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La carta de Cristina

El “poder” a Alberto y una factura a Juntos

Alberto y Cristina.

Pablo Ibáñez

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El jueves, frente a un selecto scrum de empresarios españoles, Eduardo “Wado” De Pedro dijo que habia una “postura” en común, entre todos los integrantes del Frente de Todos, respecto a la negociación con el FMI. En esa charla, donde estaban delegados de las firmas ibéricas con más peso en Argentina, precisó que la voluntad compartida era de “honrar los compromisos”, una giro levemente poético para decir “pagar”.

La cumbre fue reservada pero De Pedro dejó trascender, luego, cuál había sido su mensaje. A pesar que no fue un discurso público, puede considerarse el mensaje más contundente del universo K respecto a que no hay un plan B, que ni la vicepresidente ni nadie con volumen político a su lado, considera la alternativa de no acordar con el Fondo. Luego, la letra chica -o grande- agrega lo demás: que el acuerdo debe ser en determinadas condiciones.

En otro aporte epistolar, Cristina Kirchner ratificó esa línea -“el kirchnerismo tiene un atributo histórico que es el de haber pagado las deudas que generaron otros gobiernos”, afirma en un párrafo- pero, sobre todo, puso la responsabilidad primaria del acuerdo con el FMI en la figura de Alberto Fernández. Es una doble navaja: le cede el protagonismo y la centralidad pero, en el mismo acto, lo hace responsable absoluto de todo el proceso de negociación.

Bien mirado, si no fuese por la anomalía criolla de una vice con tanto peso, que se caracteriza por administrar con destreza sus palabras y silencios, lo que Cristina dice en la carta sería una obviedad porque es el Presidente, en un sistema presidencial, el que lleva adelante esas gestiones y toma esas decisiones. Es cierto, así mismo, que el cargo de vicepresidente forma parte, también, del Poder Ejecutivo y que por eso, pero sobre todo por la dimensión política y lo que expresa en términos políticos y electorales, no es azaroso ni irrelevante lo que diga o deje de decir Cristina.

De hecho, en el Gobierno se celebró que la carta de la vice ratifica el apoyo a las gestiones que lleva adelante Fernández -en verdad, a través de Martín Guzmán, el ministro de Economía- y refuerza, además, la “centralidad” de Fernández en ese proceso. “Siempre pagamos y hay que pagar”, es el mensaje que circuló este sábado en la cima del Gobierno.

Fernández, según trascendió a su lado, tomó como un respaldo la carta de Cristina que cierra, de hecho, con parte de un discurso del Presidente donde fija un marco conceptual de la negociación con el FMI. “Nunca esperen de mí que firme algo que arruine la vida del pueblo argentino, nunca, nunca. Y espero que me entiendan, porque si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o que claudique ante un laboratorio, se equivoca. No lo voy a hacer. Antes me voy a mi casa, porque no tendría realmente cara para entrar en esa sala si hiciera algo semejante”.

El otro elemento sobre el que pone el foco la vice y Fernández revalida es el referido al rol de la oposición, que -como recuerda Cristina- aprobó mayoritariamente la ley para que el acuerdo con el FMI deba tener el sello último del Congreso donde, desde este 10 de diciembre, el Frente de Todos (FdT) se quedará sin quórum propio en las dos cámaras.

En el Gobierno, comparten la postura de la vice respecto a que el Congreso tiene “la soberanía final” sobre los términos del entendimiento con el Fondo y, entiende, involucra a la oposición en el debate sobre cómo renegociar la deuda que se tomó en la gestión de Mauricio Macri. En ese proceso, dicen en el oficialismo. la oposición deberá asumir la “responsabilidad política” del endeudamiento y “votar el acuerdo” en el Congreso.

PI

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