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El relato de un prisionero de guerra ruso en Ucrania: “Solo quiero volver a casa, nada más”

Un militar ucraniano observa el cadaver de un soldado ruso en Mala Rohan, cerca de Járkov.

Pjotr Sauer

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Todavía se estaba acostumbrando a su arma y su uniforme militar cuando Anton se encontró de repente rodeado por las fuerzas ucranianas mientras las balas volaban a su alrededor. Una de ellas le alcanzó el brazo.

“Era nuestro primer enfrentamiento con el enemigo, antes de eso no habíamos disparado ni un solo tiro. Nos tendieron una emboscada y no pudimos defendernos. Tuvimos que rendirnos”, dice Anton, un militar ruso de 21 años, en una entrevista con The Guardian.

Anton fue capturado por las tropas ucranianas el 2 de marzo junto con otros cinco soldados de su unidad cerca de Mykolaiv. En ese momento, las fuerzas rusas estaban llevando a cabo una ofensiva en la ciudad conocida por sus astilleros, cercana al Mar Negro y de importancia estratégica.

El soldado, que pide que no se le identifique con su nombre verdadero, pasó los siguientes 45 días en cautiverio en manos de las fuerzas ucranianas. Finalmente, fue liberado a mediados de abril después de que Moscú organizara un intercambio de prisioneros con Ucrania. Habla con The Guardian desde territorio ruso.

Su relato como prisionero de guerra ruso intercambiado resulta excepcional, ya que tanto Rusia como Ucrania han dado muy poca información sobre el destino de los cientos de prisioneros rusos.

Moscú no hace públicos los nombres de sus militares capturados en Ucrania. Sin embargo, durante su cautiverio, Anton fue entrevistado como prisionero ruso por un conocido bloguero ucraniano. También fue mencionado como soldado ruso capturado en páginas web cercanas a las autoridades ucranianas. Asimismo, uno de sus familiares confirmó a The Guardian que fue capturado en Ucrania y posteriormente intercambiado. The Guardian no ha podido verificar todos los detalles de su relato.

“Me enviaron completamente desprevenido”

Anton, que proviene de una ciudad pequeña y remota de Siberia, dice que firmó un contrato para alistarse en el Ejército el pasado diciembre, poco después de haberse graduado en la escuela de formación profesional. En retrospectiva, dice, debería “haber hecho todo lo posible” para evitar las fuerzas armadas.

La unidad de Anton fue trasladada por primera vez durante los últimos días de diciembre. El destino fue la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014, donde se le dijo que iba a participar en un curso de formación de “una semana”. Dice que hasta entonces no había recibido prácticamente ningún entrenamiento militar que lo hubiera preparado para una guerra a gran escala.

Anton cuenta que, a medida que pasaban las semanas en Crimea, algunos miembros de su unidad empezaron a preocuparse de que les enviaran a la guerra, una posibilidad que él seguía considerando completamente “absurda”.

“Muchos de los jóvenes ni siquiera podíamos imaginar que iríamos a la guerra. Nos lo contaron en el último momento, la noche antes de la invasión”, dice. “Al final, no es justo cómo me trataron las autoridades rusas. Me enviaron a Ucrania completamente desprevenido”.

El relato de Anton, que describe una unidad militar a la que no se le informó de la invasión, concuerda con la experiencia de otros soldados rusos que, de manera similar, han dicho que no sabían que irían a la guerra hasta que cruzaron a Ucrania. Los expertos militares han sostenido que la decisión de no informar a un gran número de sus soldados sobre la invasión es una de las explicaciones de la parálisis de la campaña militar rusa.

La vida en cautiverio

El 25 de febrero, el día después de que las tropas rusas entraran en Ucrania, la unidad de Anton recibió la orden de cruzar al país desde Crimea. Dice que los condujeron en vehículos blindados hasta las afueras de Mykolaiv, ciudad que fue objeto de fuertes ataques por parte de las fuerzas rusas durante los primeros días de la guerra.

Al continuar a pie, parte de la unidad se separó del grupo principal y fue objeto de una emboscada por parte de las fuerzas ucranianas el 2 de marzo, menos de una semana después de haber entrado en el país. Anton dice que, mientras era capturado, fue alcanzado por una bala ucraniana y se fracturó un hueso de la mano. Poco después, las fuerzas ucranianas le pusieron una bolsa en la cabeza mientras lo trasladaban a una celda de prisión, cuya ubicación, según él, aún desconoce.

Al principio, la vida en cautiverio estuvo marcada por el miedo. “Te estremeces ante el más mínimo ruido. Cada día esperas que no sea tu último día y que no te maten”, recuerda. Dice que no fue agredido físicamente durante su tiempo de cautiverio, pero afirma que los guardias ucranianos lo atormentaban mentalmente a él y a otros soldados rusos.

“Nos decían constantemente que Rusia estaba acabada, que pertenecíamos a lo más bajo de la sociedad. Nos amenazaban con matarnos de hambre”, dice. Anton añade que, aunque algunos guardias parecían “querer hacerte daño”, la mayoría mantenía la calma y “no se dejaba llevar por su instinto animal”.

La vice primera ministra ucraniana Iryna Vereshchuk, encargada de negociar los intercambios de prisioneros, no respondió a la solicitud de The Guardian para conocer su versión. Según los Convenios de Ginebra, la detención de prisioneros de guerra que han sido capturados no debería ser considerada como forma de castigo, sino como medio para evitar que sigan participando en el conflicto.

Pero fue el aburrimiento diario lo que pronto se convirtió en el mayor desafío, cuenta Anton. “Si teníamos suerte, nos daban algo al azar para leer. A veces nos dejaban ver propaganda ucraniana en la televisión”, dice. “La mayoría de los días nos limitábamos a mirar las paredes que teníamos delante”. Dice que fue trasladado tres veces durante su cautiverio.

En un momento dado, le pidieron que grabara una entrevista sobre su captura con un destacado bloguero ucraniano. Las autoridades ucranianas han dado acceso a periodistas y blogueros para entrevistar a sus prisioneros de guerra rusos. Estos vídeos han sido vistos por cientos de miles de personas en YouTube, pero también han suscitado críticas por violar los convenios de Ginebra. “En una situación así, como prisionero, entiendes que no existe realmente la opción de decir que no. Aceptas a pesar de que te digan que puedes negarte”, dice Anton.

El intercambio

Finalmente, a principios de abril, le comunicaron que sería intercambiado por un soldado ucraniano. Aunque Rusia y Ucrania han llevado a cabo varios intercambios de prisioneros, ninguno de los dos países ha revelado casi ningún detalle sobre los mecanismos que hay detrás de los canjes. El 4 de abril, Ucrania dijo que tenía unos 600 prisioneros de guerra que eran militares rusos. Rusia no publica cifras exactas, pero a finales de marzo su defensora del pueblo dijo que había más de 500 prisioneros de guerra ucranianos en el país.

Ese número ha crecido considerablemente después de que al menos 1.000 combatientes ucranianos, incluidos miembros del Batallón Azov, fueran trasladados a territorio controlado por Rusia después de que las fuerzas rusas tomaran la planta siderúrgica de Azovstal en Mariúpol hace un par de semanas. Ucrania ha dicho que los combatientes de Azovstal serán parte de un intercambio de prisioneros, pero algunas autoridades rusas han dicho que podrían ser juzgados o incluso ejecutados.

Según Antón, formó parte de un intercambio “uno a uno” en el que también participaron otros 17 soldados rusos y que tuvo lugar cerca de la ciudad ucraniana de Melitópol. Nada más regresar a Rusia, los servicios de seguridad le interrogaron a fondo sobre su estancia en Ucrania: “Querían saber si podían seguir confiando en mí. Fue el procedimiento habitual”.

“Solo quiero volver a casa”

Pero, solo unos días después de que le hubieran dado el alta en un hospital ruso, pudo sentir todo el daño que su tiempo en cautiverio había causado en su mente y su cuerpo. “Durante mi cautiverio, bloqueé la mayoría de mis emociones. Intenté no pensar en mi vida. Pero ahora tengo sueños terribles, apenas puedo dormir. He ganado mucho peso”, dice.

Anton dice que las autoridades le han dado el equivalente a unos 2.350 euros como compensación por daños. Según la legislación militar rusa, los militares no reciben ninguna compensación especial por haber sido retenidos como prisioneros de guerra. Incluso se esperaba que Anton volviera al servicio una vez que se hubiese recuperado de las heridas.

Pero después de su experiencia en Ucrania, Anton está buscando la manera de dejar el Ejército para siempre. “Solo quiero volver a casa, tío, nada más. Todo lo que quiero es volver a casa”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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