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Análisis

¿Fuck the European Union? Diez años de políticas coherentes de EEUU en Ucrania

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Joe Biden, hoy presidente demócrata de EEUU, y vicepresidente de Barack Obama una década atrás.

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Para entender qué pasa entre Moscú, Washington y Kiev hay que seguir el rastro del dinero, analizar la situación de las mayores potencias en liza y echar un vistazo a lo ocurrido durante los últimos años en la exrepública soviética. Independiente desde 1991, Ucrania es el país más pobre de Europa. Sufre una corrupción sistémica, un grupo de oligarcas (algunos prorrusos, otros prooccidentales) domina los principales poderes del Estado, y los servicios de Salud Pública sufren el saqueo de unos y otros.

EEUU en Ucrania

Cuando en 2013 estallaron en la capital ucraniana de Kiev las protestas contra el Gobierno, la corrupción y la precariedad, EEUU entró en juego posicionándose en favor de la oposición. Varios integrantes de la administración demócrata del presidente Barack Obama y el vicepresidente Joe Biden visitaron en la céntrica plaza Maidan a los manifestantes. También acudió el senador republicano John McCain. Washington operó entre bambalinas para contribuir al golpe contra el presidente prorruso Víktor Yanukovich, quien terminó huyendo del país.

Antes de que eso ocurriera se filtró un video por Internet que mostraba una conversación telefónica entre dos altos diplomáticos estadounidenses. La secretaria de Estado estadounidense adjunta para asuntos europeos, Victoria Nuland, debatía con el embajador de EEUU en Ucrania, Geoffrey Pyatt, sobre cómo facilitar el éxito de la protesta contra el gobierno ucraniano y a quién colocar como sucesor del presidente que buscaban derrocar.

Ese diálogo desveló que Washington tenía una implicación mucho mayor en Ucrania de la que mostraba públicamente. Nuland y Pyatt hablaban en esa conversación sobre los líderes que debían estar en el futuro gobierno, apostaban claramente por uno en concreto, Arseni Yatseniuk, y descartaban a otro, Vitaly Klitschko, quien contaba entonces con el apoyo explícito de Alemania. Ambos embajadores celebraron durante su conversación que la ONU fuera a nombrar un nuevo Enviado especial para Ucrania y que esto ayudaría a “soldar” su plan ante la presunta inacción de la Unión Europea (UE).

En un momento dado, se escucha decir a Nuland:

“Sería estupendo, creo, para ayudar a soldar esto y tener a la ONU ayudando a soldarlo, y ”Fuck the EU!“. Algunos medios lo tradujeron como ”que se joda la Unión Europea“ o ”a la mierda la Unión Europea“.

“Exactamente”, asintió el embajador estadounidense.

Más de 5.000 millones de dólares

El “Fuck the EU!” de Nuland en esa conversación -EEUU acusó a Rusia de filtrarla- planteó una fricción con Alemania. Hizo público lo que el mundo de la diplomacia ya conocía: las diferencias entre Washington y Berlín a la hora de abordar las relaciones con Moscú. De esto también va lo que está pasando estos días.

En una conferencia ofrecida en diciembre de 2013 la embajadora Nuland resaltó la importancia de la inversión estadounidense en Ucrania en los últimos años: más de 5.000 millones de dólares. Desde 2014 Washington ha destinado más de 2.700 millones de dólares en asistencia y desarrollo de las fuerzas de seguridad ucranianas. En su seno se integra el batallón Azov, nacido como una fuerza paramilitar de ultranacionalistas que emplean símbolos nazis y que en la actualidad dependen del ministerio de Interior. Titulares de prensa, analistas y políticos insisten en señalar la obsesión de Putin con Ucrania. Pero si repasamos los hechos es posible afirmar que no solo Rusia está obsesionada con Ucrania.

Titulares de prensa, analistas y figuras políticas insisten en señalar la obsesión del presidente ruso Vladimir Putin con Ucrania. Pero si repasamos los hechos es posible afirmar que también Washington vive obsesionado por todo lo que pasa en Kiev.

Victoria Nuland, por cierto, es actualmente Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos en la Administración Biden. Fue asesora del vicepresidente Dick Cheney entre 2003 y 2005 durante la ocupación de Irak y embajadora de EEUU ante la OTAN durante el segundo mandato de George W Bush, cuando ya apoyó la expansión de la Alianza Atlántica hasta la frontera rusa, defendiendo “bases permanentes a lo largo de la frontera oriental de la OTAN”. Su marido es el neoconservador Robert Kagan, quien fuera asesor de George W Bush y cofundador del think-tank Project for the New American Century cuyo objetivo es “promover el liderazgo global estadounidense” y de fomentar “una política reaganiana de fuerza militar y claridad moral”.

La importancia del gas

Recientemente se completó la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que garantiza la llegada del gas ruso a Europa a través de conductos bajo el mar. El proyecto, operado por la empresa rusa estatal Gazprom y construido con dinero de cinco compañías energéticas europeas, no ha sido nunca acogido con buenos ojos por EEUU, que ve en él una herramienta para que Putin pueda ampliar su influencia en Europa a través del gas.

Europa depende en gran parte del gas ruso, que actualmente llega a través de Ucrania. El Nord Stream 2 evitaría ese trayecto, privando a Ucrania de lucrativas tarifas de tránsito. Con su construcción ya lista, las miradas estaban ahora depositadas en su certificación antes del verano para ponerlo en marcha, pero las últimas escenificaciones han enfriado las cosas. Este pasado lunes la Comisión Europea anunciaba la suspensión “sine die” de su entrada en funcionamiento.

Mientras tanto, EEUU ha indicado que podría exportar a Europa gas licuado, en caso de que las sanciones con las que se amenaza a Rusia empujaran a Moscú a limitar su suministro (Rusia exporta a la UE el 38% de sus importaciones de gas natural, más del 50% en el caso de Alemania). Al igual que la insistencia en el riesgo de una invasión rusa de Ucrania refuerza la razón de ser de la OTAN, la previsión de un recorte de gas ruso como reacción ante posibles sanciones a Moscú permite a Washington anticipar un escenario en el que ya se ofrece a vender a Europa parte de su gas licuado y a mediar con Qatar y otros proveedores para que hagan lo mismo, como sustitutos del gas ruso.

Insistir con el riesgo de una invasión rusa en Ucrania refuerza la razón de ser de la OTAN como alianza militar; profetizar que Rusia recortará su exportación de gas permite a EEUU imaginarse un futuro donde le venderá a Europa parte de su gas licuado.

Las sanciones

Las amenazas de sanciones económicas a Rusia colocan a Europa en una situación arriesgada, en un contexto de crisis energética, con los precios de la energía en alza, una gran inflación y un futuro en el que no estaría asegurada la llegada de todo el gas que la UE necesita, ya que EEUU tiene ya comprometido y cerrado el envío de buena parte de su suministro a Asia. The Wall Street Journal recordaba recientemente que antes de la escalada de tensión en Ucrania, Washington había encontrado pocos proveedores de gas para Europa. Ahora, en este nuevo contexto, confía en conseguir más.

En plena crisis de identidad, EEUU se divide entre quienes desean una Guerra Fría para regresar a ser a superpotencia que fueron, y entre quienes son partidarios de asumir el nuevo contexto multipolar y centrarse en los problemas internos. De ello -y del papel que puede jugar Nuland esta vez- se habla mucho estos días en los pasillos políticos y periodísticos de Washington, conscientes de las presiones que recibe la administración Biden por parte de los halcones del Pentágono, de los republicanos y de sectores de sus propias filas que mantienen una cosmovisión militarista, orgullosos de que EEUU sea, haciendo diferencia, la nación con más gasto militar a nivel mundial.

Mientras tanto, la nueva gran potencia de este siglo, China, ha vuelto a mostrar su apoyo a Rusia. Beijing ha pedido que se deje de lado lo que llamó la “diplomacia de micrófono” - que puede crear realidades a base de meras definiciones verbales-, para centrarse en la diplomacia silenciosa a puerta cerrada.

Ante el dramatismo impostado de Washington y Londres -que ha incluido la retirada de sus embajadores en Kiev- Ucrania ha insistido en que la situación no es tan grave y ha agradecido a la UE que mantenga a sus embajadores.

Los escenarios y las puestas en escena

Entre las declaraciones públicas de las últimas semanas han destacado las del Gobierno británico asegurando tener pruebas de que Moscú quiere derrocar al actual Gobierno ucraniano para imponer en su lugar un presidente prorruso. Nadie ha visto esas presuntas pruebas y el supuesto 'hombre de Moscú' al que apunta Londres está sancionado en Rusia desde hace años.

Por su parte, Francia ha dicho que no ha encontrado en el material mostrado por los servicios de inteligencia estadounidense pruebas de que Rusia vaya a invadir Ucrania y Alemania ha asegurado que todo indica que Moscú no ha decidido nada aún. Ante la histeria impostada de Washington y Londres -que ha incluido la retirada de sus embajadores en Kiev- el propio Gobierno de Ucrania ha insistido en que la situación no es tan grave, que el riesgo de invasión no es mucho mayor que en meses pasados y ha agradecido a los embajadores de la UE que se mantengan en sus puestos en Ucrania.

No hay que olvidar que en 2017 el Gobierno ruso advirtió de que la relación con la OTAN atravesaba su peor momento desde la Guerra Fría debido al despliegue de tropas de la Alianza Atlántica cerca de las fronteras rusas, en Lituania, Estonia, Letonia y Polonia. Ese despliegue militar fue normalizado en buena parte de la prensa occidental, pero los expertos saben bien que en Moscú solo cabía una lectura ante ese envío. Y aún así, se llevó a cabo. Que cada cual extraiga sus conclusiones.

Intereses y presiones

Los intereses de Washington no son los mismos que los de la Unión Europea (UE). En el pasado, EEUU ha impulsado y justificado guerras con tergiversaciones o mentiras conocidas a posteriori. Incluso ha incrementado tensiones con acusaciones fabricadas. Irak es buen ejemplo de ello. En todos esos conflictos bélicos, Washington ha procurado minimizar sus riesgos: son guerras que se han desarrollado lejos del territorio estadounidense y en las que a menudo EEUU se ha apoyado en ejércitos tercerizados o en mercenarios para conseguir sus objetivos, a cambio de dinero, armas y promesas. Con este historial acumulado es lógico que surjan preguntas sobre sus objetivos:

¿Por qué le habría de interesar a la Unión Europea (UE) un conflicto en su propio territorio? ¿Por qué debería adoptar al cien por cien las estrategias comerciales que más convienen a Washington? ¿Por qué debería enemistarse con la misma intensidad que EEUU con un país situado a miles de kilómetros de la Casa Blanca pero vecino europeo?

EEUU muestra en público su confianza en Alemania; en privado, presiona para que adopte una línea más dura contra Rusia.

EEUU está recolocándose fuera de sus fronteras tras el huracán Trump y tiene que decidir cómo hacerlo. Lo mismo le ocurre a Europa, con una Alemania que en 2017 decía, a través de Angela Merkel, que “los intereses en los que podíamos apoyarnos completamente en los otros han llegado a su fin en cierta medida” y con algunas voces dispuestas a estudiar la ampliación de la autonomía comercial y militar europea, frente al habitual seguidismo de los dictados de Washington. En este contexto EEUU muestra en público su confianza en Alemania; en privado, presiona para que adopte una línea más dura ante Moscú. En Washington no ha gustado que Berlín solo haya enviado a Ucrania material para hospitales de campaña.

En medio de todo ello siguen las dramatizaciones, las escenificaciones y el riesgo de la profecía autocumplida, el efecto Pigmalión: esa predicción enunciada -la de la invasión rusa- que, una vez expuesta, puede ser en sí misma la causa de que se haga realidad. El deber de la diplomacia es evitar que se lance más leña al fuego, buscar cauces de entendimiento y preservar la paz y el respeto a los países afectados, siempre en interés de las poblaciones. Eso implica evitar los “Fuck the EU!”. Porque los intereses de la Unión Europea (UE) también cuentan.

AGB

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