Revuelo en el FdT

El contrafuego de Berni: peleado con Máximo, se despide de Cristina, pero no abandona el peronismo

Una tragedia que dejó 24 muertos, que para Sergio Berni, pudieron ser diez mil, dibujó la ocasión para retomar el diálogo roto hace más de medio año entre el ministro y Cristina Kirchner. La tarde que estalló el escándalo de la cocaína adulterada, que convulsionó el conurbano, la vice estaba en ejercicio de la Presidencia porque Alberto Fernández se encontraba de gira en Moscú. En esas horas, Berni esperó un llamado de Cristina, una consulta sobre la situación. Esperó en vano.

La lejanía durante ese episodio crítico, que Berni pivoteó vía Zoom con Axel Kicillof que formó parte de la comitiva presidencial, puede computar como el envión último que llevó al ministro a formalizar su ruptura con Cristina, que generalizó con dejar de formar parte del “kirchnerismo” pero que le dio una entidad superior, consciente o no, lo presentó como un vínculo filial cuando utilizó la metáfora de “cortar el cordón umbilical”.

Está peleado con Alberto, con Máximo, dice que el PJ no lo representan, los intendentes no lo quieren, y Cristina dejó de hablarle. Solo le queda la relación con Axel

El ministro formalizó el divorcio con el dispositivo K pero, sobre todo, con la vice. Antes, y no del mejor modo, se distanció de Máximo Kirchner a quien responsabilizó de la decisión de no dejarlo competir en las PASO del 2021. Al blanquear su descristinización, Berni termina de quedar como un átomo suelto dentro del Frente de Todos (FdT) que tiene como única terminal permanente a Kicillof.

“Está peleado con Alberto, con Máximo, dice que el PJ no lo representa, los intendentes no lo quieren, y Cristina dejó de hablarle. Solo le queda la relación con Axel”, describe, en una enumeración que parece una generala partidaria, un dirigente que se mueve cerca de Berni y que admite que la posición del ministro lo deja cada vez en una posición más incómoda dentro del armado oficial.

Berni desliza, a través de su entorno más próximo, que sus palabras explicitan que dejó de formar parte del kirchnerismo -del que formó parte “33 años”, confirman su desarraigo con Cristina -“ya no quedan casi kirchneristas de aquel tiempo”- pero que sigue dentro de la galaxia peronista y, en simultáneo, de la “alianza electoral que es el Frente de Todos”. Traducción: Berni dejó de reinvidicarse como K pero no se va del conglomerado que tiene como principal soporte al esquema K

Sin cambios

“Traigan nombres. Los escucho”. La frase Kicillof la repite, cada tanto, hace meses cada vez que aparecen reproches sobre Berni y planteos para desplazarlo de Seguridad. El gobernador, según reconstruyó elDiarioAR en las últimas horas, no contempla tomar ninguna decisión que signifique mover a Berni de su cargo. ¿Puede, de un momento a otro, aparecer un planteo de la vice? Es probable pero eso acelerará un proceso incierto: encontrarle un reemplazo al ministro.

Hace rato circulan varios nombres. Alejandro Granados, ex ministro de Scioli, el diputado Mariano Cascallares y el vicejefe de Gabinete bonaerense Juan Pablo De Jesus. Los tres se mueven en la atmósfera de Martín Insaurralde, que sostiene su alianza con Máximo Kirchner, y que luego de la derrota de las PASO, se convirtió en ministro bonaerense por pedido de Cristina. Insaurralde aparece como el principal detractor de Berni pero, hasta acá, Kicillof lo sostiene. Juan Grabois promueve un reemplazante: el ex gobernador Felipe Solá.

Aunque suenan esos nombres, no parece haber interesados en meterse en el ruido de la Policía Bonaerense. Kicillof, con ese argumento, sostiene a Berni que aparece, además, como un socio interno en el intríngulis del FdT bonaerense donde intervienen, con ánimo expansivo, Insaurralde y Máximo hasta acá como aliados.

No computa, por tanto, como cisma en el FdT. A pesar de la poesía mediática del ministro, que en La Plata minimizan como un “todo pasa” y entienden que Berni juega, cada vez, un poco más fuerte en búsqueda de efecto político, el dirigente descarta moverse a un espacio político ajeno. “No se va al PRO ni al peronismo federal ni a la UCR. Es peronista y se queda en el peronismo”, lo explican y vuelven a la carga sobre un antiguo reclamo de que en el FdT se permita la competencia interna que, repite Berni, no se habilitó antes.

Las rebeldías del ministro, sus críticas a Alberto Fernández, sus posiciones públicas que parecían contrariar la Biblia política del FdT, se leían como parte de un movimiento táctico de Cristina para contener votos y adhesiones por fuera del núcleo más ideologizado. Con un discurso que a veces está más cerca de Patricia Bullrich que de Fernández o de Kicillof, Berni parecía la oferta “de centroderecha”, para los sectores urbanos que demandan seguridad sobre todo, incluso con la mano dura que milita el ministro.

Sergio sabe que no hay avenida del medio: o está acá o está del otro lado, en el PRO”, sintetiza una fuente bonaerense que lo trata, que sabe sus idas y vueltas, y que conoce sus conversaciones con Kicillof en las que ofrece, cada tanto, su renuncia casi como parte de un sketch en el que el gobernador le dice que no y lo carga con que tiene una pila de cartas de renuncia.

La ilusión presidencial, la hipótesis de ser un Trump o un Bolsonaro, un outsider que llega por afuera o por dentro de una estructura, forma parte del imaginario de Berni y de su círculo estrecho pero no parece impactar fuera de ese espacio. No hay, tampoco, sectores opositores que estén detrás del ministro para convertirse en un candidato. Si algo le sobra a Juntos es, justamente, aspirantes. En la lógica matemática de las candidaturas, Berni tiene más posibilidades dentro del FdT que de JxC. En cierto punto, que el resto del sistema que le pague el precio que él cree que vale, es lo que vuelve tumultuoso el vínculo.

Su reciente pelea con Aníbal Fernández, con quien se llevaba bien, confirma esa dinámica estridente -en ese caso mutua- que en la cuenta final, en vez de sumarle aliados, le termina generando cada vez mayores resistencias internas.

“Berni va: es el único que pone la cara, que juega, se mueve. Después de todo el ruido por sus dichos, el viernes se subió a un helicóptero y se fue a Corrientes a ayudar en la lucha contra el fuego”, le vindica un dirigente que lo conoce hace tiempo pero entra y sale, a veces solo por precaución, de la órbita del ministro. Su viaje a Corrientes fue por pedido de Kicillof y, en la foto final, en medio de cuestionamientos a la acción del gobierno nacional, Berni se desmarca y juega.

En un contrafuego que se nutre de otro factor. En el FdT la única regla parece ser que todo vale: críticas cruzadas, cero verticalismo, disidencias públicas y renuncias están permitidas bajo el mandamiento único de la “unidad hasta que duela” y “la unidad en la diversidad”. En esa agua revuelta, Berni nada o al menos flota.

PI