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OPINIÓN

Cuatro vivos y un montón de vivillos

¿Cuál es, entonces, la razón por la que el consumidor termina pagando 6 por cada peso que cobra el productor?

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Las canciones de cancha fueron, son y serán una subcategoría indispensable en el súper espectáculo del fútbol. Décadas atrás irrumpió en las tribunas un hitazo cuya letra presagiaba una sequía de campeonatos de por vida al equipo rival. Su rima final decía: Vas a salir campeón el día que las vacas vuelen y la argentina pare la inflación.  

La foto que ilustra esta nota la tomé en un pequeño pueblo de la costa atlántica en el que hay 4 verdulerías. Se puede apreciar que los cajones de frutas y verduras no informan el precio de los productos. Cuando le pregunté al dueño de la verdulería si hacía mucho que habían dejado de mostrar los precios, su respuesta, incómoda, fue que nunca los habían mostrado. Repliqué que, en el verano, si los tenían. El final de la conversación fue abrupta y tajante: “Si querés saber un precio, me lo preguntás”.

La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) publica todos los meses el IPOD, Índice de Precios en Origen y Destino, que cuantifica, en valor absoluto, el incremento que sufren los precios de los productos agrícolas y ganaderos entre el productor y el consumidor. Un IPOD igual a tres, por ejemplo, significa que mientras el productor vendió su producción a uno, el consumidor pagó en la góndola 3. En el medio está la red logística y comercial que hace de puente entre la producción primaria y el hogar de consumo, red que incluye el almacenamiento mayorista, la distribución urbana y el canal minorista. Los precios de las 19 frutas y hortalizas que integran la canasta IPOD se multiplicaron en marzo pasado por 5,9, al transitar desde el campo a la góndola, un 51,2% más que el mes anterior. En el podio, la cebolla sufrió un incremento de 15,9 veces, el limón 14,6, la calabaza 10,6, la naranja 6,5 y la mandarina 6,1.

Para pensar cuál es la razón por la que el promedio de incremento de marzo respecto a febrero fue de más del 50%, se deberían identificar cuáles son los costos involucrados en los procesos de logística, almacenaje y venta. Es altamente probable que, si aplicáramos el principio de Pareto, sumando sueldos, combustible, alquileres y servicios, concentraríamos el 80% de las erogaciones. Y es claramente demostrable que ninguno de los precios de esos conceptos sufrió un incremento de esa magnitud. ¿Cuál es, entonces, la razón por la que el consumidor termina pagando 6 por cada peso que cobra el productor? Las cadenas de supermercados representan el 40% de las compras de alimentos y bebidas hogareñas a escala nacional y el 44% en el AMBA, que por otra parte representa el 41% del gasto en alimentos y bebidas del país.

Según la investigación del economista Joaquín Pérez Martín, Proceso inflacionario: Los supermercados en el centro de la escena, el costo del inventario alcanza el 72% del gasto operativo de las cadenas de supermercado. Eso quiere decir, que de cada 100 pesos que gasta un supermercado, 72 corresponde al costo de la mercadería vendida. Es por eso por lo que la rentabilidad del modelo de negocio supermercadista se juega en el poder asimétrico de negociación que ejercen las cadenas sobre sus proveedores.

Así las cosas, en los procesos de formación de precios, los supermercados juegan un rol directo, pero también indirecto. Su expansión territorial a través de miles de sucursales termina impactando en los precios de los negocios de proximidad. Un coeficiente IPOD de 16 no puede ser más que el resultado de un brutal incremento del mark up (el coeficiente que aplica una empresa al costo para llegar al precio de venta de su producto), no de la tan mentada sequía que si afecta a los precios de origen. Pero el ocultamiento de los precios de los productos, como el de la verdulería de la costa, no puede ser nada más que el síntoma de un brutal y sistemático proceso de remarcación especulativo, no de la incertidumbre sobre los precios de reposición.

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), en 2022, el 37% de la población argentina se encontraba en una situación de inseguridad alimentaria moderada o grave. Hay coincidencia entre los especialistas en que la inflación es un problema multicausal y de muy difícil resolución, dicho en términos futboleros, es tan poco probable que las vacas vuelen como que Argentina baje la inflación. Pero a juzgar por los datos revisados, no son solo cuatro vivos los que se aprovechan del descontrol imperante. Hay cuatro vivos, sí, pero también hay un montón de vivillos. 

MS

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