otra vez los industriales dudaron, en medio de los crecientes costos en dólares que atrae aparejado un tipo de cambio quieto con un índice de precios al consumidor (IPC) que sube menos que antes, pero sube.
Lavigne les prometió que si La Libertad Avanza gana las elecciones legislativas de octubre próximo, podrá encarar reformas tributaria y laborales que abaraten los costos. Los ejecutivos manufactureros rezongan porque les abrieron la economía antes de que esos cambios ocurrieran y agregan por lo bajo que incluso si llegasen a concretarse de poco servirán si el peso se sigue sobrevaluando. Pero planchar el dólar, como planchar el empleo y el salario para contener la demanda, son las tres planchas que se agregan a las dos anclas fiscal y monetaria para cumplir el objetivo primordial que el presidente Javier Milei quiere alcanzar rápido y a como dé lugar: pulverizar la inflación para cumplir su principal promesa electoral y vencer otra vez en las urnas.
Si todo marcha de acuerdo a su plan, el nuevo Congreso votará las reformas, bajará por fin el riesgo país a un nivel adecuado para refinanciar los fuertes pagos de deuda de 2026, llegará por fin la inversión -que se recupera respecto del pozo de 2024, pero no alcanza ni siquiera el pobre nivel de 2023- y se reactivará en serio la economía -de momento rebota por tres sectores que generan poco trabajo: campo, energía y minería, mientras que el comercio y, sobre todo la industria y la construcción, que sí demandan más empleo, siguen deprimidos-. Incluso, la soja por la amenaza de la suba de retenciones el mes próximo, el litio y Vaca Muerta comparten el mismo problema de costos y en los primeros dos casos, el de los bajos precios internacionales. Zafa el petróleo por la guerra de Irán y Israel.
Pero hay quienes hacen negocios en la Argentina de Milei. Y no sólo los que apuestan a la bicicleta financiera de altas tasas de interés en pesos mientras el dólar se mantiene domado. Están los empresarios criollos que compraron compañías que vendieron inversores extranjeros, en una tendencia que continúa pese al giro libertario de la economía argentina. El Grupo Clarín, de los Noble Herrera y Héctor Magnetto, se adelantó a los Werthein, que tienen a su primo como canciller (Gerardo), para quedarse con la filial de la española Telefónica, aunque la Comisión de Defensa de la Competencia avanza para que objetar la compra. El Grupo Financiero Galicia, de los Escasany, Braun y Ayerza, se quedó con la subsidiaria del banco británico HSBC. El grupo GST, de Pablo Peralta y Roberto Domínguez, compró la división local de Prudential; Newsan, de Rubén Cherñajovsky, se quedó con la de Procter & Gamble (P&G); el grupo Datco, de Horacio Martínez, con la de Xerox; Pluspetrol, de las familias Rey y Poli, con la de ExxonMobil. Todas estas que se fueron eran de EE UU. Vista, de Miguel Galuccio, se hizo con la filial de la malaya Petronas; y Open Cars, también de Peralta, compró la planta de la alemana Mercedes-Benz.
A la larga lista se sumó ahora Leonardo Scatturice, exespía de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) devenido empresario residente en Miami, consejero del asesor presidencial Santiago Caputo. Scatturice acaba de quedarse con Flybondi, que era del fondo norteamericano Cartesian. Lo hizo un mes después de una firma suya, Tactic, consiguiera un contrato de la SIDE por US$10.000 mensuales -una migaja para los grandes negocios- para que le asista “en el arreglo de reuniones entre oficiales de la Argentina y de los Estados Unidos para temas tales como el comercio y la inversión”, según el contrato registrado en el Departamento de Justicia estadounidense que publicó la periodista Florencia Donovan en el diario La Nación.
La SIDE está a cargo de un alfil de Caputo, Sergio Neiffert. El asesor presidencial también controla la Aduana a través José Andrés Velis, el organismo que debía revisar un avión lleno de valijas que mandó Scatturice en marzo de EE UU a la Argentina. Mientras, el diplomático Luis María Kreckler negocia desde hace meses que Donald Trump flexibilice sus aranceles contra la Argentina a cambio de 16 concesiones, incluida la apertura a la maquinaria usada importada y la persecución de las marcas falsificadas en mercados como La Salada. El contrabando, eso sí, está a la orden del día: llegan hasta cervezas sin control desde Brasil, con marcas como Skol, Corona o Heineken, a los almacenes porteños.
Caputo, integrante del autodenominado Triángulo de Hierro junto con Javier y Karina Milei, fue también quien dio la orden a la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) de “vender todo”: son 1.200 inmuebles. Y así lo está haciendo para solaz de su tío, Luis Caputo, ministro de Economía en desesperada búsqueda de dólares para sostener el tipo de cambio bajo y al mismo tiempo incumplir de manera decorosa con la meta de acumulación de reservas que acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La lista de propiedades en venta por la AABE está despertando mucho interés empresario. Incluye un futuro centro de esquí en Mendoza, terrenos en la costa de Mar del Plata y el lago Nahuel Huapi y otros inmuebles como el del hipermercado Jumbo en la avenida Bullrich en Palermo, otro vecino del Ministerio del Interior en la Libertador, la casa del escritor Lucio Mansilla, monumento histórico nacional, en Belgrano, la sede del Correo en Retiro o propiedades militares en diversas localidades.
Los que hacen negocios también son quienes cambian sus dólares a $1.180 para suscribir deuda en pesos, el bono llamado Bonte, con una tasa de interés del 28%, por encima del 20% previsto por consultoras, bancos y universidades relevadas por el Banco Central. Pensar que Milei había dicho que no iba a comprar dólares hasta que la cotización bajara a $1.000, pero eso no ocurrió y apurado por la meta con el FMI optó por, en lugar de adquirirlos en el mercado cambiario a los exportadores, con el consiguiente riesgo de una devaluación inflacionaria, tomarlos con más endeudamiento a la cotización actual. La pregunta es hasta cuándo el mercado financiero seguirá acercando dólares para financiar a un país que se los gasta en productos importados y viajes de hinchas de River y Boca al Mundial de Clubes. Se supone que hasta las elecciones de octubre, sí, ¿y después?
Pero a partir del 10 del mes próximo el Banco Central dejará de renovar las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI) a la bola de Letras de Liquidez (Leliq) con el que la autoridad monetaria se había sobreendeudado en el gobierno anterior. Estos títulos serán canjeados por Letras Capitalizables (Lecap) del Ministerio de Economía, esa deuda creciente que en vez de pagar intereses los suma al capital. En los bancos prevén que la tasa de interés de las Lecap sea menor que la de las LEFI, en el intento del Gobierno de ir bajando las expectativas inflacionarias y recreando el crédito privado, y, por tanto, anticipan que parte de los pesos pueden irse a la demanda del dólar. A su vez, para entonces se habrá terminado la cosecha gruesa (la de soja y maíz), con lo que ingresarían menos dólares al país. A eso se suma que la advertencia de que el 1° de julio suben las retenciones está llevando a que el campo liquide ahora en junio.
“Este programa funciona si se le inyectan dólares”, comenta la economista Marina Dal Poggetto, que ganó el premio a la mejor pronosticadora de 2024 por la consultora FocusEconomics. “No importa si el gobierno de izquierda o de derecha, siempre saca conejos verdes de la galera en la previa a octubre en el año impar. Los de izquierda buscan dólares tratando de impulsar el consumo y la actividad por la vía fiscal y los de derecha, con el impulso del consumo y la actividad por la vía crediticia. Eso garantiza que hasta octubre van a llegar. Después, dependerá de qué pase con la demanda de dólares de los particulares frente a la búsqueda de cobertura frente a la expectativa de qué es lo que hace el Gobierno después de la elección. El mercado busca que al Gobierno le vaya bien la elección, para lo cual, el escenario macroeconómico de corto es importante. Quiere que acumulen las reservas, pero la pregunta es si consigue o no dólares financieros y con qué presión cambiaria llega a la elección. Si la economía se expande sin dólares, ¿cómo financia ese aumento en importaciones? Y hasta dónde se puede compensar con crédito la caída de ingresos. No acumular reservas para siempre no es válido. Hay que empezar a comprar dólares. El programa cierra si hay acceso a crédito y se puede empezar a refinanciar los vencimientos de la deuda”, advierte Dal Poggetto.
A corto plazo, el dólar barato estabiliza los precios de los productos, con insumos importados o dolarizados, como el petróleo o el trigo, abarata bienes de consumo durables, desde autos y motos hasta electrodomésticos, cuyos precios subieron 18% menos que el IPC en la era Milei, según la consultora Equilibra. Por ahora se financia con deuda. A mediano plazo, está en duda que el endeudamiento continúe y que con la exportación de energía y minería baste. Además, el tipo de cambio bajo, que en un primer momento es expansivo al permitir a la demanda a acceder a bienes más baratos, después es recesivo, al encarecer la oferta. De hecho, ya está pegando: en dos años creció 17% el número de desocupados, cayó 1,6% el de empleados y subió 6,6% el de cuentapropistas (léase, choferes de Uber, repartidores Rappi o vendedores en Mercado Libre), según Equilibra.
Después de las elecciones, o el Gobierno devalúa o inventa otra alquimia para mantener el peso sobrevaluado. Por ahora, la baja de la inflación y el atraso cambiario son la estrategia para vencer a los comicios a un peronismo unido en el apoyo a la condenada Cristina Fernández de Kirchner, pero dividido a la hora de definir candidaturas. En el establishment disfrutan con que la expresidenta ya no pueda volver a postularse a cargos públicos, pero temen las indescifrables consecuencias sociales de su arresto domiciliario. Por ejemplo, en las multinacionales automotrices, que se ilusionan con este modelo aperturista de Milei, que les está mejorando las ventas de unidades importadas y locales, esperan que la Argentina no dé marcha atrás, pero este miércoles se quedaron sin producir un turno porque el Sindicato de Mecánicos (Smata) se sumó a las multitudes que marcharon a apoyar a la líder de la oposición que obtura por ahora el surgimiento de alternativas. Todo dependerá del humor económico de la sociedad: en qué medida valora que los precios suban poco y cuándo empezará a quejarse por sus ingresos aumentan aún menos porque ni el salario y el empleo arrancan.
AR/DTC