Vacunas: la trastienda del “milagro chileno”
Mientras camina desconfiadamente hacia la puerta del centro vacunatorio contra el covid-19 de Concón, dispuesto en la avanzada cultural de la idílica playa vecina a Reñaca y Viña del Mar, la señora Herminia alega con algo de humor: “Ojalá que por lo menos las vacunas funcionen en este país”.
Luego enumera una lista de demandas no satisfechas y que incluyen, entre otras, falta de agua potable en la zona rural donde vive, insuficiente ayuda económica por parte del gobierno, escasa seguridad desde los días que siguieron al estallido social de octubre de 2019 y algo sobre su galopante hipertensión que no logra explicar muy bien.
Menos de diez minutos más tarde, la señora Herminia sale de nuevo a la calle, esta vez más sonriente y menos belicosa: lanza inesperados halagos al proceso vacunatorio chileno ante uno o dos testigos que quizás tampoco entienden mucho de qué habla, pero que parecieran dar por sentado ese algo que podría definirse como la combinación de una robusta salud primaria marcada por la heroica labor de su primera línea, la agilidad comercial de una de las economías más abiertas del mundo -con 30 acuerdos vigentes con los principales países y bloques-, y el claro olfato negociador de Sebastián Piñera, quien esta vez parece darles la razón a aquellos que dicen que es mejor gerente que presidente.
Ese mismo día, el domingo 14 de marzo, y sólo una hora después de la vacunación de la señora Herminia, el país entero encendió la televisión para enterarse por cadena nacional de los anuncios de contagios, fallecimientos y cuarentenas que traen las siempre mesuradas conferencias de prensa del ministro de Salud, Enrique Paris.
Pero esta vez fue distinto. Incluso, si se quiere, se asemejó bastante a un largo e insoportable parto: exactamente nueve meses desde que reemplazó a su desgastado antecesor, el nefrólogo Jaime Mañalich, el doctor Paris tuvo un indisimulado minuto de furia, en el cual les pasó todas las facturas posibles a sus detractores.
Tomando como base una columna de opinión publicada ese mismo día en el diario El Mercurio por el analista Francisco José Covarrubias, a propósito del proceso de vacunación, Paris no mostró un gramo de humildad para restregarles a sus críticos el que el país cumpliera esta semana con quince días de anticipación su meta de vacunar a cinco millones de personas de riesgo, alcanzando el 30% de su población objetiva, de 15,2 millones sobre casi 19 millones, y ordenando hasta la fecha casi 90 millones de dosis, cantidad suficiente para inocular dos veces a todos sus habitantes.
“Sin ir más lejos, en la Deutsche Welle se referían al milagro chileno y en radio Mitre de Argentina hablaban de Chile como si fuéramos los noruegos de Sudamérica, dando cuenta de las varias cordilleras de distancia con el caos argentino, la corrupción y, en especial, la charlatanería. Así, la famosa dicotomía que instaló Alberto Fernández en la que él cuidaba a los argentinos porque se preocupaba de su salud en contraposición a Piñera, al que sólo le preocupaba la economía, se cayó como un castillo de naipes”, escribió Covarrubias.
Y Paris no se guardó nada. Sin nombrarlos, pero dando todas las señas posibles, disparó contra el think tank Espacio Público, uno de los grandes opositores al manejo sanitario de la pandemia (“En el escenario más probable vamos a entrar al próximo invierno sin que esté vacunada una gran parte de la población”, dijeron); el académico de la Universidad de Chile, Ricardo Baeza-Yates, quien estableció la “imposibilidad de inocular a más de 40 mil personas por día” (hoy se alcanzó el récord de casi 90 mil cada 24 horas); y el senador de oposición Juan Pablo Letelier, quien calificó al gobierno de “payasos” por recibir con marcada grandilocuencia “dos cajitas de vacunas” en el aeropuerto para el inicio del proceso.
Paso a paso
Descontando el exabrupto, buena parte de la razón pareciera estar del lado de Paris. Pese a las desconfianzas, con algunos lógicos ripios menores y un avanzado ejercicio de ensayo y error, el gobierno consiguió desde el primer semestre de 2020 a la fecha elevar exponencialmente la toma de exámenes PCR, aumentar las camas y ventiladores, instaurar el plan de confinamiento y desconfinamiento llamado Paso a Paso, conseguir las vacunas y disponer de unos 1.300 centros de inoculación.
Para ello, la administración de Piñera, por medio de una astuta negociación público-privada, firmó acuerdos con los laboratorios Sinopharm, Pfizer, AstraZeneca, Sinovac, Johnson & Johnson y CanSino, después de que varios de ellos realizaran ensayos clínicos en Chile. El caso de los chinos fue especial, por cuanto las pruebas fueron financiadas por el gobierno chileno y la poderosa patronal de empresarios, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC).
En ello también fueron relevantes la Pontificia Universidad Católica de Chile, con su Instituto Milenio, y el rol que cumplió el silencioso y joven subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, Rodrigo Yáñez, una suerte de canciller comercial, quien a punta de reuniones por Zoom y viajes a países como los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Corea del Sur logró amarrar los primeros contratos, reforzados en una conversación entre Piñera y Xi Jinping para la celebración de 50 años de relaciones diplomáticas entre ambos países.
Asimismo, se activaron prematuramente las funciones diplomáticas de las embajadas en Washington, Londres, Nueva Delhi y Beijing para que tomaran contacto con los laboratorios y las autoridades sanitarias locales.
“Fue clave no haber puesto todos los huevos en una misma canasta, en una vacuna o una que se ensayara en Chile. La instrucción del presidente fue buscar oportunidades y fuimos muy proactivos en salir a buscar y desplegar los contactos comerciales para plasmarlos en contratos”, explicó Yáñez.
Una vez recibidas las primeras dosis (Pfizer y Sinovac), la logística, aplaudida transversalmente por oficialismo y oposición, cedió el protagonismo a los municipios, los cuales hacen los pedidos y retiran las dosis desde los almacenes dispuestos en todo el país para luego suministrarlas en los 1.300 puntos de vacunación, de acuerdo a un calendario que comenzó con los mayores de 90 años y los grupos de riesgo.
¿Hubo problemas? Sí, los hubo. Tal como en Perú y la Argentina, nadie pudo evitar lo que en Chile se llamó “saltarse la fila” y que permitió la vacunación con la primera dosis de casi 40 mil personas, lo que fue ampliamente criticado por la gente. En La Araucanía, una beba de seis meses que iba por su vacuna de lactante, fue inoculada por error contra el covid. En San Bernardo, el conurbano de Santiago, diez personas recibieron una segunda dosis cambiada de Sinovac en vez de Pfizer. Los confinamientos y cuarentenas tampoco fueron bien recibidos por parte de la población y varios alcaldes, todos a los cuales las penurias económicas y la falta de actividad ya comienzan a incomodar más de la cuenta.
La ubicua presencia y opinión de la presidenta filocomunista del Colegio Médico, Izkia Siches, también ha sido un foco de tensión permanente con el poder ejecutivo. De hecho, esta semana llamó al gobierno a “apretar el botón rojo del confinamiento total” en el caso de que se supere el 95% de ocupación de camas críticas.
Las cifras sanitarias, por su parte, tampoco son para cantar victoria: más de 910 mil casos confirmados de covid-19 y alrededor de 22 mil muertos, con una segunda ola que ha atacado duro por estos días.
El tecnócrata
Con todo, Piñera intenta romper sus propias marcas. Tras conseguir instalar a Chile entre los países con mayores avances en la vacunación a nivel mundial (hoy solo es superado por Israel, Seychelles, los EAU, Maldivas y el Reino Unido), ahora ordenó inocular a todas las personas sanas entre 50 y 59 años antes de las megaelecciones de alcaldes, concejales, constituyentes y gobernadores que se realizarán por motivos sanitarios en dos días, el 10 y 11 de abril. También tener vacunado al 80% de la población para junio. Pese a la ya citada y asegurada doble dosis por habitante, hoy se negocian acuerdos adicionales (como el de la Sputnik V) en caso de que esos contratos fracasen.
De la misma forma, Piñera dio instrucciones de continuar el apoyo humanitario a países como Paraguay y Ecuador, cada uno a los que donó veinte mil vacunas; logístico, como fue el traslado de dosis a Uruguay; y de colaboración estratégica, como el acordado con la Argentina para conseguir vacunas en conjunto, como le propuso el presidente Fernández en su visita oficial a Santiago del 26 de enero.
En La Moneda aseguran que aquella cita dio por cerrado el affaire provocado por la polémica comparación de abril del año 2020, cuando Fernández hizo un triunfalista símil entre los manejos de la crisis sanitaria por parte de los gobiernos de la Argentina y Chile, el que fue respondido por la filtración de una minuta interna del Palacio de La Moneda, lo que gatilló una réplica de la Casa Rosada que estuvo a punto de causar serias diferencias diplomáticas entre ambos países.
“No me gustan las comparaciones, pero en Chile tenemos un tecnócrata, un presidente que este tipo de operaciones las puede ejecutar muy bien. Aparentemente se hicieron los contratos correspondientes y fue más sólido”, dijo en el programa Vivo el Domingo por A24 el actor chileno Benjamín Vicuña, casado con China Suárez y avecindado en Buenos Aires hace quince años.
Tal guiño, que no pocos suelen hacer, vincula expresamente el actual proceso de vacunación con el publicitado, ejecutivo y tremendamente exitoso rescate de los 33 mineros enterrados en el desierto de Atacama para su primer gobierno, en 2010.
La misma gesta que le reportó una popularidad del 63% en octubre de ese año y que, pese a regresar a La Moneda cuatro años más tarde, nunca más volvería a alcanzar.
0