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SOY GORDA (ESEGÉ)

El regreso al match analógico

¿Cuándo fue la última vez que le dijiste ‘te quiero’ a alguien?

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Algunos llegan tranquilos, casi tímidos, se refriegan las manos, ríen en voz baja. Otros se excitan, se mueven eufóricos en la fila. Hay chicas que se retocan el maquillaje. Un chico se encuentra con otro y se abrazan. El anhelo del encuentro se reparte en partes desiguales, pero casi todas y todos quieren una pareja. “No me quiero morir sin conocer al amor de mi vida”, dice Fernando, invocando a Eros y Tánatos.

Es la previa de un hit: las fiestas o encuentros analógicos. Están en la puerta de Paladium, emblema de los noventa, de Matienzo, de un restó que reservó una Cupido profesional o de una casa con un living disponible para una concurrencia deseosa de matchear.

Después de la incertidumbre, la conversación, el apriete, la danza, algunos amanecerán juntos y otros volverán a su casa, solos. Estarán quienes se contarán su vida entera en una estación de tren, una cama con sábanas revueltas o un bar 24 x 7.

Cada vez son más los site specific para matchear. Son alternativas a las app virtuales, donde candidatos y candidatas prometen ser lo que no son, se ofertan como mercadería de shopping, consumen y son consumidos antes de que surja cualquier atisbo de amor. Colgar fotos viejas es habitual, tanto como tener chateos prolongados y, a un solo click de distancia, borrarse. Las app digitales tienen cada vez más “clientes” decepcionados. “Me cansé, estuve un año en tres aplicaciones. Terminé perdiendo el tiempo, porque de ilusión también se vive, pero qué mal se vive”, cuenta Javiera.

Músculos trabajados y autos de alta gama. Rostros fotoshopeados. Advertencias como “Si sos k o de izquierda, pasá de largo”. La música adentro suena fuerte. Vibra, rebota en el techo y las paredes, luego va disminuyendo el volumen para que las gente pueda conversar, empezar a conocerse. Es la fiesta a la que todos quieren ir. La promesa de diversión y encuentro, el  no-cumpleaños.

Como dice elpsicoanalista Iván Chausovsky, “lo que atrae es la presencia, la comunión, los djs con trayectoria y pista, la cumbia digital”. El autor del libro  Amar es arder en preguntas creó la fiesta “Sinvergüenza”, un evento con dj y actividades que agitan el ágape.  

Frente a la saturación de las app, “el flujo infinito de candidatos no colabora con la elección porque siempre puede haber alguien mejor. Elegir es descartar aunque en estos tiempos individualistas el match puede alcanzar para una auto validación narcisista”.

“En la fiesta se habilitan muestras de ternura, afecto y juego reprimidas. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste ‘te quiero’ a alguien? ¿Existe el peligro de ser demasiados dulces? ¿Somos emocionalmente diabéticos?”, pregunta.

“La virtualidad ha triunfado, lo que fracasa es la animalidad, cierto sentido olvidado y la calle. Roland Barthes dijo ”lo que es tabú ahora es la sentimentalidad, no la sexualidad“. Estamos muy perdidos respecto del trato amoroso y respetuoso, ligado a lo auténtico y empático. El humor es una prueba de inteligencia y un acto de cortesía. La sociedad está más torpe que nunca y es probable que vaya de Guatemala a Guatepeor”.

“En cuanto a la topología, es cierto que lo virtual es continuidad de lo real, pero el olfato no circula a través de los bits. Existe un agujero de gusano respecto del tiempo y del espacio. Nuestro tiempo subjetivo no es el de internet. No es lo mismo escuchar tocar el piano en vivo, leer un libro, ver crecer una planta que la instantaneidad de las redes. ”A veces estás mirando una playa paradisíaca mientras viajás en el subte transpirando. Las capacidades atencionales fueron vulneradas y estamos adictos a la dopamina que se libera por la pantalla. Un hámster en una jaula es más libre, circulábamos mejor cuando el teléfono tenía un cable, el celular nos puso correa. El primer modelo de Blackberry llevaba ese nombre por la pesas que les ataban a los presos. Estamos en una gran crisis del amor, hay que reinventarlo para cada quien. En Ok Cupid una de las opciones es monogamia/ no monogamia, algo impensado hasta hace unos años. No hay algo taxativo respecto del amor.“  

“Hoy los vínculos están mediados y mercantilizados, no nos tomamos el tiempo de conocer, sin saber que se obtendrá a cambio”, asegura la psicóloga especializada en parejas, Susana Scornavaca. “ El misterio y la incertidumbre no parecen crear las condiciones para la conquista. En las sesiones con parejas trabajamos indagamos qué es un compañero o compañera de vida para cada uno. Se revisan tiempo, disponibilidad y la esperanza de apostar sin saber el final”. 

“La ansiedad es constante, se oye decir que hay desencuentro aunque nadie parece disponible para emparejarse. Todo se vuelve descartable y perecedero. Las app de citas son un recurso más, sin presencia del cuerpo, privado de las sensaciones que dan la voz, los gestos, el aroma, la cercanía física.”, continúa Scornavaca.

Hoy las relaciones parecen un tema de cantidad. “Pero pensando en la calidad, requieren tiempo, cuidado y cierta resignación del ego. Dice la canción: ‘Para saber lo que es amar, hay que perder la libertad’. Algo del tiempo propio es para el otre y para la relación. A la vez, vuelve y se cualifica. Lacan decía que el amor es dar lo que no se tiene a quien no es. Quizás el tiempo dedicado a alguien sea el acto más amoroso y caro a la vez”.

Al final, ser feliz es muy fácil: sólo hay que apagar el teléfono.

LH/MF

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