Cuando Israel habla de cambio de régimen en Irán, habla de destrucción

19 de junio de 2025 07:11 h

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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pontificó el domingo sobre un tema al que se fue aficionando en los últimos años: Israel no se limitará a desmantelar el programa nuclear y de misiles balísticos de Irán con su agresión militar porque el proceso incluirá un cambio de régimen en Teherán, según dijo en una entrevista en el canal de televisión Fox News.

Netanyahu también dijo que el gobierno de Teherán era “muy débil” y que “el 80% del pueblo echaría a estos matones teológicos” si tuviera la oportunidad.

Los objetivos atacados en Irán en los últimos dos días parecen confirmar que Israel está detrás de algo más que la mera destrucción del programa nuclear: atacaron la sede de la policía, la dirección de espionaje de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica y la cadena estatal de televisión mientras emitía en directo.

Pese a que se considera un experto en política iraní, Netanyahu nunca visitó Irán. Su conocimiento del país viene de los informes que le proporcionan sus servicios de espionaje, que ven a Irán como un enemigo, y de los centros de estudios proisraelíes.

Si los comentarios de Netanyahu suenan a conocidos es porque lo son. En los meses previos a la invasión de Irak de 2003, fue Netanyahu quien defendió un argumento similar junto al ala dura del gobierno estadounidense. Entonces se dijo al mundo que los iraquíes, igual que los iraníes, recibirían con alegría la desaparición de Sadam Hussein y que habría una remodelación en Medio Oriente.

Pero un cambio de régimen, más allá de lo que en la práctica termine significando eso, no equivale a destruirlo. Lo que siguió a las intervenciones en Irak y Libia fue una etapa de caos sangriento. En el primer caso, EEUU trató, con muchas deficiencias, de ayudar a la reconstrucción del país. En Libia, el caos no terminó.

Paradójicamente, el proceso tampoco es ajeno a la propia revolución iraní. Aunque una visión sesgada de la historia presente a la revolución islámica como una entidad plenamente formada en 1979, la realidad es que la caída del sha de Irán desencadenó un período de peleas entre islamistas conservadores, comunistas y distintas facciones tanto del clero chií como de los cuadros revolucionarios.

La idea de que Netanyahu e Israel serán vistos como lejanos salvadores es, como mínimo, dudosa. Como dijo a principios de semana a la cadena de televisión CNN Arash Azizi, autor del libro What Iranians Want [Lo que quieren los iraníes], “los activistas iraníes, gente que durante toda su vida luchó por la libertad y la justicia, saben que su valía tiene poco que ver con gente como Netanyahu”.

“Nací después de la revolución, y obviamente había un alto grado de insatisfacción en el país ya en los años 90, cuando yo era adolescente”, dijo Ali Vaez en el podcast Pivotal States, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, unos días antes del ataque israelí contra Irán. Según Vaez, que dirige el departamento de Irán del centro de estudios International Crisis Group, los cambios repentinos ponen nerviosos a muchos iraníes, incluido él.

“Creo que en mi generación y en la de mis padres existía la sensación de que los cambios radicales suelen tener peores resultados, de que acaban penosamente y rara vez mejoran la situación”, reflexionó Vaez. “La reforma es mejor, la evolución es mejor, esa era la idea que defendíamos”, añadió. En los últimos días, los activistas por la democracia en Teherán se hicieron eco de la misma opinión: una guerra israelí no va a ayudar.

Un fin en sí mismo

Lo que está claro es que Israel ve la destrucción del régimen como un fin en sí mismo y que no tiene interés en el futuro de Irán, sino en debilitar y desestabilizar a un rival regional.

El enfoque encaja perfectamente con otros planteamientos israelíes a largo plazo sobre cuestiones de seguridad. Israel apoyó a Hamas contra Al Fatah (una política cuyas repercusiones se pueden ver en la actual masacre de Gaza) y apoyó al Ejército del Sur del Líbano (ELS) en Líbano, hasta el derrumbe de este y el crecimiento de Hizbollah. Ahora mismo, Israel está armando a facciones criminales y violentas de Gaza para que se enfrenten a Hamas, y la sensación generalizada es que Netanyahu no tiene ningún plan para el futuro de un territorio que está reduciendo a escombros.

El entusiasmo de Netanyahu por un cambio de régimen en Irán es recibido con escepticismo en Washington, al menos por el momento. “Es posible que se sientan más cómodos que nosotros con un cambio de régimen, es posible que se sientan más cómodos que nosotros con la destrucción del país”, dijo a Axios un alto cargo de EEUU.

Irak y Libia también demuestran las dificultades que una transición violenta implica en la práctica. En Irak, las autoridades estadounidenses y de otros países apoyaron durante mucho tiempo a personalidades de la diáspora iraquí como Ahmed Chalabi, sin apenas comprender los centros donde empezaba a concentrarse el poder ni las tensiones tribales y sectarias.

En Libia esta dinámica se hizo incluso más evidente tras la caída de Gadafi, cuando las misiones internacionales (entre ellas, las europeas) intentaron hacer de comadronas de un gobierno de transición sin autoridad y amenazado por diferentes caudillos, mientras potencias como Emiratos y Rusia ocupaban los vacíos de poder.

Veteranos analistas de la realidad iraní también dudan de la capacidad de Israel para destruir al régimen con una guerra aérea, incluso en el caso de que logren matar al líder supremo Alí Jamenei. Consideran que la ofensiva israelí puede permitir al régimen atrincherarse y acelerar los intentos de desarrollar el arma nuclear.

En términos más generales, existe el riesgo de que el empeño de Israel por desestabilizar a Irán dé mayor legitimidad a quienes lo gobiernan incluso entre países de Oriente Próximo que desconfían profundamente del régimen, pero están cada vez más preocupados por la violencia creciente de Israel.

“Con la ampliación de la ofensiva israelí para incluir a Irán, no se sabe dónde está el límite de este campo de batalla”, dijo el martes el rey Abdalá de Jordania. Su país se enfrentó recientemente el desafío de acoger a personas de origen sirio e iraquí que huían de los conflictos civiles en sus países. “Es una amenaza para la gente en todas partes, en última instancia, este conflicto debe terminar”, añadió.