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Ceibo y el sur que no se calla: un premio compartido en Pinta Miami

Stand de Ceibo en Pinta Miami

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Hay ferias donde lo inesperado se cuela por las grietas. Pinta Miami, edición 2025, volvió a ser uno de esos lugares donde el Sur no solo expone, también interrumpe. En ese clima de curaduría reflexiva y humedad tropical, el Premio NEXT, otorgado por cuarto año consecutivo, consagró una apuesta doble que desafía etiquetas y geografías.

El galardón –concedido por un jurado integrado por Irene Gelfman, Isabella Lenzi y Rafael Fonseca– fue compartido por dos galerías que parecen hablar desde márgenes distintos, pero que convergen en una sensibilidad común: Arteconsult, de Ciudad de Panamá, con la obra de Andrea Santos (1991), y Ceibo Gallery, con sede en Miami, que presentó a Blanca Machuca (1959), artista argentina radicada en Tucumán.

Ceibo no es una galería convencional. Fundada en pleno vértigo postpandémico por dos mujeres argentinas -Gabriela Karpiuk y Brenda Groy- creció sin pedir permiso. Su stand en Pinta no pretendía deslumbrar: una sala blanca, dos obras de Machuca –dibujos bordados sobre papel intervenido con textos casi ilegibles– y un silencio que se imponía entre tanto ruido de color. Pero ese silencio decía. Cada puntada, cada palabra borrosa, era una arqueología del cuerpo femenino en la historia latinoamericana: lo doméstico como resistencia, la costura como archivo.

Machuca, que borda desde hace tres décadas en los márgenes del sistema artístico porteño, encuentra aquí su legitimación transnacional. Y Ceibo no solo la representa: la acompaña, la piensa, la escucha. Esa forma de curaduría afectiva es la que el jurado del NEXT premió este año: no solo una obra, sino una forma de relación entre artista, galería y público. Una ética antes que una estética.

En diálogo con esta propuesta, Andrea Santos –artista visual panameña– presentó en Arteconsult una instalación donde se cruzaban la memoria oral afrocaribeña y la imagen digital. Dos lenguajes, dos generaciones, dos cartografías que tejían un mismo gesto: crear grietas en el relato hegemónico del arte latinoamericano, mostrar lo que siempre estuvo fuera de foco.

El NEXT Prize no entrega una suma millonaria ni una vitrina asegurada en una subasta internacional. Pero abre un espacio simbólico, uno donde las prácticas artísticas y curatoriales pueden desviarse del camino previsto. En un circuito dominado por lógicas de mercado, premiar a dos galerías que cuestionan sus propios modelos y apuestan por relaciones horizontales es más que una declaración: es una señal.

En los pasillos de Pinta, entre un vino blanco y una charla curatorial, alguien murmuró: “Ceibo se lo merecía hace rato”. Tal vez. Pero el premio no llegó por insistencia. Llegó porque, en una feria que busca dialogar con el mundo sin traicionarse, la voz del sur –bordada, susurrada, resistente– sigue siendo la más difícil de ignorar.

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