Punto de no retorno en el Frente de Todos: el regreso de un sello K y la encerrona bonaerense

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Si la política es el arte de lo posible, el Frente de Todos (FdT) se convirtió en el deporte -de riesgo- de lo imposible. Una ruleta rusa con el cargador lleno. La solitaria resistencia de Alberto Fernández a archivar, como exige Cristina Fernández de Kirchner, su plan reelecionista y el nulo diálogo entre los dos campamentos, en medio de un panorama económico repleto de alarmas que debilita a Sergio Massa, son el insumo sobre el que cualquier hipótesis, incluso la más febril y alocada, resulta verosímil.

La ruptura del FdT, alternativa que en otros momentos sonó imposible, ahora está en el menú y encuentra promotores y voceros, al menos en el microcosmos que rodea a Máximo Kirchner. Se habla, en los búnkeres camporistas, de la refundación de Unidad Ciudadana como marca política -en 2022, el nombre volvió a aparecer en un bloque del Senado, con la jefatura de Juliana Di Tullio-, un movimiento que implicaría vaciar el FdT y dejar al presidente sin paraguas frente a cualquier aventura electoral. Si Fernández quiere una primaria en el FdT, el cristinismo se va -y se lleva a la mayoría del dispositivo- a otro continente electoral. Un déjà vu de lo que hizo en 2017 con Florencio Randazzo: al enemigo, ni PASO.

Si Fernández quiere una primaria en el FDT, el cristinismo se va -y se lleva a la mayoría del dispositivo- a otro continente electoral. Un deja vú de lo que hizo en 2017 con Florencio Randazzo: al enemigo, ni PASO

La ejecución de ese trámite no parece sencillo pero, a priori, debería leerse como un ultimátum -otro más- antes que como un cisma en sí. La resurrección de Unidad Ciudadana, según la construcción teórica de esa maniobra, tendría que derivar en un renunciamiento, casi secreto, del presidente. En criollo: la amenaza es romper para evitar que se rompa. Hay un punto en el que todos los actores del FdT coinciden, es que un Fernández no puede, aquí y ahora, anunciar públicamente que no será candidato porque el desencadenante de esa acción es imprevisible. Es un momento económico de tal fragilidad cualquier movimiento puede desatar un tsunami.

“¿Para qué sirve que Alberto se baje ahora?”, preguntan en voz alta en Casa Rosada. “Sería pésimo para el Gobierno: dejen que Alberto siga con lo que hace, pongámonos todos a reivindicar cosas de la gestión, que baje la espuma y después que sea candidato el que sea”, se agrega. Un dato anexo que agregan en Olivos es que Fernández no se tiene que bajar porque nunca dijo que sería candidato. Un presidente sin veto constitucional es, por default, candidato a reelegir hasta que diga lo contrario. En La Cámpora entienden que no sería lo mejor, en este contexto, un renunciamiento público, pero que debería existir un acuerdo. Ahora, ¿cómo discutir un acuerdo sin negociación?

#Porteñismos

El acecho de la fractura táctica impulsada por sectores K, a partir de la resurrección de la UC, se nutre de un dato fáctico. La semana pasada, el diputado Leandro Santoro, el ministro Matías Lammens, la legisladora Claudia Neira y la abogada Graciana Peñafort, muy cercana a Cristina, se sacaron y difundieron una foto para trasmitir que se empezó a discutir el año electoral en el FdT porteño. El mandato fue salir de la parálisis y mover sin tener que esperar que se ordene lo nacional para ordenar lo local.

Es muy sugestiva la presencia de Peñafort porque se lee -y la abogada no es ingenua- como una expresión de Cristina en una mesa donde es notoria la ausencia de La Cámpora que -vía Mariano Recalde en CABA- preside, como en la provincia, el PJ. ¿Está Cristina pero no está Máximo? La presencia de Peñafort tiene un doble simbolismo: no solo le saca a la cumbre cualquier pátina de anti Cristina sino que, además, aporta a una figura ligada con la defensa judicial de la vice.

Una destreza de Juan Manuel Olmos que armó una postal donde están las figuras más taquilleras electoralmente del FdT en la ciudad y sienta, además, a una canciller de Cristina. La foto no le agregó al diputado Kirchner porque puede trasmitir la existencia de una construcción sin la precondición de que esté el camporismo aunque, más tarde o más temprano, eso vaya a -o deba- ocurrir. Santoro y Lammens acordaron que no van a competir entre ellos y que, junto a Olmos, tejerán un espacio que está dispuesto a competir en una primaria para definir los candidatos porteños. Es un formato que La Cámpora no acepta a nivel nacional y, en la medida que no se despeje esa incógnita arriba, parece decidida a no resolver ninguna cuestión territorial, con excepción de la provincia de Buenos Aires.

Supervivencia

Los territorios avanzan a pesar del teléfono roto entre los Fernández. La conversación entre los Fernández, Alberto y Cristina, quizá existió, existe o está en proceso de existir. Pero el fuego amigo, como el de Máximo, sugiere que no hay ninguna negociación entre el presidente y la vice, ni siquiera mediante delegados, para pactar los términos de un acuerdo que aquí y ahora, en medio de la tormenta de la inflación, parece pura y exclusivamente sobrevivencial.

Lo de Peñafort en CABA puede linkearse con concepto que Cristina volvió a deslizar en estos días y que, de manera implícita, fija sus márgenes de acción. “Soy institucionalista”, apunta y, sin decirlo, da a entender que la ruptura de hecho no avanzará, al menos de su parte, a cuestiones puntuales de gobierno. “¿Por qué vamos a dejar un gobierno que nosotros armamos?”, dicen en La Cámpora. Traducción: es Fernández, entonces, un okupa en Olivos.

La unidad se volvió un animal mitológico. No solo no existe en la práctica, sino que perdió músculo como instrumento y bandera. En la matemática de la vice, Alberto no aporta nada desde lo político ni desde lo simbólico

Post derrota en las PASO del 2021, la renuncia masiva de ministros K, encabezada por Eduardo “Wado” De Pedro, vale como antecedente de una amenaza extrema. En aquellos días, Fernández contempló aceptar las salidas y hasta le ofreció a un dirigente el cargo de un renunciante. Al final, Cristina impuso a Juan Manzur como jefe de Gabinete. El desempeño del tucumano fue lo que fue. Se negoció, en el fragor de esa hora última, sobre el objetivo común de mantener la unidad, y el resultado práctico, en especial en la provincia de Buenos Aires, fue dar vuelta la elección y empatarla.

"Arreglen lo que tengan que arreglar pero no jodan más"

Aquella unidad se volvió un animal mitológico. No solo no existe en la práctica, sino que perdió músculo como instrumento y bandera. En la matemática de la vice, Alberto no aporta nada desde lo político ni desde lo simbólico. Pero Fernández tiene, como recurso último, resistir y en el ejercicio del poder se reserva el manejo de ciertos botones que, como un martillo, se pueden usar para construir o para destruir. Encima, Massa, el tercer actor de la mesa invisible del FdT, entró en la etapa crítica: la estabilización de la economía es, aquí y ahora, casi una utopía. Aunque el ministro parece funcionar como inhibidor de un estallido interno, su habilidad para mantener conectadas a las partes, Alberto y Cristina, se resiente día a día. La magia massista se licúa en la deriva de la economía.

Llegar

En el imaginario K sobrevuelva, con virtud religiosa, la fantasía de que la vice volverá a sorprender a todos con un movimiento disruptivo, como el que hizo en el 2019, una genialidad electoral. En lo inmediato, Cristina interviene donde puede intervenir. Lo hizo en la provincia de Buenos Aires. La vice reunió a De Pedro, Axel Kicillof y a su hijo Máximo para ordenarles que desactiven las operaciones cruzadas y se alineen en el único objetivo claro que es lograr la reelección de Kicillof. “Arreglen lo que tengan que arreglar pero no jodan más”, se repite la frase como si fuese de ella.

El expediente bonaerense constituye toda una dificultad operativa. La dependencia de Kicillof de los aportes extras de Nación, que hoy garantiza Massa, es una limitación directa en un año de campaña pero depende de la voluntad política de mantener esa asistencia. ¿Puede peligrar? ¿Es una carta que está en la baraja de Fernández? En 2012, Daniel Scioli cuotificó el aguinaldo y los salarios cuando, semanas después de lanzarse como candidato presidencial, Cristina le recortó el envío de fondos nacionales. Por entonces, el ministro era Hernán Lorenzino y su vice era Kicillof, el enlace directo con Cristina.

Es un asunto de la política interna pero pesa más el factor externo. ¿Hasta qué punto es posible desconectar el resultado presidencial de la elección de gobernador? ¿Cuánto se puede aislar, más allá de discursos de barricada, la oferta electoral de la provincia, con Kicillof en el tope de la lista, si no aparece alguna señal de calma en el frente económico? La esperanza de la dispersión opositora, con la presencia de un Javier Milei que ronda los 20 puntos, se enfrenta a la dimensión tóxica de la crisis política y económica.

Mauricio Macri olfatea esa encrucijada y desliza la hipótesis de un entendimiento con Milei para que el economista no se convierta en un beneficiario, indirecto, del FdT. El libertario dice que mostrará sus candidatos bonaerenses en junio, sobre la hora del cierre, y trasmite que si existiese una invitación de Macri no podría, de mínima, no sentarse a escuchar al expresidente.

PI