“El ambiente se está calentando”: cómo la extrema derecha está aprovechando las protestas de los agricultores en Alemania

Philip Oltermann

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El símbolo que eligieron los agricultores alemanes para expresar en carreteras rurales de todo el país su descontento con el Gobierno en los primeros días de este año es tan inequívoco como siniestro: horcas improvisadas de las que cuelga la representación de un semáforo con todas sus luces encendidas, en referencia al color de los tres partidos de la coalición gobernante.

La escalofriante simbología sirvió como anuncio de las protestas y huelgas intersectoriales sin precedentes que a partir de este lunes afectan a las carreteras y ferrocarriles alemanes. Representan un cambio radical en los ánimos de un país que durante mucho tiempo se caracterizó por buscar soluciones de consenso en las relaciones laborales. Especialmente cuando se compara con la vecina Francia, tradicionalmente más propensa a las huelgas.

Ante la proximidad de las elecciones en estados del este de Alemania, se teme que el nuevo espíritu revolucionario favorezca a la extrema derecha, una preocupación que incluso algunos agricultores comparten.

Los trabajadores del sector agropecuario protestarán durante ocho días por todo el país a pesar del retroceso parcial que el Gobierno federal dio en las medidas que desencadenaron el malestar (un recorte en las ayudas al gasóleo y en las exenciones fiscales a vehículos agrícolas). Entre las medidas de protesta, que según el presidente de la asociación de agricultores representarán “algo nunca visto en el país”, habrá cortes de autopistas para impedir el tránsito.

En la noche del jueves pasado se pudo tomar la temperatura del enojo detrás de estas protestas cuando en el norte del país un centenar de agricultores impidió al vicecanciller y ministro de Economía Robert Habeck desembarcar de un ferry, lo que lo obligó a regresar a la isla donde había pasado las vacaciones.

Dicen que Habeck, que pertenece al partido de Los Verdes, invitó a algunos de los manifestantes a subirse a la embarcación para exponer sus preocupaciones, pero ninguno quiso hacerlo. “Que los ánimos en el país se estén caldeando de esta manera es algo que me hace pensar, sí, y hasta preocuparme”, escribió Habeck en un comunicado difundido el viernes.

Los camioneros dijeron que se unirán a las protestas de los agricultores para expresar su malestar por una subida en el precio del peaje para vehículos pesados que entró en vigor a principios de diciembre. Comenzarán con bloqueos en centros regionales y terminarán los días 18 y 19 de enero con una concentración de camiones en Berlín, la capital del país.

Los que quieran evitar el caos de las rutas tomando el tren tampoco lo tendrán fácil. Tras una tregua por el período navideño, los ferroviarios afiliados al sindicato de maquinistas GDL anunciaron su intención de reanudar esta semana y por todo el país las huelgas por salarios y horarios.

Oportunidad para la extrema derecha

No hubo coordinación entre las huelgas del sector ferroviario estatal y las protestas de camioneros y agricultores autónomos. Son reivindicaciones diferentes y, en algunos casos, vienen de conflictos anteriores al Gobierno de Olaf Scholz. Sin embargo, su coincidencia temporal es una oportunidad perfecta para la extrema derecha, que está aprovechándolo para avivar fantasías populistas de un golpe de Estado.

El partido de ultraderecha Alternativa por Alemania [AfD, por sus siglas en alemán] habla en sus redes sociales de gente común siendo “llevada a la ruina por un liderazgo político irresponsable, como en la Edad Media” y pide a los ciudadanos que se unan a lo que llaman una “huelga general”.

“¡Vení a Berlín y expulsá al semáforo! Alemania se vuelve azul”, dice uno de los lemas compartidos en Telegram por los manifestantes, con imágenes generadas por inteligencia artificial en las que arde el Reichstag rodeado por tractores. El azul es el color de AfD, mientras que el semáforo representa los colores de la coalición gobernante: el partido socialdemócrata de centro-izquierda, de Olaf Scholz; el partido Los Verdes, de Habeck; y el Partido Demócratico Libre de corte liberal FDP, del actual ministro de Hacienda Christian Lindner.

La asociación de agricultores alemanes trata de distanciarse de las “fantasías violentas de un golpe de Estado” y critica el bloqueo al desembarco del ferry de Habeck el jueves pasado. “Estas protestas son agua para el molino de la AfD”, dice Clemens Risse, secretario general de la asociación de pequeños agricultores en el estado de Sajonia, donde el partido de extrema derecha lidera las encuestas de cara a las elecciones de septiembre.

“La creciente carga burocrática y el aumento de costos a lo largo de los últimos 10 años generaron una inmensa frustración que ahora está saliendo a la luz”, señala Risse. “Y entonces aparece AfD diciéndole a los agricultores que el Gobierno está tratando de salvar el mundo sin cuidar de los suyos cuando autoriza la importación sin aranceles del grano ucraniano”.

La industria agrícola alemana puede parecer pequeña, con unas 256.000 empresas que emplean aproximadamente al 2% de la población activa, pero las tierras agrícolas ocupan prácticamente la mitad de la superficie del país. Según los portavoces del sector, la situación geográfica del país y la calidad de sus suelos favorecen el futuro del sector incluso en tiempos de calentamiento global.

La oposición al Gobierno de Scholz ahora está frotándose las manos. El recorte de subvenciones que este invierno desató el enfado de los agricultores fue más una imposición de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), formación de centro derecha, que un plan libremente diseñado por la coalición de Gobierno.

En noviembre, el Tribunal Constitucional de Alemania declaró inconstitucional el fondo para el clima y la transformación, un proyecto a largo plazo para destinar el dinero no gastado de las medidas de emergencia por la pandemia hacia iniciativas de acción climática. El recurso fue presentado por la CDU.

Tras el fallo del Constitucional, socialdemócratas, ecologistas y liberales, los tres partidos que integran la coalición, se vieron obligados a buscar a toda velocidad una solución que cubriera el déficit de 60.000 millones de euros en financiación provocado por la sentencia.

La desgravación fiscal para el gasóleo agrícola y las exenciones en el impuesto a la matriculación de vehículos agrícolas, dos medidas que no contaban con el beneplácito de ecologistas ni de liberales, parecían áreas en las que se podía llegar a un acuerdo.

La ira populista desatada por esos recortes (revertidos parcialmente después) se dirigió sobre todo contra los Verdes. No fueron contra el partido opositor CDU y tampoco contra el liberal FDP, cuyo compromiso con ponerle límite al endeudamiento para que no supere el 0,35% del PIB nominal está restringiendo severamente la capacidad de maniobra del Gobierno.

Incluso los agricultores que simpatizan con el programa de Los Verdes criticaron los recortes. “Es absolutamente correcto transformar la agricultura alemana para que pase de depender de los combustibles fósiles a usar la energía solar”, afirma Ottmar Ilchmann, productor lácteo en Frisia Oriental (Baja Sajonia). “Pero este no es el camino”.

Es posible que el recorte en las subvenciones al gasóleo (en el nuevo plan, la reducción será gradual para llegar a una eliminación total a partir de 2026) afecte con mayor intensidad a las pequeñas explotaciones que a las grandes empresas. Podría resultar especialmente doloroso para los agricultores ecológicos, cuyo consumo de gasolina por hectárea es superior al de la agricultura convencional. 

Algunos agricultores propusieron como alternativa aumentos en el impuesto al queroseno o a los fertilizantes. “Ya tenemos la sensación de estar excesivamente regulados por burócratas fervorosos”, dice Ilchmann, refiriéndose a la nueva vigilancia satelital de campos de cultivo en toda la UE y a la obligación de los agricultores de registrar sus métodos en una aplicación. “La sensación es que, hagamos lo que hagamos, nunca es suficiente”.

El portavoz del Gobierno, Steffen Hebestreit, señaló este lunes que el Ejecutivo no va a retroceder en las medidas propuestas.

Pero Ilchmann también critica que algunos de sus colegas estuvieran cediendo a los avances de la extrema derecha. “Algunos agricultores dicen 'no puede ser peor que esto, puede que la próxima vez vote a AfD'”, dice. “Bueno, les sugiero que echen un vistazo a lo que [la extrema derecha] dice en su programa”.

Fundada por un grupo de economistas contrarios al euro que abogan por aumentar la libertad de los mercados, en su programa para 2023 AfD sigue pidiendo “limpiar la jungla de [...] subvenciones y fondos especiales”.

Traducción de Francisco de Zárate.