No son voces de alerta de dirigentes peronistas o de izquierda gritando “¡vienen por nuestros recursos!”. El interés del gobierno de Donald Trump por que empresas estadounidenses avancen sobre los minerales argentinos ha sido comentado de manera explícita o en privado en reuniones con el elenco de su aliado Javier Milei y entre los ejecutivos de esas compañías. El cobre, el litio, el uranio y las tierras raras son parte del menú que interesa para el desarrollo no sólo de la movilidad eléctrica sino también de la inteligencia artificial y la industria militar, todas materias primas para sectores que les agregan valor en otros rincones del planeta, como Corea del Sur, que ahora vive un boom bursátil por la fabricación de los microchips, autos a batería y material de defensa.
“El interés del gobierno de Trump y las empresas de EE.UU. para involucrarse en la minería argentina significa que han decidido ir adelante en algo que deberían haber hecho mucho tiempo antes”, analiza el presidente de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM), Roberto Cacciola. “Porque se anticiparon un montón de jugadores mundiales, fundamentalmente en cobre y litio”, agrega Cacciola.
Con su despegue económico, China avanzó en minería, pero también en hidrocarburos, comercialización agrícola, infraestructura, exportaciones y financiamiento en toda Latinoamérica, el antiguo “patio trasero” de EE UU, durante lo que va del siglo XXI, sin que las diversas administraciones norteamericanas, desde George W. Bush, Barack Obama, el primer Trump y Joe Biden reaccionaran. Ahora en esta nueva gestión recargada del presidente republicano, ha empezado a iniciar el camino de recuperar terreno, a fuerza de un salvataje a Milei, su único aliado de relevancia en la región. Un rescate que, al igual que las ayudas de Beijing, no pide recetas macroeconómicas a cambio, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino más bien expande influencia geopolítica y económica. Norteamericanos o chinos, todos piden explícita o implícitamente algo a cambio de su solidaridad.
En la actualidad, 20 minas están produciendo metales en la Argentina en toda la cordillera, desde Jujuy a Santa Cruz. Ocho son de oro, siete de litio, tres de plata, uno de plomo y otro de cobre. El 67% de las exportaciones mineras medidas en dólares son de oro y el 16% de litio, que es más barato. Suiza, Estados Unidos y China son los principales destinos. En cambio, si sólo se toma en cuenta el llamado oro blanco, componente de las baterías de autos y celulares, el 73% se va para el gigante asiático y el 11% a la primera potencia económica, la de Trump. De esos 20 proyectos, siete son de empresas canadienses, que suelen liderar en la minería mundial, cinco de China, tres británicas, tres argentinas y sólo dos norteamericanas, en oro y plata.
A su vez, hay otros 23 proyectos avanzados, en cuanto a que en los próximos años comenzarán a producir, después de las etapas de exploración inicial, estudios de factibilidad económica, aprobación ambiental y construcción de la planta productiva. Seis de esas iniciativas son de compañías canadienses, cuatro suizas, cuatro australianas, tres británicas, tres chinas y únicamente una estadounidense, en litio. De las 23 futuras minas, 13 son del mineral para las baterías, ocho de cobre -que se utiliza en los cables, presentes en autos y equipamientos electrónicos en general- y dos de oro.
En cobre, la Secretaría de Minería identifica 76 yacimientos, desde el único que produce por ahora (Martín Bronce, en Jujuy) hasta los que aún ni fueron explorados. Uno está en manos de una empresa norteamericana y tres, en las de China. Se desparraman por los Andes, desde Jujuy a Río Negro, una de las pocas provincias que prohíben la minería. En Mendoza, el gobernador radical libertario Alfredo Cornejo levantó este año la restricción a la actividad, después de años de resistencia no sólo de ecologistas sino también de bodegas y hasta de la empresa francesa Danone, dueña de las aguas Villavicencio, por su impacto ambiental. Es una de las provincias con potencial cuprífero. Pero la ley de protección de glaciares impide que se exploten al menos parte de los yacimientos de Jujuy, Salta, Catamarca, San Juan e inclusive Mendoza, por lo que el gobierno de Milei, con el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, impulsará su modificación en el nuevo Congreso que asume el mes próximo.
En litio suman 67 minas, desde las que producen hasta las que faltan explorar. Van desde Jujuy por la cordillera hasta Río Negro. Ocho son chinas, tres norteamericanas. En la explotación más antigua, que perteneció antes a las firmas norteamericana FMC Lithium y Livent y pasó en marzo pasado bajo control de la británica Rio Tinto, se secó a lo largo de décadas una vega (terreno fértil regado por un río) en donde pastaban los animales de lugareños por el uso intensivo del agua. Ahora están reparando de a poco el daño. Es una mina que abastece a la empresa de autos eléctricos Tesla, de Elon Musk. Las empresas chinas también tienen su historia: Zijin puso en marcha su planta en Catamarca, pero después de un proceso en el que obreros y proveedores protestaron por impagos, los primeros también por las condiciones laborales y los últimos, por la escasa contratación de servicios locales. A todo esto, también hay biólogos que alzan la voz sobre el impacto en los ecosistemas, en particular en los flamencos que anidan en los mismos salares donde se extrae litio.
En cuanto a las tierras raras, la Secretaría de Minería identifica cuatro minas en Salta, todas en manos de salteños y en fase de exploración. Tres son de la empresa Astrali, del abogado e inversor minero Rodrigo Castañeda Nordmann. Una en poder de dos ignotos ciudadanos de la provincia, Mario y Bibiana Cañizares. Pero también hay tierras raras, insumos de imanes, electrónica, catalizadores, aleaciones, fibras ópticas y lásers, en Jujuy, Santiago del Estero, San Juan, San Luis, Córdoba y hasta en la provincia de Buenos Aires.
“Se dice más de lo que hay”, advierte sobre las tierras raras y el uranio el economista diplomado en minería e investigador de la fundación Fundar Víctor Delbuono. Entre las tierras raras, que están sobre todo en China y por eso Trump acaba de pactar con su par Xi Jinping el acceso a ellas, figuran el escandio, el itrio y los lantánidos: lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio.
En cuanto a uranio, este insumo de la energía nuclear, que el Gobierno planea ofrecer a EEUU. para sostener la inteligencia artificial, suma 17 las minas disponibles. Pero en realidad 11 están más avanzadas, desde la que aparecen en estudios de factibilidad, previo a la construcción de la planta y las que apenas exploradas. En fase de análisis de factibilidad figuran Don Otto en Salta y Sierra Pintada en Mendoza, ambas en poder de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Pero este mina mendocina fue clausurada en 2010 por la Justicia por contaminación y en teoría sólo puede reabrirse una vez que se repare el daño. El caso fue ratificada por la Corte Suprema de la Nación, pero habrá que ver cómo el Gobierno busca revertirlo.
La CNEA controla la mayoría de las minas de uranio, unas siete. Hay dos en análisis económico en Río Negro y Chubut, ambas en manos canadienses. Chubut es otra de las provincias con minería prohibida y en 2021 hubo una pueblada en contra de que se levante la restricción. Hasta ahora, no hay ni chinos ni norteamericanos con yacimientos de este metal. El gobierno de EE UU también habla de otros minerales “críticos” de la Argentina: el cobalto, el cromo, el grafito, el manganeso, el níquel, los elementos del grupo platino (paladio, rodio, rutenio, iridio, osmio) y el zinc, que es el único de todos ellos que ya está extrayéndose, en Jujuy.
La Argentina ocupa el puesto 29° en producción minera mundial, un ranking liderado por China, Australia e Indonesia y en el Chile, México y Brasil aparecen entre los primeros latinoamericanos. Sobre potencial geológico el Instituto Fraser elabora una clasificación en la que mezcla países y provincias y en el que San Juan está 14°, por encima de Chile (17°).
“No es algo que sorprenda el interés de EE.UU. por la minería argentina , es algo que iba a ocurrir”, opina Cacciola, de CAEM. “Lo importante es que seamos lo suficientemente inteligentes para generar las mejores posibilidades para los argentinos y tengamos un montón de familias que puedan vivir de la minería, que es una actividad noble e imprescindible para la vida”, se refiere a que aporta elementos clave para la vida modera y al mismo tiempo intenta contrarrestar las críticas ecologistas pero también de otras actividades agropecuarias contra el impacto del uso intensivo del agua, la utilización de cianuro y arsénico en algunas producciones que pueden contaminar ríos y la afectación de glaciares, que son el origen de cursos para el consumo humano, agrícola y animal.
La minería emplea en la actualidad de forma directa a 38.000 argentinos. Hay que sumar los que trabajan en empresas contratistas. Pero el Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI), a la vez que está acelerando proyectos, también tiene el problema de haber acotado la exigencia de contratar proveedores locales, de haber reducido los impuestos que se recaudarán cuando produzcan, así como la liquidación de las divisas de exportación en el mercado cambiario doméstico. Fue impulsado por el Gobierno con el apoyo de parte de la oposición.
Además está el conflicto ambiental, por más que las empresas del sector y los gobiernos nacional y provinciales, ya sean libertarios, peronistas, radicales o de partidos locales, hablen de minería responsable . “Uno de los principales embates que se vienen en los territorios por el acuerdo con Trump es por la megaminería”, alerta el presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas. “Uno de sus objetivos es garantizarse minerales críticos no sólo para la transición energética sino para la industria bélica. Por el litio y por el cobre, desde Jujuy y Salta hasta San Juan y Mendoza, donde hay una gran resistencia, la persecución es total contra las comunidades que se oponen y que defienden el agua. Recordemos que son industrias altamente demandantes de agua, energía y territorio. Y esta persecución está ocurriendo también en otros países latinoamericanos gobernados por la derecha y la ultraderecha, como en Ecuador contra los pueblos indígenas”, advierte Viale.
AR/MG