OPINIÓN

Más interés en la política y menor participación

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Los argentinos declaramos estar cada vez más interesados en la política. Según el último informe de Creencias Sociales del Observatorio Pulsar ante la pregunta “¿Usted está muy, bastante, poco o nada interesado en la política?”, un 55% de la población respondió estar entre muy intersado (19%) y bastante (36%). El restante 45% de la población afirmó estar poco interesado (30%) y nada intreresado (15%). Esta tendencia viene en crecimiento ya que en 2023 los interesados eran el 40% de los encuestados y el año pasado subió al 52%.

¿Como se entiende entonces la disminución de la participación electoral? ¿Por qué decimos que nos interesa más la política pero no vamos a votar? En 2025 la participación electoral se encuentra en los niveles más bajos de nuestra historia reciente. El promedio de votantes el las elecciones de Salta, Jujuy, Chaco, Formosa, Santa Fe y la CABA está por debajo de 60%. Si bien todavía tenemos por delante la elección nacional, los resultados locales dan prueba de una tendencia consolidada.

Esta paradoja aparente puede tener múltiples explicaciones. Y decimos aparente porque detrás de la lógica inicial de relacionar directamente interés con participación pueden esconderse diversos motivos. Si bien no hay duda de que estamos ante un desacople entre el interés declarado y el comportamiento electoral, esto puede no ser contradictorio. La política puede discutirse, generar conversación en redes y en la vida cotidiana, pero no necesariamente traducirse en asistencia electoral. Sin pretender explicar el fenómeno podemos arriesgar al menos tres hipótesis posibles. Ninguna de ellas es excluyente; por el contrario, pueden coexistir y complementarse.

Interesados, pero sin sentir que estas elecciones son decisivas

La primera hipótesis tiene que ver con la percepción de relevancia de la elección. Usualmente los estudios electorales advierten que la participación puede estar relacionada con la idea que como electores formamos acerca de la importancia que puede tener nuestro voto en el rumbo del país o de la provincia. Esto implica que cuando percibimos que el resultado electoral puede generar, ya sea cambio o confirmación del rumbo las motivaciones para la participación aumentan.

En el escenario actual, aunque haya un mayor interés en el debate público o en la discusión de ideas, no parece haberse consolidado una fuerza política alternativa y competitiva a nivel nacional que despierte la expectativa de cambio. El único espacio consolidado a nivel nacional es el de LLA. El proyecto o los proyectos alternativos de hoy no están consolidados a nivel nacional. Los frentes o espacios tienen un anclaje puramente local y lejos están de representar un proyecto distinto al actual a nivel nacional. El resultado: la gente mira la política, pero siente que votar no alterará el rumbo.

Interesados, pero sin representación

La segunda hipótesis apunta al desencanto con la oferta política. La democracia es, por definición, un sistema de elecciones imperfectas. La ciudadanía no elige “lo que quisiera”, sino lo que está disponible en el cuarto oscuro. Cuando la oferta no resulta atractiva, o peor aún, cuando no se percibe una opción que represente las propias ideas, valores o necesidades, el votante puede optar por quedarse en su casa.

En términos simples: hay interés en la política, pero no hay entusiasmo por los candidatos. Este desajuste entre el deseo de transformación o mejora y la imposibilidad de canalizarlo en proyecto concreto genera apatía electoral, aunque no necesariamente desinterés por la política en general. Es una señal de alerta para los partidos políticos y sus liderazgos: el problema no es solo el “votante desinformado” o “desinteresado”, sino el elector atento, crítico y desencantado.

Los que no se interesan: el núcleo del ausentismo

La tercera hipótesis complementa las anteriores y pone la lupa en el otro 45% de la población, el que declara tener poco o ningún interés en la política. Este grupo, históricamente, ha sido el que menos participación muestra, pero en el contexto actual su tamaño es significativo y podría estar alimentando buena parte del ausentismo. Se dirá que en 2023 el interés manifiesto sobre la política era bajo pero hubo alta participación. Pero ante este razonamiento puede anteponerse la lógica de pensar que en ese año, interesados o no, los argentinos entendían que la elección tenía relevancia para definir el rumbo del país.

¿Qué significa todo esto?

Ya sea por la falta de expectativas, el desencanto con la oferta o el simple distanciamiento de los ciudadanos con la política, lo que atravesamos es una dismunición real de la participación. Este dato revela una crisis compleja del vínculo entre ciudadanía y sistema político. Si como afirmamos, el interés lejos de decaer está en aumento, entonces no se trata, como suele simplificarse, de un pueblo apático o despolitizado. Por el contrario, hay conversación política, preocupación por el rumbo del país, debate sobre medidas de gobierno y un seguimiento activo de los temas públicos. Lo que no parece haber hasta el momento es una traducción de ese interés en participación electoral. Y si bien puede ser coyuntural o parte del clima de época, la dirigencia tiene que tomar nota y actuar en consecuencia. De otro modo se deberá aceptar como nueva normalidad que tanto outsiders, famosos, independientes o inexpertos sigan brotando de las válvulas de descompresión del sistema.

El autor es sociólogo y Consultor. Investigador del Observatorio Pulsar.uba