El Festival de San Sebastián arranca con un cine argentino que le teme al futuro ante el odio de Milei

Dos mujeres esperan alteradas dentro de un coche a alguien que llega tarde. Un 'alguien' que pronto se descubre que son los empleados de un centro psiquiátrico. Los llamaron para que internen a su mamá. “¿Ella sabe lo que va a pasar?”, preguntan a las hijas. La respuesta es que no. Temen su reacción, pero para cuando por fin suben a su casa, ella está vestida y preparada para ir a lo que se supone que es una prueba médica, pero que tiene como fin cercar su libertad. Así arranca 27 noches, la película inaugural del Festival de San Sebastián, que empezó este viernes su 73ªdición, desafiando las normas que se imponen sobre la salud mental en la vejez.
Su director, el uruguayo Daniel Hendler, hace doblete en el certamen, presentando igualmente en la sección de Horizontes Latinos Un cabo suelto. Ambas cintas ejemplifican el protagonismo que el Zinemaldia concede al cine argentino. Una industria que se está viendo resentida desde que su presidente Javier Milei limitara el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) en abril del año pasado.
“El 90% de las películas argentinas que participan en el festival fueron producidas con financiamiento anterior a este Gobierno, u originales de plataformas como es nuestro caso con Netflix o Belén, de Dolores Fonzi, que cuenta con Amazon”, declaró en la conferencia de prensa posterior a la proyección Agustina Campbell, productora de 27 noches. Lamentó que “literalmente”, en el último año, “no se produjo ninguna película con apoyo del gobierno nacional. Es probable que el año que viene en este y otros festivales la presencia del cine argentino sea cada vez peor”.

Aunque describió la situación como “muy dramática”, lanzó un mensaje de ánimo, asegurando que tienen “capacidad para seguir adelante y reinventarse”. Santiago Mitre, coproductor del filme, señaló que “los recursos están, solo que no van al cine”. Hendler definió como “llamativo” que parezca que “hay una voluntad de interrumpir algo que funciona y funcionaba bien, por cómo se articulaba lo privado y lo público”, además de poner en duda que estos recortes hacia el cine tienen que ver con que el Gobierno esté “confundido con el valor de la cultura”.
El cuidado como “ejercicio de control”
Las 27 noches del título de la película de Hendler hacen referencia a la cantidad de días que Martha Hoffman (Marilú Marini), la mujer de 83 años que protagoniza el film, pasa internada en un centro psiquiátrico en contra de su voluntad. Sus hijas deciden internarla porque consideran que “perdió la cabeza” por estar celebrando muchas fiestas con sus amigos vinculados al mundo del arte, al tiempo que según ellas “despilfarra” su dinero y posesiones, regalando obras de altísima cuantía. Una de las más codiciadas es una escultura de Dalí que, aseguran, desapareció.
El cineasta pone el foco en el vínculo que se establece entre esta adinerada 'reclusa' y Casares, el perito que asignan –y que encarna el propio director– para saber si el internamiento se trata de un plan de las hijas para controlar su fortuna, o si realmente padece algún tipo de demencia.

“Teníamos el desafío de hablar de este borde entre lo que se entiende como salud o no salud, y que deja a algunas personas excluidas de la sociedad, y sus normas”, reconoció Hendler, “y ahí está Martha, que desafía a entender otros posibles límites”. El personaje lo hace comportántose “no como se espera”, sino que es una mujer que decidió disfrutar de su libertad hasta el final: “Ella es ante todo una rockera que no está dispuesta a bajar los brazos y quiere bailar con sus amigos hasta el último día”.
Los cuidados son el gran eje del film, ahondando en “el sistema de control que pone el foco más en el que cuida o controla a estos excluidos del sistema, los que se quedan fuera de lo que se considera la salud”. “El proyecto nos brindaba la posibilidad de entender a alguien que quiere vivir la vida hasta el último momento en libertad, y no está dispuesto a circunscribirse a esos límites”. Y explorar, como apuntó Campbell, a que “el cuidado no sea un ejercicio de control ni de poder, que muchas veces sucede cuando se cuida a adultos mayores o a niños”. En contraposición a esta postura, pone el foco en “entender qué es lo que la persona necesita para ser protegida”.
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