ANÁLISIS

Los primeros 100 días de Lula en el gobierno

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“Estoy convencido de que vamos a acomodar al país”. La frase es del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y la pronunció el jueves en el Palacio del Planalto, en un café matutino con medios brasileños. Recordó, también, que el lunes próximo se cumplen los 100 primeros días de su gobierno, un rito inventado por Napoleón, al que bautizó Les Cent Jours, aunque fue Estados Unidos que lo tornó popular, cuando lo impuso el presidente Franklin Roosevelt en 1933. Según Lula, “al evaluar los cien días (de su gobierno), vamos a tener que anunciar nuestro plan hacia adelante, ya que los 100 días serán el pasado”.

Los medios brasileños no dudaron en calificar sus palabras como propias de “un vendedor de optimismo”. Tanto que trasladó la euforia a la resolución del conflicto entre Rusia y Ucrania. “Estoy convencido que tanto Kiev como Moscú esperan alguien de afuera para sentarse a conversar”, reconociéndose a sí mismo como uno de los voluntarios a cumplir ese papel. Es la iniciativa que lleva a China, donde viajará el martes, para hablar con Xi Jinping.

Sin embargo, el entusiasmo presidencial choca con dificultades que el mismo gobernante admite. La principal, a su juicio, es que el mundo productivo brasileño sufre con las tasas de interés a los créditos, que figuran como las más altas del mundo. El Banco Central brasileño ha fijado el tipo básico de interés en 13,75% y busca a ultranza mantenerlo en ese nivel, habida cuenta de la independencia de la institución en el manejo de la política monetaria que quedó en manos de un economista sospechado de “bolsonarismo”, Roberto Campos Neto. Según sugiere el propio Lula, el funcionario tendría un interés específico en bombardear el plan de crecimiento, que exige créditos más baratos. “Hay gente que toma préstamos en el mercado a 30% anual para concretar inversiones. No es posible que se continúe así”.

La economía brasileña no logró, hasta ahora, despegar. Peor aún, hay indicios de que el crecimiento no superaría durante 2023 el 0,1%. Esta realidad tiene un impacto decisivo sobre la evaluación de los famosos 100 primeros días, que incluso podrán extenderse a todo 2023. Según una encuesta de la consultora Qaest-Genial, entre los brasileños consultados (2.800 en total), hay una gran mayoría (68%) que no pudo recordar una sola medida dictada por el gobierno desde que se inició el 1º de enero. Aquellos que citaron una acción positiva, aludieron a la defensa de las tribus Yanomami contra los buscadores de oro que devastaron sus territorios.

Según otros dos estudios, de Ipec y Datafolha, el 40% de los encuestados evaluó al gobierno como “óptimo y bueno”. Sin embargo, en las clases medias la satisfacción disminuye a 30% y en las más ricas es peor aún, ya que apenas 26% le asignan buena nota al gobierno. Consciente de esta diferencia, Lula apostará ahora a esa clase media esquiva. En esa reunión con la prensa, afirmó que quiere elevar el poder adquisitivo en esa franja de la sociedad. Una de sus primeras medidas en esa dirección sería eliminar el impuesto a los ingresos entre aquellos que ganan hasta 5.000 reales (1.000 dólares). Hoy se eximen de pagar esa carga a aquellos que ganan el equivalente a 420 dólares.

Ambas encuestadoras revelaron, por otro lado, que el bolsonarismo ha calado fuerte en segmentos poblacionales importantes: 44% de los consultados declaró que le temía “al riesgo de Brasil de tornarse un país comunista”. Otra desagregación mostró las diferencias regionales: en el Nordeste del país, Lula conserva su popularidad con 52% de los habitantes nordestinos se mostraron conformes con las realizaciones de los 100 días. En señal de gratitud, por garantizar el fin de la era Bolsonaro, Lula enfocó en ellos las primeras medidas importantes, por ejemplo, la entrega de vivienda del programa “Mi casa, mi vida”.

Entre otros obstáculos que el mandatario debió y deberá enfrentar en el futuro se encuentran aquellos que proceden del Congreso. Con una mayoría legislativa dominante que proviene de la centroderecha, integrada por numerosos partidos, el presidente se avino con rapidez a negociar con los titulares de ambas cámaras, Arthur Lira de Diputados y Rodrigo Pacheco del Senado. En ambos casos Lula tuvo que hacer las debidas concesiones, tales como nombrar ministros aliados a ambos políticos y, al mismo tiempo, continuar con la vigencia del presupuesto secreto, que estos líderes distribuyen entre los legisladores.

Con todo, Lula dejó claro que está feliz de haber vuelto al Planalto en su tercera gestión: “La política es como un orgasmo para el ser humano. La gente no consigue vivir sin ella”.

EG