El gabinete que viene: Milei prepara cambios y define si Santiago Caputo salta del off al poder formal

El domingo puede cambiar más que el mapa electoral: también la mesa del poder en la Casa Rosada. Javier Milei ya decidió que después de los comicios legislativos habrá un recambio ministerial. Y aunque en la superficie la excusa sea la renovación de aire, en los despachos oficiales todos lo leen como algo más profundo: un intento de reordenar la arquitectura del poder libertario. En ese reacomodamiento, una pregunta empieza a tomar fuerza: ¿asumirá Santiago Caputo un cargo formal en el Gobierno o seguirá operando desde las sombras, con riesgo de quedarse afuera?
Las salidas de Patricia Bullrich, Luis Petri y Manuel Adorni ya están selladas. La ministra de Seguridad y el titular de Defensa asumirán sus virtuales bancas en el Congreso, mientras que el vocero presidencial hará lo propio en la Legislatura porteña. Sus reemplazos se cocinan en reserva: Alejandra Monteoliva, del riñón de Bullrich, quedaría al frente de Seguridad, así como el número 2 de Adorni, Javier Lanari, pasará a coordinar la comunicación oficial en tanto secretario de Medios.

Por su parte, para Defensa suenan los nombres de la jefa de Gabinete de Petri, Luciana Carrasco, y del brigadier Xavier Isaac, actual jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. En el Ministerio de Justicia, en tanto, Mariano Cúneo Libarona sobrevive en la cuerda floja. En los hechos, el poder lo ejerce su segundo, Sebastián Amerio, un cuadro del universo Caputo que ya figura entre los posibles reemplazantes. A su vez, otro lugar en el que podría haber recambios es en la cúpula de la SIDE.
Es que el verdadero foco de tensión no está en las carteras que se vacían, sino en las que podrían reconfigurarse, como los rumores en torno a una unificación de Seguridad y Justicia. En Cancillería, luego de las tensiones por las críticas provenientes del Salón Martín Fierro, Gerardo Werthein dejó trascender entre los propios que, si Caputo asume un cargo formal, él renunciará. La advertencia corrió rápido por los pasillos de Balcarce 50 y activó especulaciones sobre un eventual enroque. ¿Guillermo Francos podría mudarse al Palacio San Martín y dejarle la Jefatura de Gabinete al asesor más influyente del Presidente? Nadie lo confirma, pero por lo bajo se menciona.

El propio Francos alimentó la hipótesis de un empoderamiento de Caputo hace pocos días. Consultado por Infobae sobre los funcionarios que gobiernan sin cargo, respondió: “En toda gestión hay gente que trabaja, pero no tiene responsabilidad. Hay algunos que firmamos resoluciones, decretos, proyectos de ley, y hay otros que asesoran y no tienen esa responsabilidad”. La frase cayó como un tiro de advertencia, aunque en el entorno de Caputo la leyeron más como reconocimiento que como reproche: una manera elegante de decir que su poder ya existe y que lo único que falta es formalizarlo.
En Olivos, la discusión sobre cómo reorganizar el gabinete mezcla cálculos políticos y personales. Milei sabe que necesita oxígeno, pero también equilibrio. Después de un año de roces internos, distintas voces consultadas por elDiarioAR aseguraron que el Presidente busca preservar el “triángulo de hierro” que sostiene su gestión sin que ninguno sienta que el otro manda. Una tarea imposible. “Javier entiende que la lógica de la pelea no puede seguir primando”, deslizó con preocupación una fuente.

En el Gobierno escuchan con atención los consejos que llegan desde el Tesoro estadounidense y del Círculo Rojo, que insisten en la necesidad de “profesionalizar” el gobierno y darle previsibilidad a la toma de decisiones, además de un esquema que garantice gobernabilidad. El viaje a Washington, donde Santiago Caputo fue recibido como un par por los lobbistas republicanos y por el estratega republicano Barry Bennett, reforzó esa idea. “Él debería tener un cargo”, dijo el lobista en su última visita a Buenos Aires, y la frase sonó menos como elogio que como presión.
Caputo viajó a los Estados Unidos un día antes que la comitiva oficial y regresó un día después, en su rol de “canciller blue”. Se movió entre asesores republicanos, think tanks y empresarios cercanos a Trump, y en la Rosada lo contaron como un triunfo diplomático personal. Pero en la Cancillería, Werthein lo vivió como una intromisión. “No puede haber dos conducciones al mismo tiempo”, advirtieron en en el Palacio San Martín. De ahí su ultimátum.
El tablero se complejiza aún más con el factor Mauricio Macri. El expresidente hace equilibrio entre la alianza política y su propia ambición. Quiere incidir en el nuevo gabinete con nombres propios, empezando por su exministro de Transporte Guillermo Dietrich, y ya avisó que su predisposición a colaborar lejos está de ser incondicional. En el PRO ven el recambio post electoral como una oportunidad para copar el aparato estatal.

Sin embargo, el resultado de las urnas también puede alterar por completo esa ecuación. Si bien un mal desempeño electoral del oficialismo podría abrirle la puerta a Macri para intervenir directamente en el Gobierno y condicionar el rumbo de la gestión, una buena performance podría fortalecer a Caputo en su pulseada interna con Francos y Karina Milei, aunque no todos lo leen igual: en el entorno de los Menem, sus enemigos dentro del oficialismo, creen que un triunfo ampliaría su propio margen de poder y debilitaría a “Las Fuerzas del Cielo”.
Más allá de todo, el rediseño que Milei prepara excede las urgencias inmediatas. En los despachos libertarios se habla de una “segunda etapa” del gobierno, con un esquema más compacto y funcional. Por ahora, el Presidente no da señales. Solo repite que “después del domingo se reacomoda todo”. Lo que nadie se anima a decir es que, esta vez, el reacomodamiento podría empezar por su propia mesa chica. Porque el dilema del libertario ya no es económico ni político: es personal. Cuánto poder está dispuesto a concederle a Caputo, el único que todavía lo convence. Y si él está dispuesto, o no, a asumirlo.
PL/CRM
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