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Huir de Kiev, una hazaña entre la “suerte” y el “milagro”

Angela e Igor, dos jóvenes que han podido dejar atrás Kiev en pleno asedio de las tropas rusas.

María García Arenales

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El miedo al asedio ruso de Kiev es cada vez mayor. Cada día parece más difícil escapar de la ciudad, pero la capital de Ucrania resiste de momento a la brutalidad de los bombardeos. Desde el primer día de guerra, miles las personas decidieron huir en busca de un lugar más seguro, aunque miles de ucranianos, como Angelina Popovtseva e Igor Ishchenko, no habían podido salir de Kiev hasta esta semana. Han esquivado algunos de los ataques rusos más feroces, pero su futuro sigue siendo incierto.

Igor se despertó el pasado jueves a las 5:30 horas de la madrugada con el sonido de una gran explosión. Acto seguido su padre le llamó por teléfono para decirle que la guerra había comenzado. Le pidió que hiciera una maleta y que partiese hacia el oeste. “Pero era impensable. Tengo un gato y no estábamos preparados para correr hacia el oeste sin un destino final”, explica a elDiario.es este joven ucraniano de 29 años.

Sus palabras evidencian el bloqueo del que hablan muchos ucranianos cuando intentan describir esas primeras horas de invasión rusa. Ese momento de shock en las que se vieron empujados a tomar rápidas decisiones. Muchos apostaron por hacer una maleta rápida y correr. Él optó por esperar.

Viaje con su abuela

El día 24 de febrero, recuerda, el pánico se sentía en la ciudad: “Todo el mundo huía, los atascos en las carreteras eran kilométricos y los coches apenas podían avanzar”. Sus padres viven en un pueblo a unos 20 kilómetros de Kiev y tampoco era seguro viajar hasta allí, por lo que decidió quedarse unos días más en la capital. 

Hasta el martes, Igor no vio la oportunidad de marcharse de Kiev y lo hizo en su propio coche. Junto a él pudo salir también su abuela, que vivía sola y acaba de cumplir 85 años. Aunque los bombardeos no han cesado, al menos ahora están todos juntos en casa de sus padres, también junto a su hermano, su cuñada y sus tres sobrinos. Durante estos días, su abuela les ha vuelto a contar “las historias sobre los nazis” que recuerda de cuando solo tenía cuatro años.

“Es la peor pesadilla hecha realidad, es literalmente el infierno. La gente teme por su vida, hay mujeres dando a luz en sótanos, los enfermos no tienen medicinas, las tiendas empiezan a estar vacías, las personas mayores lloran y se preguntan por qué, por qué la guerra por segunda vez en sus vidas”, dice Igor emocionado. No puede entender cómo las tropas rusas han podido bombardear sus casas, sus plazas o incluso monumentos dedicados a las víctimas judías de la Segunda Guerra Mundial.

Antes de que Rusia invadiera Ucrania, Igor era el gerente de una empresa americana. Apenas unos días antes había estado de vacaciones esquiando en Georgia y, aunque admite que se respiraba cierta tensión, repite que “nadie podía imaginar esta guerra”.

Sus padres, de 62 años, están valorando la posibilidad de dirigirse a la frontera occidental y, si se marcharan, también abandonarían Ucrania su cuñada y sus tres sobrinos. Su abuela, asegura, es demasiado mayor para emprender ese viaje: “Se quedaría en casa cuidando de las mascotas de la familia”, añade.



¿Una nueva vida en Polonia?

Angelina Popovtseva aún no sabe cómo ha podido llegar junto a su madre hasta Polonia, “si por suerte o por un milagro”. Pero lo han logrado. 

Desde que el pasado jueves Rusia invadiera Ucrania, esta joven profesora de idiomas e intérprete ucraniana se había refugiado en su casa en Kiev junto a sus padres. No encontraron un momento claro para abandonar la ciudad y han pasado varias noches en el pasillo. Alejado de los cristales, era el lugar más seguro.  

El lunes por la tarde logró comprar dos billetes de tren rumbo a la ciudad de Leópolis con la esperanza de entrar luego en Polonia con su madre. Su padre se ha quedado. “Ya no nos sentíamos seguras en Kiev, porque es un punto estratégico [para las tropas rusas], y cada noche era un nuevo peligro de ataque. Pagando mucho dinero a un taxi, conseguimos cruzar del lado izquierdo de la ciudad hasta el lado derecho para llegar a la estación de tren”, continúa.

En esa misma estación otras muchas personas que han pasado las noches en refugios resguardándose de los bombardeos rusos, entre el pánico y el sonido punzante de las sirenas antiaéreas, también esperaban poder abandonar la capital. “Hay gente que está muy mal, que llevaba varios días seguidos en refugios, y llega un punto en que no sabes ni qué hora es, si es de día o de noche”, dice la joven por teléfono con una voz calmada, pero a la vez llena de angustia. 

Después de un viaje de muchas horas en un compartimento repleto de gente, “con adultos, niños, bebés y mascotas” y con las luces completamente apagadas para no llamar tanto la atención, Angelina y su madre lograron llegar este martes por la mañana a la ciudad ucraniana de Leópolis

Una vez allí, tomaron un tren en dirección a Lublin, Polonia, donde vive un tío de Angelina, que podrá acogerlas al menos hasta que decidan qué harán después. Normalmente ese trayecto dura dos horas, pero tardaron siete.

“Al llegar a Polonia todos han sido muy amables y todo estaba muy bien organizado. Nos dieron bebidas calientes. En total hemos estado unas 30 horas de viaje, pero hemos logrado salir. Ahora estamos seguras, pero nos duele el alma. Hemos dejado a mi padre, a amigos, familiares, y mi ciudad”, dice Angelina con un hilo de voz. “Aún no lo puedo creer”. Según los últimos datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 1.045.459 personas han huido de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa. De ellas, el 52%, más de 547.900 refugiados, se encuentra en Polonia.

Angelina nació en Rusia, habla el idioma y tiene familia allí, por lo que esta guerra le parece todavía más increíble. Por ello insiste en que en Ucrania nunca ha existido “un genocidio contra los rusoparlantes del país”, uno de los argumentos mencionados por el presidente ruso Vladímir Putin para justificar la invasión. “Queríamos seguir viviendo tranquilamente en nuestro país y hablar indiferentemente ruso o ucraniano. Todo lo que Putin dice a través de sus canales es mentira, aquí no ha habido genocidio de rusoparlantes”, aseguraba indignada en un vídeo que colgó en Youtube el pasado domingo.

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