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CLAVES

Qué pasó en Yenín: claves sobre la mayor ofensiva israelí en Cisjordania en dos décadas

Una mujer camina entre la destrucción dejada por la incursión israelí por aire y tierra contra el campamento de Yenín.

Francesca Cicardi

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Israel dio por concluida este miércoles la operación a gran escala que empezó el lunes contra el campamento de refugiados de Yenín, en el norte de Cisjordania. Murieron al menos 12 palestinos y un israelí, más de 100 personas resultaron heridas y hay 120 detenidos en el lado palestino.

La operación bautizada como “Casa y jardín” duró más de 48 horas y fue la de mayor envergadura en los territorios ocupados desde la segunda intifada (2000-2005) y la más brutal en Yenín desde la batalla que tuvo lugar hace 21 años, en el marco de ese “levantamiento” con el que algunos observadores comparan el nivel de violencia actual entre palestinos e israelíes.

Hace tan sólo dos semanas, Yenín fue blanco de otra incursión israelí que se prolongó varias horas y en la que el Ejército empleó por primera vez helicópteros militares, mientras que en la de esta semana usó drones, además de las tradicionales excavadoras con las que las tropas suelen destruir o dañar la infraestructura civil, esencial para quienes viven en el campamento, y las viviendas palestinas.

¿Por qué Yenin?

En las últimas décadas, la localidad de Yenín y su campamento de refugiados fueron un destacado bastión de los grupos armados de resistencia palestinos, que recientemente se unieron bajo el paraguas de la Brigada de Yenín, el principal objetivo de Israel en la operación que concluyó este miércoles.

El portavoz de las Fuerzas de Defensa israelíes afirmó que “la situación es mejor ahora que el campamento perdió capacidad” y, en declaraciones recogidas por el periódico Haaretz, agregó que, aunque la operación haya finalizado, “la lucha contra el terrorista no terminó”.

Según Israel, Yenín y, en concreto, su campo de refugiados, se convirtieron en un refugio seguro y una base de operaciones para los militantes, que crecieron en número y almacenan allí municiones y explosivos, y planean sus ataques desde este rincón periférico de Cisjordania.




Las autoridades israelíes acusaron a los combatientes de recibir el respaldo de Irán y de estar detrás de más de 50 ataques con armas de fuego perpetrados desde el principio de 2023, periodo en el que aumentó la violencia en todos los territorios ocupados.

Escalada de la violencia

Cisjordania fue escenario de una escalada violenta desde la segunda intifada: en lo que va de año ya murieron 156 palestinos (la mayoría milicianos, pero también fueron asesinados civiles, incluidos 27 menores) y 26 israelíes (la mayoría colonos, cinco de ellos menores, y un soldado este martes en la ofensiva de Yenín), según el último recuento de la agencia EFE.

Las víctimas fueron en aumento a la par que las tensiones con los colonos israelíes, quienes atacaron y prendieron fuego a propiedades de familias palestinas, y amenazaron a los ciudadanos árabes. El 21 de junio, milicianos palestinos mataron a cuatro israelíes a las afueras de un asentamiento –urbanizaciones israelíes en tierra palestina ocupada que también se expandieron en este periodo junto al odio y a los deseos de venganza–.   

Desde 2022, los grupos armados palestinos están más activos debido a dos razones principales: por una parte, la ausencia y falta de autoridad de las fuerzas de seguridad palestinas, dependientes de la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramala; por otra parte, en respuesta a la retórica incendiaria de los colonos y del Gobierno ultraderechista de Israel.

La línea dura del primer ministro Benjamín Netanyahu y sus socios de gobierno de la ultraderecha no ayudó a rebajar la tensión, al igual que la falta de un liderazgo fuerte y con legitimidad para los palestinos y la ausencia absoluta de una perspectiva de paz o de una vuelta a la mesa de negociaciones, estancadas desde hace años.

Hacinamiento en un campamento con historia

El campamento de refugiados de Yenín fue levantado para acoger a palestinos expulsados de sus casas y tierras en el norte de Israel, tras la fundación de esta nación en 1948. Con el tiempo se convirtió en una gran barriada, de edificios informales de varios pisos, en la que residen unas 20.000 personas, según la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, UNRWA, que no gestiona este campamento.

Su población vive hacinada en un área que no llega al medio kilómetro cuadrado, con los niveles de desempleo y de pobreza más elevados de toda Cisjordania. Eso sirvió de caldo de cultivo de la lucha armada, a la que muchos jóvenes se ven abocados ante la falta de oportunidades laborales, además de la insatisfacción y frustración que contribuyen el abandono escolar, según la UNRWA.

Este campamento tiene un historial negro: ya fue el blanco de la mayor operación militar israelí durante la segunda intifada, periodo en el que los palestinos recurrieron a los atentados suicidas y muchos de los terroristas que se hicieron explotar procedían precisamente de Yenín. En abril de 2002, las tropas israelíes y los milicianos se enfrentaron durante varios días en el campo, que fue declarado zona militar cerrada.

Según la ONU, 52 palestinos fallecieron (al menos la mitad de ellos, civiles) y 23 soldados israelíes, además de que más de un cuarto de la población del campamento se quedó sin hogar porque unas 400 viviendas fueron demolidas.  

Desde entonces, los movimientos islamistas Hamás y, sobre todo, la Yihad Islámica (ambos considerados terroristas por Estados Unidos y la Unión Europea) tienen una notable presencia en el campo de Yenín, donde sus milicianos reciben entrenamiento militar. En sus calles se pueden ver imágenes de los “mártires” de las organizaciones y sus banderas, colgando entre el cableado eléctrico y la ropa que se seca al sol.

Netanyahu prometió que, tras la intervención militar de los pasados dos días, no va a permitir que “Yenín se convierta en un santuario para los terroristas” y no descartó otras operaciones.

¿Por qué ahora?

Tanto desde el Gobierno como desde el Ejército israelíes aseguraron que la operación “Casa y Jardín” venía fraguándose desde hacía semanas e, incluso, meses, en los que habrían reunido la información de inteligencia necesaria para infligir un duro golpe a los “terroristas” en Yenín.

Sin embargo, algunos analistas consideran que la incursión habría servido de cortina de humo para Netanyahu, ante las renovadas protestas ciudadanas por su polémica reforma judicial.

El mismo lunes, horas después del comienzo de la incursión en Yenín, miles de personas volvieron a manifestarse en Tel Aviv en contra del nuevo intento de la coalición gubernamental de sacar adelante el proyecto de ley que, en caso de aprobarse, eliminaría la “doctrina de razonabilidad” (que permite al Tribunal Supremo revisar y revocar decisiones del Gobierno sobre la base de si es razonable o no).

Además de servir para unir a la opinión pública frente a un “enemigo común” externo, una estrategia empleada repetidamente por los gabinetes israelíes en momentos de crisis internas, la actuación militar se interpretó como una respuesta al lanzamiento de cohetes de fabricación casera desde la zona de Yenín, que no alcanzaron territorio israelí. Sin embargo, Israel quiere evitar que desde Cisjordania se lancen proyectiles que amenacen las poblaciones cercanas, al igual que ocurre desde la Franja de Gaza, en el sur del país.

FC

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